El chico de arriba

3. Apodos en vez de nombres

Para la fiesta escogí ponerme un vestido blanco con estampado de 
flores en todo el largo. Éste solo me llegaba a la mitad del muslo, 
pero me gustaba el diseño porque las flores eran azules y 
contrastaba con mis ojos. Lamentablemente, debía prescindir de mi 
sujetador porque el escote era bajo y el vestido era con tiras. No 
estaba avergonzada porque tampoco tenía mucho para mostrar, el 
vestido tenía incorporado un pequeño relleno para sujetar mis 
pechos, así que caminé con libertad hacia el piso de Amber 
enfundada en unas sandalias con tacones. 
La puerta del apartamento estaba cerrada, cuando logré entrar, me 
arrepentí un poco de mi elección de ropa. Las chicas estaban 
vestidas como si estuvieran en un club; vestidos estrechos y 
tacones tan altos que parecían los de Amber. 
Me abrí paso entre las personas para llegar a la sala. El 
departamento era un caos y ni siquiera era medianoche. La música 
no sonaba tan fuerte, más era la bulla de la gente al jugar los 
videojuegos en la sala de Amber y los gritos y risas de las personas 
en los juegos de mesa. Estaban jugando, y si alguien perdía, pues 
bebía cerveza u otra bebida alcohólica. Quería quedarme y ver a las 
personas jugar, pero el problema era la cantidad de gente que 
había, creo que no conocía ni a la mitad de ellos. 
Como no veía a Amber por ningún lado, continué mi camino.

Me detuve en la puerta de la cocina, mirando alucinada lo que 
ocurría en el pasillo de las habitaciones. Era la figura de un chico y 
una chica. Ambos conversando frente a frente. Eran Kem y Ada. No 
quise detenerme allí, verlos juntos no debía sorprenderme. Pero lo 
hacía. Recordé la primera vez que vi a Kem luego del baldazo de 
agua, Ada había bajado a verlo. Y él había dicho que tenía una cita 
importante. ¿Ella era su cita? 
Viéndolos ahora sí lo parecía. 
—Pssst —susurró alguien detrás de mí, asustándome. Cuando 
volteé miré a una sonriente Amber—. ¿Espiando? 
Traté de disimular. 
—Iba a entrar a la cocina y los ví, solo un segundo. 
—Al final vino el vecino, Kem, pero no trajo a su hermano. —Hizo 
puchero—. Ada está hablando con él y yo estoy aquí, sola. 
—Pues ya llegué para hacerte compañía. 
Amber desestimó mis palabras con una mano. 
—Me refería a ser la cita del hermano de Kem. ¿Te imaginas? — 
Soltó una risita mirando detrás de mí—. Hermanos con hermanas. 
¡Sería genial! 
No sonaba ni de cerca tan genial como ella lo decía. Al contrario, 
sonaba extraño. 
—¿No pudo venir el hermano de Kem? 
—Dijo algo sobre cuidar a su hermana. —Amber se encogió de 
hombros y luego tiró su cabello ondulado hacia atrás. Su rostro 
estaba maquillado de tal forma que parecía haberse tirado horas en 
ello. Yo solo había elegido máscara de pestañas, delineador y un 
tono suave en los labios. Me sentía una niña a su lado. Pero a 
Amber no parecía importarle mi aspecto, me tomó de la mano—. ¿Quieres ir a bailar? También tengo alcohol en la cocina, Ada 
compró bastantes botellas en el supermercado. 
—Paso. —Si mis padres se enteraban que había tomado alcohol, no 
dejarían que me volviera a juntar con Amber. Además, no me 
gustaba mucho el sabor de la cerveza, o cualquier otra bebida 
alcohólica—. ¿Tienes idea de quiénes son estas personas, Am? 
Apostaba que no sabía ni quiénes eran la mitad de las personas 
aquí. Tal vez eran amigos de la universidad de Ada, eso explicaría 
porqué habían chicos que parecían mayores que nosotras. 
—Creo que son amigos de Ada. También he invitado a algunas 
personas del colegio. —Sus tacones altos hacían que fuera mucho 
más alta que yo. Y aun así se empinó para mirar hacia la sala—. 
¿Vamos allá? Están jugando beer-pong y quiero jugar hasta 
emborracharnos. 
Por fuera me reí, pero por dentro me asusté. Sabía lo salvaje que 
era Amber y podría emborracharse tan rápido que no la paraba 
nadie. En casos como aquel debía ser paciente y tratar de 
mantenerla bajo control. 
Nos acercamos a los jugadores de beer pong y ella fue directo hacia 
el centro de la mesa. Empezó a jugar mientras yo la miraba 
divertirse. Socializar y jugar con personas que no conocía, no era mi 
fuerte. Eso se notaba a leguas. Amber y yo éramos tan opuestas 
que a veces me sorprendía la cantidad de años que llevamos siendo 
mejores amigas. 
Verla tan divertida entre personas que yo no conocía me hizo 
preguntarme qué pintaba yo en todo esto. A esta hora bien podría 
estar leyendo en mi cama o viendo una película, cualquier cosa que 
no fuera estar aquí, rodeada entre extraños. 
Volteé hacia Amber para decirle que saldría un rato pero estaba 
demasiado concentrada en hablar y jugar con los desconocidos, así 
que me dirigí a la cocina, al lugar que sabía estaba vacío.

Dentro era un desastre. En la encimera había cualquier cantidad de 
botellas de licor y vasos vacíos de plástico. Divisé algunas bebidas 
alcohólicas nuevas, pero me decanté por una botella de Coca Cola 
sin abrir, perfecta para la sed que tenía. 
Tomé un vaso limpio de plástico y le eché varios cubitos de hielo de 
la nevera, luego me serví la gaseosa observando la espuma 
rebalsar. Contenta con eso tomé un sorbo. Con el vaso en mano 
decidí dejar de esconderme y volver a la fiesta, pero antes que 
pudiera salir de la cocina choqué contra alguien, ocasionando que 
toda mi bebida se derramara sobre mí. 
Demonios. 
Salté cuando sentí algunos cubitos de hielo adentrarse en mis 
pechos. 
Mierda. 
—Joder, lo sient... —La voz del chico se detuvo al verme, cuando 
levanté la mirada del desastre que había ocasionado en mi vestido, 
me horroricé. Kem había chocado conmigo—. Ah, eres tú. 
Lo dijo de manera tan irónica, burlona, que de inmediato pasé de 
estar conmocionada a furiosa. Este chico tenía un problema 
conmigo, cuando debía ser al contrario. 
—Mira por donde caminas —fueron mis primeras palabras. Miré 
hacia abajo, a mi vestido arruinado, arrepintiéndome de no haberme 
puesto sostén. Todo mi pecho estaba pegajoso y mi vestido mojado, 
la sensación era tan fea que me crucé de brazos para no mostrar 
más piel de lo que ya se transparentaba por la tela mojada. 
—Fuiste tú quien se apareció en mi camino —dijo. 
—¡Tú estabas entrando! —exclamé ofuscada—. Tú debiste fijarte.



#5047 en Novela romántica

En el texto hay: juvenil, amor, vecinos

Editado: 10.01.2024

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