"Había uno que no pertenecía a nosotros, sin embargo, fue el mejor de los hombres"
Cita escrita bajo una escultura de Kaen de Phirstra. Uno de los seis guerreros. Se dice que fue lo último que dijo antes de morir.
10 AÑOS DESPUÉS.
Era un día importante para la gente de Phirstra. Por primera vez en más de setenta años eran los anfitriones del torneo del centro del mundo. Por eso, durante los últimos diez años, toda la gente se dedicó a prepararse para el evento, el único momento en el que se unían las cinco naciones de Ceret.
Acondicionar Phirstra no fue una labor fácil, eran conocidos por sus volcanes, sus lagos de lava y su calor sofocante para cualquier extranjero. Tampoco crecía gran cosa, su vegetación consistía en arboles espinosos que daban un fruto dulce y de plantas resecas que daban especias, una de sus principales fuentes de ingresos. Por eso, trajeron comerciantes de todos lados, acostumbrados a todos los climas para que ofrecieran sus productos únicos, a cambio de no cobrarles por su estadía, ellos compartirían el quince por ciento de sus ganancias. Varios se negaron, pero al ver que las rentas del espacio eran absurdamente caras, y al verse obligados a vender en el evento más importante del mundo, no tuvieron otra opción más que aceptar el generoso trato de los Phirstrias.
Otro problema fueron sus comidas, que eran demasiado fuertes de sabor debido a las especias que empleaban, por lo que tuvieron que enviar cocineros a los otros países, para que aprendieran la cocina extranjera y la pudieran preparar en el evento.
Y viéndolo todo en perspectiva, había valido la pena. Ver tanta gente llegar semanas antes para acostumbrarse al calor, y el éxito de su trato con los mercaderes hicieron de Fereniar el señor más feliz de Ceret en tan solo unos días. No solo por el dinero y la estabilidad que este ofrecía el torneo para su país. Siempre era un gozo ver el torneo, sin importar cuantas décadas pasaran, la vista de tantas culturas unidas alegraba al señor de Phirstra.
Siempre había emoción por el torneo, toda la gente esperaba ver a los nuevos prodigios que traía cada nación consigo. Pero aquello no era lo único emocionante. La idea de que viniera gente de todos los lados del mundo era excitante para los comerciantes, que se preparaban solo para ese momento. Incluso los eruditos de todos lados aprovechaban el torneo para reunirse con sus colegas foráneos y compartir nuevos conocimientos.
Todo era perfecto durante el torneo. Así había sido siempre, desde hace más de mil años, y lo seguiría siendo durante muchos más. Era lo que pensaba Fereniar, al ver a la gente reuniéndose alrededor de la plataforma, que sería el lugar de enfrentamiento de los participantes.
Estaba sentado en lo alto de una plataforma, donde podía ver todo. A su lado izquierdo estaba el viejo Jazmak, y a su derecha Loran. En el extremo derecho estaba Sorel, con su rostro estoico y gélido de siempre; y en el izquierdo Tarwen, que le había apostado mil raíces de oro a que sus luchadores ganaban. Él lo había rechazado. No habían tenido una buena generación de luchadores, se habían enfocado más en el hecho de generar más comercio para el evento que en el torneo en si mismo. Aquello era lo lógico, ¿de qué servían los grandes guerreros si no se tiene los medios para mantenerlos?
—Oye, este año la convencí —le dijo Loran, sin mirarlo. Todos voltearon hacia él.
—¿No dijiste que...? —empezó a replicar Fereniar, pero inmediatamente fue interrumpido.
—Verás, es que ha pasado algo asombroso —le dijo el señor de Agastra sonriendo. Pero ya no siguió hablando, y Fereniar no insistió más.
Para su sorpresa, la que habló fue Sorel.
—Espero que tu campeón no se vea opacado por mi muchacho —le dijo con su tono seco.
—Trajiste al muchacho, ¿eh? —le respondió Loran, sonriendo.
Sorel se encogió de hombros.
—Es el futuro gobernante de Cienna, el mundo debe verlo para confiar en él.
—Un gobernante jamás será tan querido como un guerrero en estas tierras, y digamos que este año, la encarnación de uno de ellos está aquí —le respondió Tarwen.
—¿Acaso tu victoria pasada se te subió a la cabeza, niño? —se burló Jazmak.
—Búrlate todo lo que quieras anciano. Ni siquiera te diré quien es, lo sabrás por ti mismo cuando lo mires. En todo caso, es seguro que el ganará el torneo.
—Has dicho eso cuatro veces —respondió Jazmak, —de las cuales solamente una vez acertaste, ¿quieres ver cómo fracasas por tercera vez niño?, cuando tu "encarnación de guerrero" se enfrente a Yaten, ni siquiera podrás soltar la vista del piso.
—Fer, es mejor que empieces el torneo, antes de que esos dos se maten entre sí —sugirió Loran. —A menos que tengas a alguien que presumir, que es lo que parece que hacemos en este momento.
Fereniar no dijo nada, en su lugar, siguió mirando hacia abajo. Los asientos comenzaron a llenarse, y los participantes empezaron a salir según los iban mencionando.
Cuando salieron los anfitriones de Phirstra, la gente los ovacionó, después de todo, estaban en casa. Miró a sus tres participantes y centró su atención en uno de ellos, el más pequeño de los tres. Iba con la cabeza baja y los brazos colgando. Entonces, Gaemon le dio un golpe en la espalda y lo enderezó.
"Va a ser un torneo interesante", pensó Fereniar, con una pequeña sonrisa. Entonces, se paró de su asiento, y los otros grandes señores hicieron lo mismo, se aclaró la voz y gritó las palabras que quería decir desde que el oráculo de la década lo seleccionó hace diez años.