El Cliché En Mi Vida

16. Piscina

Ashly Pov.

Pedí permiso desde días antes, me levanté temprano, me alisté temprano y todo para que las chicas todavía no vengan por mí, me iría a la casa de Simón pero no me mandaron la ubicación como dijeron.

La casa está demasiado silenciosa sino me equivoco los señores están dormidos pero los gemelos no recuerdo donde estaban.

Ahora entiendo porque me aceptaron.

Empiezo a jugar en mi teléfono un jueguito de gatos, el único juego que he descargado, se supone que es una cocina y que tengo mis empleados pero no hacen nada y la gente se empieza a juntar, me entra una llamada cortando mi juego.

— ¿Hola?

—Estamos aquí afuera, te esperamos —contesta Ami.

Me asomo por la ventana viendo un auto rojo, jamás lo había visto en la escuela. Subo a despedirme de los señores, tomando la mochila y mi botella de agua; me saludan nada más verme y me subo en la parte de atrás.

 —Perdón por llegar tarde, pero Simón necesitaba que compráramos unas cosas —señala Cinthya la hielera junto a mí.

—No pasa nada.

Prenden el estéreo conectando un celular para empezar a escuchar a Olivia Rodrigo con Traitor, nosotras cantamos la canciones a todo pulmón con demasiado sentimiento cualquiera pensaría que estamos dolidas pero no, solo estábamos disfrutando el viaje.

(…)

Las chicas bajan unas cosas de la cajuela así que yo baje la hielera, acomodo mi mochila y me preparo para cargarla.

Me muero.

La hielera esta muy pesada así que me costó bastante levantarla, respiré para volverla a cargar y con pasitos de hormiga voy camino a la puerta de Simón. Las chicas estaban tocando la puerta cuando yo llegue así que la baje para descansar unos momentos, Simón nos abrió y pareciera que la única que estaba ahí era su novia porque a nosotras nos ignoró.

Ami se apresura a entrar mientras yo intento no caerme con la hielera, veo dos sombras acercarse a donde estaba. Dylan y Darcy me quitaron la hielera llevándola entre los dos aunque el primero también se llevó mi mochila.

Y yo que quería quejarme.

Corro detrás de ellos, yendo detrás de la hielera. —Hola.

—Hola ratoncita —saluda Darcy.

—Pero… ¿Cuál fue el mal que te hice para que me digas así? —dramatizo poniendo una mano en mi pecho.

Entramos al patio, escuchándose mejor la música y el ruido de las personas.

—Lo digo porque te la vives leyendo.

— ¡Pero tú también lees!

—Ya se —me da una pequeña sonrisa burlona.

—Entonces tu serás un ratón.       

—Me parece.

Nos sentamos en unas de las sillas miro a mi alrededor dándome cuenta que absolutamente todos están en traje de baño, incluida las chicas y eso que apenas llegamos.

— ¿No te vas a cambiar? —habla Dylan por primera vez en todo el rato que estamos juntos.

—Creo que sí.

Me levanto para quitarme la blusa pues traigo el traje de baño abajo, cuando siento como alguien la jala acercándome a él.

— ¿Qué planeas? —interroga Dylan frente a mí.

Del jalón quedamos muy cerca, dejándome confundida. —Esto… Me voy a cambiar.

—Hay un baño para eso.

Ahora todo tiene sentido.

—Tengo el traje abajo —susurro evitando su mirada.

Me suelta volviéndose a sentar, no veo su reacción, lentamente me quito la blusa dejando al descubierto la parte de arriba del enterizo y hago lo mismo con el short. Me acerco por mi mochila pues me había puesto detrás de los chicos para quitarme la ropa.

— ¿Traes bloqueador? —pregunta Darcy.

—Sí, esta aquí. ¿Quieres?

—Lo digo por ti y tu espalda.

El traje es descubierto de toda la espalda hasta tantito arriba de mi trasero por lo que si no me pongo bloqueador lo más seguro es que termine adolorida y toda roja.

— ¿Me ayudan? —extiendo el bloqueador en medio de los dos y Dylan me lo quita de la mano.

Me siento junto a él en el camastro, me quedo mirando a Cinthya y Simón. La mirada de este es llena de amor y admiración pura, a pesar de estar hablando con los demás chicos no deja de prestar atención a lo que su chica hace o dice, la toma por la cintura y en momentos que no esta hablando le da besos en la mejilla haciendo ruborizar a la chica.

Siento algo frio en mi espalda que me desconcentra pero las manos de Dylan se sienten muy suaves, no me dejo pensar por lo que solté un suspiro. Cierro los ojos disfrutando del pequeño masaje de Dylan, estoy en esos momentos que nada más se escucha o siente.

— ¡Dios amigo! ¡Te pusiste rojo! —exclama Aaron mientras se ríe.

Por su comentario caigo en cuenta en donde están la manos de Dylan, en el final de mi espalda, no había sido consiente de eso y que lo podía incomodar poniéndome a mí también roja.




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