El claustro de Isa.

Capitulo 22

querida, ¿estas bien?- miré a mi madre- me dijo Enid que algo te pasaba.

Negué con la cabeza.

- estoy bien madre - me senté en el corredor en una mecedora, ella se sentó enfrente mío y comenzó a tejer, ella siempre tarareaba una canción, la amaba.

- ¿saldrás? - levanté la cabeza y me encontré con la mirada fría de Idara, iba a negarlo al fin había decidido quedarme acompañando a mi madre - necesito me acompañes, no se que pasa contigo pero me lo prometiste.

Frunci el ceño al darme cuenta que no recordaba nada, mi madre levantó el rostro y nos miró muy seria.

- Isabelle no se siente bien.

- tú me has enseñado que una promesa es una promesa madre, necesito el ojo crítico de Isabelle, estoy pensando en montar una tienda de cosas antiguas en este pueblo.

Mi madre la miró por un momento con una mirada molesta pero creo fue imaginación mía porque luego ella le sonrió a mi gemela.

- claro querida, vayan con cuidado -me levanté y tomé mi móvil.

- vendremos tarde no nos esperes, iremos al pueblo del valle de la luna -mi madre nos miró y luego asintió.

No recordaba ninguna promesa pero si no iba con ella pasaría  escuchándola dia y noche renegando.

Subimos a su auto en silencio, avanzó un poco y un moreno guapo se subió, traté de recordarlo pero no lo logré.

- mi señora - miré a Idara que le hizo un gesto con la mano para que guardará silencio.

Todo el recorrido mi gemela me miraba y luego la carretera, cuando llegamos a un bosque ella se detuvo, miré hacia todos lados y no veía ninguna señal de vida.

- ¿ aquí buscarás cosas antiguas? - la sonrisa que me dedico Idara me causó escalofrío.

- baja Isabelle, hemos llegado.

Me pasé un mechón de cabello detrás de mi oreja y miraba ese bosque, no era miedosa pero se veía oscuro, aún no había anochecido pero ahí parecía que los rayos del sol no se atrevían a penetrar.

- Isabelle baja -miré a mi gemela y al moreno que me miraba con curiosidad.

- me siento como caperucita a punto de descubrir que es el lobo quien la espera.

- Dios es que no dejas las niñerías Isabelle - empezó a caminar hacia la entrada del bosque, el moreno se me acercó y con su mano me instó a que siguiera a Idara, empecé a dar pasos cortos sin dejar de mirar los árboles que parecía que iban a inclinarse y sujetarme con sus ramas.

Avance y mi hermana nos estaba esperando, tenía en sus manos una tira de seda azul, se me acercó.

- te pondré esto, es mejor que no veas - negué con la cabeza, ella puso sus manos en mis mejillas y me miró directo a los ojos - soy tu hermana, jamás te haría daño, abrirás los ojos cuando yo te diga - miré hacia el moreno y me sorprendí al ver que traía mi espejo.

- ¿mi espejo? - mi hermana asintió - ¿por qué?.

- luego te explicó - se me acercó y me puso la cinta en los ojos.

- Amila - escuché pasos - esta vez haz bien las cosas, es tu señora también y la necesitó.

Sentí que alguien se puso delante de mi.

- ¡Idara! - sentí una caricia en mi cabeza.

- mi señora, soy yo Amila, mi lealtad es para ti también, no tema.

Escuché que empezó a decir cosas que no entendía ni la letra i y eso acaso la habían mencionado porque no entendía nada, lo último que dijo me sonó familiar.

el tiempo es mi amigo, la verdad me será revelada, el pasado es recordado y las palabras son entendidas.

Sentí que cerré los ojos, escuché a mi gemela con otras voces haciendo un... ritual.

Abrí los ojos pero todo estaba oscuro, toque mi rostro y sentí la tela de seda, rápidamente me la quité y pude ver a Idara junto a Black y Amila.

Isabella estaba saliendo del espejo, frunci el ceño.

- ¿ hoy es la luna de sangre? - mi gemela me miró y sonrió.

- volviste - frunci el ceño pero me quedé callada al ver que ante nosotros apareció Roberto pero vistiendo ropa de época como vestía Issa.

- Byron - Isabella se levantó el ruedo de su vestido y corrió a los brazos de Byron, él la miró sorprendido pero abrió sus brazos.

Mi corazón se enternecio ante la escena de amor que estaba viendo, la dura Isabella en su época era todo amor ante su administrador, un hombre sin título,  fortuna ni un apellido de renombre fue él único capaz de ganarse su corazón y tristemente su amor había sido condenado sin ninguna oportunidad de poder amarse.



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En el texto hay: fantasia, romance, amor

Editado: 10.07.2018

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