Miércoles 25 de Julio del 2021.
— Hoy es un día muy especial, felicidades, disfruta tus 16, Emma— Meiga llamaba por teléfono.
—¿No vas a venir a la fiesta? Hoy estamos todos.
—Em… bueno, no lo sé, supongo que me pasaré— Cerraron la llamada.
—No sé porque no te buscas un piso, estarías mucho mejor que aquí con mamá y papá.
—Lo mismo te podría decir a ti. Además ya estoy mirando, a las 12:00 iré a verlos. Que ganas tenéis de sacarme de casa.
—Yo solo lo digo por ti, estarías mucho mejor.
—Hermanos— Pensó. Eran ya las 11:38 de la mañana, se estaba preparando para irse. Mientras que Meiga estaba mirando un piso barato, Daniel estaba sirviendo en el restaurante, Tizen meditaba en la tienda, Ramón pasaba el rato con su verdadero sobrino, Mirela estaba en su habitación, Elvia seguía con su empleo de camarera y Dalton iba directo hacia la ciudad Dos Torres.
—Es aquí— Dijo mirando la dirección en un trozo de papel.
—Daniel, tienes visita— Dijo uno de sus compañeros.
—Dalton… ¿Qué haces aquí?— Preguntó al verlo.
—¿Por qué no me dijiste que estabas aquí?
—No quería que nadie lo supiera… ¿Sabes algo de los demás?
—No, no me han dicho nada desde que os fuisteis por vuestra cuenta, ¿qué fue lo que pasó? ¿Un problema? Resolvedlo.
—Yo quería ayudar pero los demás no se querían meter en el asunto de las hechiceras místicas.
—¿Lo sabíais? ¿Sabíais lo que había pasado desde un principio?
—Yo no, lo quería investigar, pero los demás sí que lo sabían y se aseguraron de que no encontrara nada, me harte y lo deje, fin de la historia.
—¿Por eso nos quieres ayudar?
—Quería ayudar desde antes. Pero mejor tarde que nunca. Además veía los ojos de esa chica, los ojos de preocupación, los mismos que tuve yo en ese entonces.
Meiga salió del piso en venta, y mientras bajaba las escaleras del portal vio a Mar con una caja grande cogiéndola del maletero.
—¿Y eso?
—Quedan más cajas en el maletero, son todos los datos que mi padre guardó sobre aquel día. No le importan, dice que ya ha pasado mucho tiempo, toma.
—Tienes suerte de que me hayan dado las llaves.
—¿Ya has pagado?
—Iba al banco ahora mismo. Me han dicho que me puedo instalar hoy mismo.
Subieron las cajas, tres concretamente, tres enormes cajas llenas de datos e información sobre las dos torres que construyeron para esos dos grandes chicos.
—Y decías que no habías encontrado mucho.
—Ayer encontré más cosas. Hoy es el cumpleaños de tu prima, ¿verdad?
—Sí, ¿por qué lo preguntas?— Preguntó mirando los papeles de una de las cajas.
—Deberías ir, esto puede esperar, solo se cumple una vez cada año, vamos.
—¿Os habéis puesto de acuerdo todos para que no sigua? ¿Qué me ocultáis?
—Nada, escucha si no vas te arrepentirás, de verdad, si pasa algo te llamaremos al móvil, bueno, te llamare yo, no se quienes son los demás así que…
—Está bien, como tú digas, me voy a cambiar— Meiga se puso una camiseta blanca de manga corta con tejanos cortos y unas sandalias blancas, el cabello se lo recogió con una cola alta dejando el flequillo brillante y corto como siempre. —¿Qué tal?
—Solo te faltan los pantalones blancos.
—Ya, es que no tengo— Ambas salieron del piso. —Si pasa cualquier cosa llámame, de verdad.
—No te preocupes, lo haré— Mar se fue con su coche mientras que Meiga llamaba a sus padres de camino a la casa de su prima. Una vez ahí saludo a todos los invitados y se quedó a comer como su hermano, sus padres, y sus familiares. A parte de la familia, también invitaron a algunos amigos.
Unos se bañaban en la gran piscina que tenían en el jardín, otros jugaban al baloncesto en un rincón del patio, otros picaban el aperitivo de la mesa y otros estaban jugando cerca de la casa de madera.
—¿Meiga? Me ha dicho tu tía que tienes el batido de fresa en la nevera— Dijo un chico de su misma edad.
—Vale, ahora iré— Seguía sentada en las escaleras que conducían al rincón del básquet.
—Hace mucho que no nos vemos, ¿como estas?— Preguntó sentándose a su lado.
—¿Es que ahora te preocupas por mi? Tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Te preocupa algo?
—Jim escucha, no quiero hablar de eso. He venido aquí justamente para intentar pensar en otra cosa.
—Se ha colado la pelota. Otra vez…—Dijo Aleix, uno de sus primos.
—Ya voy yo a buscarla—Meiga se ofreció voluntaria para ir a la carretera y cogerla. Una vez la cogió un grito la alarmó. —¿¡Qué pasa?!— Llegando a la puerta sintió una presencia extraña dentro de la casa. —No, no, no, a ellos no— Dijo entrando lo más rápido que pudo.