El Clan de los Inmortales: La elegida.

Capítulo 2: El inmortal

Lorena apretó los puños.

Esa sensación de ser observada no desaparecía.

Dio un paso adelante, pero algo en su instinto le gritó que no debía moverse.

Y entonces, lo vio.

Una figura alta, vestida completamente de negro, salió de las sombras.

Su corazón se detuvo por un instante.

Era un hombre de apariencia joven, pero había algo en él que le heló la sangre.

Tenía los ojos de color amarillo como si no fuera humano.

Él al darse cuenta cambió al color azul de sus ojos.

No sabía por qué, pero algo dentro de ella le dijo que ese hombre no era normal.

Killian la observó en silencio.

Podía ver el miedo en sus ojos, pero también notó algo más.

Ella no corría.

No gritaba.

Simplemente lo miraba, tratando de entender.

Interesante.

—No deberías andar sola a estas horas —dijo finalmente, con voz baja y profunda.

Lorena tragó saliva. —¿Quién eres?

Killian ladeó la cabeza. —Alguien que podría ayudarte.

Esas palabras la tomaron por sorpresa.

—¿Qué…?

—Buscas a un inmortal —continuó él, dando un paso adelante—. ¿Por qué?

Lorena sintió que su corazón se detenía.

¿Cómo sabía eso?

Retrocedió un paso instintivamente.

—No sé de qué hablas.

Killian soltó una leve risa, pero no había diversión en ella.

—No mientas.

El silencio entre ellos se hizo pesado.

Lorena sintió que su mente trabajaba a toda velocidad.

Si este hombre sabía lo que estaba buscando, si de verdad era un inmortal, entonces…

Tal vez, solo tal vez… tenía la respuesta que necesitaba.

Inspiró profundamente.

—Estoy enferma —dijo finalmente, con voz firme—. Me dijeron que la única cura es encontrar a un inmortal con mi mismo tipo de sangre.

Killian la miró con intensidad.

—¿Quién te dijo eso?

—Una doctora.

El ceño de Killian se frunció.

—¿Cómo sabe ella sobre los inmortales?

—No lo sé —Lorena se cruzó de brazos—. Pero si es cierto… necesito encontrar uno.

Killian la observó durante un largo momento.

Había conocido a muchas personas a lo largo de los años. Humanos que lo temían, que lo cazaban, que querían aprovecharse de su sangre.

Pero ella…

Ella no parecía tener miedo de él.

No le pedía su sangre con desesperación ni trataba de manipularlo.

Solo quería vivir.

Algo en su interior se agitó.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo diferente a la ira o la sed de venganza.

Suspiró y metió las manos en los bolsillos de su abrigo.

—Si de verdad quieres encontrar a un inmortal —dijo con calma—, debes saber algo.

Lorena lo miró fijamente.

—¿Qué?

Killian se acercó hasta quedar a solo unos centímetros de ella.

—Una vez que entres en este mundo… no hay vuelta atrás.

La intensidad en su voz la hizo estremecer.

Pero no se echó atrás.

—No tengo elección —susurró.

Killian la observó por un momento más, y luego, inesperadamente, sonrió.

No una sonrisa amable.

Era una sonrisa peligrosa.

—Entonces, prepárate, humana.

Porque su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

La noche en Ciudad de Nueva Esperanza era un susurro constante de autos, luces parpadeantes y voces que se perdían en el aire. Pero para Lorena Sánchez, el mundo parecía haber enmudecido.

Apenas podía sentir la llovizna que mojaba su rostro o el frío de la brisa nocturna. Su mente estaba atrapada en una idea imposible.

“Los inmortales existen.”

No era una teoría absurda en internet, ni un cuento de ciencia ficción.

Era real.

Y el hombre que tenía frente a ella, de mirada penetrante y presencia imponente, era la prueba viviente de ello.

—Si de verdad quieres encontrar a un inmortal —dijo él con voz grave—, debes saber algo.

Lorena sostuvo su mirada, sin apartarse ni un centímetro.

—¿Qué?

Él dio un paso adelante, acercándose lo suficiente como para que pudiera sentir su presencia como una sombra envolvente.

—Una vez que entres en este mundo… no hay vuelta atrás.

La joven tragó saliva.

Desde el momento en que la doctora pronunció aquellas palabras en su consulta, su vida había tomado un giro inesperado. Pero algo dentro de ella le decía que este instante, aquí y ahora, era el verdadero punto de inflexión.

Si aceptaba lo que este hombre decía… si seguía adelante con esto… no habría marcha atrás.

Pero la alternativa era morir.

Y ella aún no estaba lista para eso.

Así que alzó el rostro, dejando claro que no tenía intención de retroceder.




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