El chico de las cámaras (en edición)

3

Sabía que Alan no se tragaría lo que le dije. Aunque no nos guardemos secretos, investiga todo para saber que  las cosas esten bien. No hablamos de ambos, sino de mí. Siempre a sido muy sobreprotector con Pía y yo, pero sobre todo conmigo. 

Alguna ves llegué a pensar que le gustaba, se lo dije pero el solo respondió con:

No, eres mi amiga casi mi hermana. Me preocupo por ti, eso es todo.

Nunca nos mandamos mensajes. Como nuestras casas están juntas podemos hablar a traves de las ventanas o los muros que nos separan.

Intenté esperarlo por la ventana pero no se asomó. Fui a los muros, pero tampoco estaba ahí.

Cabizbaja, caminé de regreso a mi habitación. Estaba claro que seguía enojado conmigo.

Durante dos días, sí, sólo dos días desde lo ocurrido estuvo evitandome. Salíamos a la misma hora de nuestras casas para ir al mismo colegio. En las mañanas si ibamos juntos los tres porque esas clases si las teníamos juntos. Alan, a pesar de ser un año mayor estaba en clase de historia con nosotras. 

Tuvo que recursala porque el muy tonto se le ocurrió faltar una semana a esa clase, no hizo los apuntes ni las tareas y su promedio fue de cinco punto cinco y eso no le pudo ayudar. Sus padres estaban furiosos, tanto que los gritos se escuchaban a unas cuantas cuadras, literal. 

Bueno a lo que estaba, esas mañanas se fue solo y  a Pía se le hizo raro. Durante las horas libres en donde coincidiamos tampoco se nos acercó y en la salida tampoco no lo topamos mientras caminábamos hacia las casas.

Sé que está enojado, pero cuando se enoja no dura ni una hora cuando nos pedimos perdón.

El timbre sonó y algo confundida fui a ver quien era. Nadie me viene a visitar a menos que sea Pía pero ella nunca toca la puerta.

Mi cara se transformó de una confusa a total horror. Alan se encontraba recargado en el umbral de la puerta, su cara era completamente seria. 

Jamás lo había visto así. Siempre estaba feliz o a veces también triste, pero jamás de esa forma.

Al ver que estaba perpleja paso aun lado de mi. Parpade varias veces y cuando por fin pude reaccionar estaba en mi habitación. Me acababa de cargar en su hombro.

Alan jamás había entrado a mi habitación pero ya que, es él y nunca la juzgaría-que yo sepa-.

-¿A qué se debe tu visita?- claro que tenía que hacerme la tonta.

-¿Por qué me quitaste mi celular?- que directo.

-No respondas una pregunta con otra, sabes que lo detesto.

-Y tu sabes que detesto que no me respondas.

Auch, jamás me había hablado de esa forma.

-Pensé que era una persona que me manda mensaje y me vigila.

Ya esta, tenía que decirle la verdad. No quería que se enterara, al menos no hasta que supiera quien es esa persona.

-Cuentame con todo detalle. Sabes que amo el chisme- hay Alan, ya te extrañaba.

-Bien, iré por café, sólo no te muevas de tu lugar.

-Como usted ordene generala- el hizo señal de saludo militar y sali.

Emparejé la puerta y me quedé un momento vigilandolo. No tenía que dudar pero a veces, cuando hacía algo malo y no nos quería contar se hacía el angelito, como si no supiera nada.

Durante minuto y medio estuve espiandolo. 

<<Eres una hipócrita, no te gusta que te lo hagan pero bien que lo haces tú>> pensé en mis alrededores. 

Al ver que no movía ni un solo dedo baje a la cocina para hacer un buen café cargado- como a ambos nos gusta- y para poner unas cuantas galletas que hace papá.

Mis papás siempre se dividen en los quehaceres del hogar. Mamá hace la comida y papá hace los postres. Mientras que yo me llevo la friega de lavar la ropa, los trastes, barrer, trapear, entre esas cosas.

<<Eres la cenicienta>> siempre me lo dicen.

Preparo todo en una bandeja y subo con mucho cuidado. 

Al abrir la puerta noto que Alan esta en su celular y hago una mueca.

<<Por ese estúpido celular es como estamos peleados>>

Por un momento dejé la bandeja en mi escritorio y me lancé hacia Alan, haciendolo caer de nuevo, pero esta ves en la cama. 

Le di un abrazo de oso. Pareció sorprendido pues no se la esperaba, ni yo tampoco. Mi cuerpo reaccionó por instinto.

Después de unos largos minutos de espera pareció volver a la realidad y correspondió el abrazo con una sonrisa de lado.

Estos días fueron eternos, sentí que no me volvería a hablar por una simple tontería pero él se enoja por cualquier cosa.

-Perdón- los dos dijimos esa palabra al mismo tiempo y empezó un ataque de risa.

Hay tontito, te heche de menos en estos odiosos días.

 




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