Han pasado 4 años y el tiempo no sanaba las heridas, solo las cubría con un manto de aparente normalidad. El bosque que una vez fue su refugio ahora le parecía un cementerio de memorias. La cabaña donde había compartido risas y amor era solo un cascarón vacío, un recordatorio constante de su fracaso. El olor a madera quemada aún impregnaba el aire, pues después de aquella noche, incapaz de soportar el dolor, Killian había reducido su hogar a cenizas. Los años habían pasado, pero el sufrimiento permanecía intacto.
Se volvió una sombra errante, un hombre cuya existencia se había reducido a la búsqueda de venganza. Lorenzo le había arrebatado a su esposa y a su hijo, y la única razón por la que aún vagaba por la tierra era para encontrarlos... o para hacer pagar al responsable. En su soledad, había descubierto algo inquietante: no era el único inmortal. Había otros como él, ocultos en las sombras, viviendo entre los humanos sin que estos lo supieran. Algunos llevaban siglos caminando entre la humanidad, mientras que otros se habían enterado recientemente, cuando Killian los conoció se unió a ellos formando un clan. Pero todos compartían un mismo secreto: su existencia debía permanecer oculta. Y ahora, sin proponérselo, ese secreto estaba a punto de ser descubierto por alguien que lo cambiaría todo.
No muy lejos de allí.
Lorena Sánchez salió del consultorio con la vista nublada por las lágrimas. Sus manos temblaban mientras apretaba el sobre con los resultados de sus exámenes médicos. Su mente intentaba procesar las palabras que acababa de escuchar. "El cáncer se te ha adelantado y en cualquier momento puedes morir." Su cuerpo se sintió más pesado con cada paso que daba por el pasillo del hospital. Al llegar a la salida, el frío de la noche la envolvió como una bofetada de realidad. Caminó sin rumbo por las calles iluminadas, con el corazón latiendo desbocado y la respiración entrecortada.
—No puede ser... —susurró para sí misma, tratando de convencerse de que todo era un error.
La lluvia comenzó a caer, fina y persistente, mojando su cabello y empapando su ropa, pero no le importó. Se apoyó contra la pared de un callejón y deslizó la espalda hasta quedar sentada en el suelo. No podía llorar. No quería llorar. Pero entonces recordó las palabras de la doctora hace años. "Hay una cura... pero es imposible." "Para salvarte, necesitas encontrar a un inmortal con tu mismo tipo de sangre."
Esa idea era absurda. ¿Inmortales? ¿Acaso la doctora había perdido la cabeza? La ciencia había avanzado lo suficiente como para tratar enfermedades terminales, pero hablar de inmortales sonaba a un mal chiste. Y sin embargo... Había algo en la manera en que la doctora lo había dicho. No era una simple teoría, no era una posibilidad absurda. Lo decía con certeza. Como si supiera que era real.
Lorena respiró hondo, obligándose a calmarse. —No tengo nada que perder... Si los inmortales existían, si de verdad había una cura para su enfermedad, entonces haría lo que fuera necesario para encontrarlos.
Lo que no sabía era que alguien ya la estaba observando. A pocos metros de distancia, oculto entre las sombras del callejón, un par de ojos azules seguían cada uno de sus movimientos. Killian no sabía por qué aquella joven había captado su atención, pero había algo en ella... algo familiar, y que de algún modo, sus destinos estaban entrelazados. Mientras Lorena luchaba con su nueva realidad, Killian se debatía entre el deseo de venganza y la posibilidad de redención que esa joven representaba.
La lluvia seguía cayendo, y con cada gota, la vida de Lorena se sentía más frágil, más efímera. Pero en medio de su desesperación, una chispa de esperanza comenzaba a encenderse. La idea de que los inmortales existieran, aunque sonara descabellada, le ofrecía una salida, una posibilidad de luchar por su vida y lo malo que nadie se iba a enamorar de ella en tan poco tiempo.
Killian, por su parte, se sentía atraído por la determinación de Lorena. En ella veía un reflejo de su propio sufrimiento, una lucha que resonaba con su propia historia de pérdida. Sin saberlo, ambos estaban en un punto de inflexión, listos para cruzar caminos que cambiarían sus vidas para siempre.
—Quizás no sea tan absurdo después de todo —pensó Killian, mientras decidía dar un paso hacia adelante, acercándose a la joven que, sin saberlo, podría ser la clave para su propia redención.
La noche estaba llena de posibilidades, y aunque el dolor y la soledad habían sido sus compañeros durante tanto tiempo, tal vez, solo tal vez, había una oportunidad para sanar, para encontrar un nuevo propósito. Y así, en medio de la tormenta, dos almas perdidas estaban a punto de encontrarse, unidas por el destino y la esperanza.