El Cliché En Mi Vida

10. ¿Amigos?

Dylan Pov.

No presto mucha atención a las clases pues no puedo dejar de pensar en lo que vi el fin de semana, simplemente me niego a creer eso. El maestro se pasea de un lado a otro mientras nosotros contestamos el cuestionario que nos dio, pero a mí no me importa el saber cómo se balancean estas fórmulas sólo necesita una respuesta y necesita ser contestada rápido.

— ¿Quieres poner atención? —me regaña Simón a un lado mío.

Lo ignoro, mi humor no está para sus bromas o cualquier comentario bobo que pueda hacer.

— ¿Qué te hizo enojar, limón? —pregunta.

—No me vuelvas a decir así —contestó entre dientes.

—Pero si te queda perfecto.

Suena el timbre y tomo mis cosas sin guárdalas en la mochila para dirigirme a su salón, que está junto a mi siguiente clase. Está de espaldas comiendo una paleta con su libro en mano, la puerta sigue cerrada por lo que no puede entrar, su cabello cae sobre su mochila y es sujetado de la parte de arriba con una trenza muy sencilla, me acerco a jalarla del brazo y alejarnos un poco del pasillo.

—Dime que no es cierto —hablo apenas quedamos solos y sin darle tiempo de reaccionar.

— ¿De qué hablas?

—No te hagas la que no sabe —suelto su brazo pues siento que la voy a lastimar.

—Mira, no he hablado contigo en buen rato así que yo no tengo culpa de tus enojos —cruza los brazos al mismo tiempo que frunce el ceño.

— ¿Por qué aceptaste salir con Paolo? ¡¿Por qué con él?! —me desespero y solo paso las manos por mi cabello.

—Porque él también es mi amigo y yo puedo salir con quien quiera no eres mi novio como para reclamarle algo tan estúpido —habla mirándome con odio y se da media vuelta por lo que la detengo.

—Solo...

— ¿Solo qué? Ni siquiera te importo, nos hablamos por culpa de Simón y de tus amigos pero si fuera por ti ni siquiera te molestarías en dirigirme la mirada —empieza a alzar la voz y llamar la atención de varias personas que están por ahí que se quedan a mirar— Mira, agradezco que me ayudaras a conseguir trabajo y que de alguna forma me rescataste el primer día de clases pero hasta ahí, no creo que me consideres tu amiga por el simple hecho que tu no me toleras tener cerca y que cualquier cosa que haga a ti te molesta.

—No digas cosas que no sabes.

— ¿Entonces? ¿Por qué armas todo este drama? Si está claro que no somos nada.

La dejo parada ahí sin importar que fuera yo quien quería hablar con ella, me adentro al salón y no prestó atención al resto de las demás clases solo miro por la ventana tratando de tranquilizarme y pensar en que si tal vez son amigos y que nada más le dio de su comida porque ya no quería y que deja que las personas le den de su comida en la boca como si fuera una niña pequeña pues se comporta como tal.

(...)

Es la hora de comer, entró a la cafetería y tomó mi bandeja esperando a que me sirvan de comer junto a Simón que llegó detrás de mí.

— ¿Ya no estás enojado?

Lo ignoro para darme la vuelta y empezar a caminar a la mesa hasta que veo que ahí está ella con él como si no hubiera pasado nada, como si en la mañana no hubiéramos discutido y lo que me hace enojar más es que ella se deja abrazar por él como si fueran amigos de toda la vida siendo que lo conoce menos que a nosotros.

—No vas a lograr nada sino te mueves —habla Simón pasando a un lado mío y yendo a sentarse a la mesa, lo imitó.

Todos nos saludan mientras vuelven a su conversación que es comandada por Paolo contando como Ashly logró callarle la boca a un equipo de basquetbol.

—Fue asombroso ver la cara de todos cuando lo hizo —exclama emocionado Paolo y lo único que hago es mirar mi comida.

—Tampoco fue para tanto —habla Ashly como siempre queriendo hacer menos lo que ella hace.

Siguieron hablando, pero mi cerebro no escuchaba nada de lo que decían solo se concentraba en los movimientos que hacía la chica además de las veces que cruzábamos la mirada y lo único que hacía era detallar su rostro. Terminamos justo a tiempo de comer para irnos al salón cuando se acerca a mí con las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Perdón por gritarte en la mañana —se disculpa agachando la mirada.

La tomó del mentón levantando su rostro. — Perdóname tú a mí, tienes razón no somos nada como para que te reclame.

— ¡Claro que sí! Eres mi amigo, solo que estaba enojada y no medí lo que dije. Te perdono —dice con una sonrisa resaltando esos hoyuelos que tanto me encantan.

La abrazo por encima de los hombros y la acompañó a su clase mientras acordamos una fecha para las fotos y me avisa que van a ir unas personas a la casa a hacer la tarea pues según ella no tiene el derecho de meter a nadie a la casa como si fuera suya y pues me avisaba para que no hubiera problemas. Entró a su salón y yo me apure a llegar al mío, es increíble como un abrazo de ella cambio tu estado de ánimo en cuestión de segundos.

(...)




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