"Ella nació con la sangre de uno de ellos, y a pesar de las advertencias, el amo la hizo su esposa"
Entrada de un diario encontrado en una casa de Agastra, los propietarios no saben de donde vino.
Fennik sintió el golpe de una mano enorme en la espalda que casi lo tumbó. Inmediatamente se puso recto y dirigió la mirada a su agresor; un hombre dos veces más grande que él, de panza inflamada y cabellos rojos, típicos de Phirstra.
—Golpearme no me animará, ¿sabes? —le dijo con una voz cansada.
—Calla, debes mostrar algo de dignidad ante la gente de otros países, o creerán que somos débiles.
—Yo soy débil.
Gaemon se le quedó viendo un momento, y luego volvió a dirigir la mirada al frente.
—Lo sé, pero al menos no lo demuestres, aparenta que no serás eliminado en dos segundos.
—Gracias por los ánimos.
Le pareció que Gaemon le iba a responder, pero se arrepintió en el momento en que el anunciador del torneo habló.
—¡Sean bienvenidos al centésimo segundo torneo del centro del mundo! —anunció, dejando que las personas comenzaran a vitorear una vez más.
Fennik se sintió emocionado solamente de presenciar aquello. En Phirstra, los anunciadores eran personas que usaban una bendición que plasmaba sus rostros en el fuego, así parecía casi una conversación, a pesar de que el anunciador no podía escuchar lo que decían sus oyentes. Sin embargo, aquel que estaba parado en medio de la plataforma era diferente. Uno podía escuchar claramente lo que decía, a pesar de que no estaba gritando, incluso, si ponía algo de atención, podía escuchar su respiración. Se preguntó cómo funcionaba aquella bendición. Y también se preguntó si el viejo Fereniar estaba con la garganta ronca y frustrado en aquel momento.
—Durante más de mil años, hemos estado celebrando este evento de unión y hermandad. El torneo, no solo es una exhibición de fuerza, sino también de cultura. Y como cada año, veremos las cinco danzas tradicionales de Ceret, comenzando por el baile de las llamas eternas, una danza tradicional de Phirstra, que se remonta a la época de los seis guerreros. Se cuenta que fue ideada por la esposa de Kaen, al ver un pueblo arder en llamas debido a la erupción de uno de sus cinco volcanes.
El anunciador siguió hablando acerca de historias tan viejas como el mundo, por lo que Fennik decidió que ya no le pondría atención. No necesitaba una lección de su propia cultura. Él sabía eso del baile de los volcanes en llamas, todo el mundo lo sabía. Empezó a imaginar que ganaba el torneo y se bebía las lágrimas de Toden, mientras el anciano lo felicitaba por ser la persona más fuerte del mundo. Sabía que era imposible, pero soñar no le costaba nada. Levantó la vista y miró de reojo a Gaemon, quien tenía los ojos cerrados.
"Así que no soy el único", pensó.
Si ganaba el torneo, usaría el premio para hacerlo escuchar historias tontas de hace un millón de años durante todo el año, con guardias vigilándolo, para que no le dejaran dormir.
Cuando salió de sus pensamientos, el anunciador ya no estaba. En su lugar había diez mujeres, todas parecían clones, tenían el pelo rojo, al igual que sus vestidos ajustados. Cada una encendía una pequeña llama con su dedo y giraban por toda la plataforma al ritmo de un tambor y una flauta. Hubo un momento donde todas se juntaron en el centro y unieron sus llamas, y se hicieron una. La ahora enorme llama que nacía en las puntas de sus dedos índices, comenzó a tragar sus manos, entonces el tambor empezó a sonar más rápido y más fuerte, y la flauta se hizo más suave hasta ser opacada. La llama consumió sus brazos y siguió, hasta que al final las consumió a todas por completo y ya no quedó nada de las mujeres más que un montón de cenizas. Entonces el tambor paró, y dejó escuchar el tono triste y melancólico que tocaba la flauta.
Fennik jaló del brazo a Gaemon hasta despertarlo.
—¿Eh?, ¿qué?, ¿ya comenzó?
—Las, las mujeres se incendiaron. —susurró, reprimiendo el grito que quería soltar.
Gaemon se le quedó mirando un rato.
—¿Eres tonto?
—¡Hablo en serio! —gritó. Al momento se tapó la boca.
Gaemon siguió mirándolo.
—Observa.
Al regresar la vista a la plataforma, Fennik notó que las cenizas comenzaban a moverse, separándose por montones, luego, cuando hubo diez montones de ceniza separados entre sí, empezaron a elevarse, como pequeños tornados de ceniza, hasta el punto en el que no se podía ver nada a través de ellos. Giraron y giraron alrededor de la plataforma, como si siguieran teniendo vida. Entonces, Fennik notó que la flauta empezaba a animarse hasta volver a su ánimo inicial, como una persona en una fiesta que se recluye en una esquina y de repente es invitada por la persona que le gusta a bailar. En un momento, todos los remolinos de ceniza se encontraron en el centro de la plataforma y chocaron entre sí. El aire se volvió gris, y nadie pudo ver nada durante unos instantes. La flauta dejó de sonar, invitando al tambor a seguir, con sonidos fuertes pero lentos, evocando a la expectativa, y siguió así hasta que la nube de ceniza se disipó y reveló a las diez mujeres, que estaban intactas, sin un solo pelo fuera de lugar y con sus vestidos tan limpios como lo estaban en un principio. El tambor recuperó el ritmo del principio y se le unió la flauta. Eran las mismas notas que al inicio.