El circo de los homicidas

Prólogo

La música resonaba a lo largo y ancho del Mercedes, mientras un baile acompañaba la melodía. La morena se movía desde su asiento entonando las estrofas de "Stand by me" como si de un espectáculo se tratase. Su hermano, Remi, conducía entre carcajadas y soltaba alguna que otra frase en el micrófono imaginario que Ava le acercaba. Llevaban cerca de hora y media de esa manera, visitando varios lugares donde pudieran establecerse. El clima colaboraba para que todo fuese más ameno: estaba cálido y con una brisa veraniega tenue.

—¡Oye! ¿Qué dices de Nueva Orleans? — soltó con despreocupación ficticia en medio de una sonrisa.

Remi torció su rostro en una mueca y negó levemente. — Ya te dije que no me agrada.

—Pero Rem... ni siquiera has estado allí — argumentó —. He estado viendo un lugar que, te juro, es lo que buscamos. Se llama Vieux Carré — contó con entusiasmo —. Es un suburbio francés.

El ojimarrón se tensó aun sabiendo que los ojos soñadores de su gemela estaban sobre él, bajó el volumen del estéreo y le dio una rápida mirada a Ava.

—¿Salimos de Francia para ir a un barrio francés? — intentó bromear, aunque solo él rió al no recibir respuesta. Soltó un largo suspiro —. No iremos a Nueva Orleans, no es un lugar para nosotros... ¿podemos buscar algo mejor?

Ava lo miró con una ceja levantada al notar el tono de voz que había utilizado; la paciencia no era su fuerte, pero definitivamente no le gustaba que Remi le hablara como si fuese una pequeña caprichosa. Se sentó para verlo de frente con los brazos cruzados.

—No hagas eso — sentenció —. Es molesto, ¿sabes? Además, ni siquiera lo viste; no seas tan cerrado. Es por eso que nos fuimos en primer lugar.

—No, Ava, basta — cortó con evidente desgano. Él sabía que aquella chica no era fácil de convencer, por lo que se vio venir el bufido molesto que dejó salir —. Ya lo hemos hablado; es una ciudad con demasiado libertinaje. No fuimos criados así y no iniciaremos ahora.

Ava comenzó a reír sin tapujos por lo que acababa de escuchar; de hecho, esa risa se convirtió en una gran carcajada que ocasionó que pusiera sus manos sobre su abdomen.

—Debe ser una broma — dijo en medio de quejidos por la gracia —. ¿Estás usando la carta de mamá y toda esa gente de la cual nos burlábamos de niños? Me refiero... "libertinaje". Vamos, Rem, no eres ni soy un santo; es la excusa más tonta que me has dicho en la vida — su gemelo solo puso sus ojos en blanco, pero no contestó, así que ella dio por cerrado el tema, que muy probablemente volvería a tocar en unos minutos u horas.

Luego de veinte minutos en completo silencio, aunque solo la radio sonaba en un volumen bajo, Ava miró el perfil de su igual, dudando un poco sobre lo que había estado pensando. Varias veces hizo el ademán de hablar, pero quedaba en medio del aire con la idea en sus labios. Pese a su intento de disimulo, Remi lo había notado, pero tampoco tenía muchas ganas de hablar de algo así; tenía sus motivos, aunque decidiera que no se los diría. Aun así, se mantendría firme para no meterse en ese territorio. A su parecer, existía el mínimo de riesgo, y como su familia lo había dicho, esta era una prueba para ver qué tan resistentes serían sus voluntades. Claro que su hermana solo creía que estaban a punto de iniciar con "el sueño americano", y él prefería que siguiera así. A sus ojos, ella era su responsabilidad desde que tenía uso de razón, y no cambiaría aunque ya fueran adultos.

—Podría ir sola — murmuró un tanto inhibida. Remi giró su cabeza parcialmente con una expresión de desconcierto, entonces la chica soltó el aire contenido —. Estaba pensando que... quizá yo podría ir sola. No sería nada del otro mundo. En Francia vivíamos en lugares separados; ¿por qué no hacerlo aquí?

—¿Qué? No... ni pensarlo, Roux. No te dejaré sola en otro país, y mucho menos ahí — dictaminó volviendo a usar ese tono.

—¡Deja de hablarme como si fuera una adolescente! — exclamó con un poco de enojo —. Ya somos grandes, Remi. Es tiempo de actuar como tal. Tú ve a donde quieras y yo igual.

Siendo algo completamente raro para los gemelos Roux, una gran pelea se abrió paso. Los gritos de ambos se repartían entre lo que deberían hacer y lo que querían por separado. Ninguno se entendía, pero aun así, contraatacaban con lo que fuera que se cruzara por sus mentes.

—¡Deja de actuar como una maldita demente, Ava! Estoy intentando protegerte, y me lo pones difícil — le gritó con notable frustración —. Te hablo así porque estás siendo justo como eras a los diecisiete; es agotador.

—¡Vete al carajo, Remi! Tu m'as fatigué — (me tienes cansada) le gritó de vuelta en su idioma natal golpeando el tablero del auto. Él pudo notarlo; otra vez estaba pasando, otra vez estaba perdiendo el control —. ¡Tú y el maldito conclave se pueden ir...

—¡Ava! Cuida lo que dices — interrumpió sujetando fuerte el volante —. No pierdas el respeto por tus raíces; no eres así — la calló.

Aquello cortó el aire de la chica; estaba realmente furiosa. "No pierdas el respeto" era una jodida broma. Nadie había reparado en ello cuando la internaron en su juventud; nadie le había hablado con dulzura en esas épocas, y eso, no lo olvidaría jamás. Todo pasó muy de repente, porque de estarse gritando entre sí, pasaron a gritar por mero terror.

El Mercedes de alguna forma había comenzado a girar sobre su eje. Lo único que llegaba a los oídos de Ava era el chirriante sonido del metal siendo arrastrado en el asfalto y los quejidos de ambos con desesperación. Ella se aferró al cinturón de seguridad, aún recibiendo golpes fuertes por todo el cuerpo. No tenía idea de cuántas vueltas estaban dando; mantenía los ojos cerrados y el cuerpo encorvado hacia adelante de forma instintiva. De un momento a otro, el silencio sepulcral la absorbió por completo.

Se habían detenido.

En ese instante, la morena soltó un fuerte quejido que se confundiría con un grito. —¡Remi! — tosió fuertemente — ¡Remi, responde! — cada centímetro de su cuerpo dolía demasiado, pero nada se asemejaba a la cruel desesperación que llegó cuando su hermano no respondió. Cuando logró escabullirse fuera del vehículo, lo primero que hizo fue mirar hacia todos lados en un intento por enfocar su atención — ¡Remi! ¡Rem... — el llamado quedó a la mitad cuando diviso varios metros más adelante un bulto inmóvil, a gatas se dirigió hacia allí.




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