El claustro de Isa.

Capitulo 2

La mujer al darse cuenta que habló en voz alta, lo que probablemente estaba pensando, se tapó la boca.

Me imaginé que nuestros padres habían hablado un poco acerca de nuestras fechorías o de nuestros pleitos, creo los asustó y lo que más los alarmó fue enterarse que éramos dos, no solo una hija aunque en mi opinión era muy pero muy pocas las veces que Idara y yo, teníamos episodios entre nosotras de proporciones catastróficas.

Mi madre salió apresurada, aplaudiendo de emoción al ver a sus dos retoños.

- ¡niñas!- bajando los escalones casi volando.

Mi gemela y yo pusimos los ojos en blanco, era increíble que aún nos tratarán como niñas de 5 años.

Nos envolvió en un fuerte abrazo, al sentir su perfume no pude evitar apretarme fuertemente a ella, la extrañaba y sus abrazos me hacían sentirme segura desde que era una niña.

- mami - besé su mejilla muy ruidosamente.

Mi hermana me hizo una mueca de burla, en su opinión y muy en el fondo yo estaba de acuerdo con ella pero jamás lo admitiría delante de Idara, yo era algo infantil.... bueno digamos muy infantil.

- ¿por qué no avisaron que venían hoy? - nos revisaba para asegurarse que estábamos completas.

- queríamos darles la sorpresa - señalé.

- hubiésemos llegado más temprano si la gente que vive por acá no nos hubieran dado cinco veces mal la dirección - comentó Idara arrugando su nariz.

- Lo siento mis niñas, la gente de aquí se cuidan entre ellos, ya nos consideran parte de la comunidad así que al no conocerlas supongo les pareció raro, porque nosotros - pasando su mano por la frente - creo les hemos dado la impresión de que nuestras hijas son pequeñas - sus mejillas estaban rojas.

Sonreí ya que eso siempre pasaba con mis padres, les hablaban a sus amistades acerca de sus bebés y al conocernos, la gente disimulaba una sonrisa al ver que ya estábamos muy grandecitas para que aún nos llamarán bebés.

- pasen mis niñas - haciendo señas al hombre rubio para que llevará nuestro equipaje - les presentó a Enid Grimel - señalando a la mujer bajita - y el es su esposo Nicolás Grimel, ellos están encargados del cuidado de la casa y de todo el personal doméstico.

Idara levantó una ceja, al parecer nuestros padres estaban decididos a vivir sus últimos días a lo grande.

- Señoritas, bienvenidas - murmuró Nicolás, sus ojos eran tan cálidos.

- Gracias señor Grimel - contestó Idara sin dirigirle una mirada, algo muy típico en mi gemela, el creerse mejor que el resto de las personas.

- Gracias Nicolás - sonriéndole y estrechando su mano.

Me percaté que su esposa la del nombre un poco raro tenía el ceño fruncido observando a una y a otra, no me enteré en qué momento se movió para ayudar a su esposo con el equipaje.

- señoritas, lo que necesiten, me lo hacen saber - murmuró, sus ojos estaban entrecerrados.

Realmente me parecía más amable Nicolás que su esposa que al parecer era una mujer amargada y gruñona.

Me encogí de hombros y continué el camino detrás de mamá y mi gemela sin evitar escuchar lo último que dijo la Sra. Grimel.

- siendo dos, será más difícil saber quién es ella.

"vieja loca" pensé.

Al entrar a la casa me asombré al ver lo hermosa que era, mantenía la decoración del siglo pasado, los muebles antiguos, las mesas, la pesada alfombra, al pasar por el umbral de la puerta fue como si hubiésemos entrado a una época pasada.

- ¡princesas! - caminó con los brazos abiertos.

Habló de papá, si nuestra madre nos avergüenza con su trato de niñas, nuestro padre era peor, aún no quería aceptar que ya éramos adultas.

- ¡papi! - me tiré a sus brazos

Lo sé, yo también contribuía al trato de bebés de nuestros padres, pero se sentía tan bien ser mimada.

Olía a tabaco, el olor típico de papá, me aparté para que abrazara a Idara.

- Señor Boteler - habló una voz ronca.

Mi padre se giró hacia la voz que hizo su entrada a la sala y dejándonos sin aliento a mi gemela y a mí.

¿Cómo se que ella también estaba sin aliento?, fácil... Empezó a componerse el escote y a pasar la mano para arreglar su cabello que no tenia pero ni una hebra de fuera.

Vi como la reencarnación de Adonis posaba sus ojos en Idara dejándolos un buen rato sobre ella, algo que no fue muy a mi gusto pero era algo en lo que estaba acostumbrada... toda la atención para mi gemela, nunca me importó pero esta vez sí, sentí un malestar porque este hombre si me impresionó.

- Niñas –habló papá y por primera vez me sentí roja al escuchar su trato – Les presento a Andrew Harlaw, el esta clasificando los libros de la biblioteca – nos sonrió mi queridísimo padre.

- Encantado señorita... - tomando la mano de Idara y besando su dorso.

- Idara – susurró mi gemela derretida.



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En el texto hay: fantasia, romance, amor

Editado: 10.07.2018

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