El Club de las Ánimas
Por
Eliacim Dávila
Capítulo 05
Ayudar a las personas es lo que hago
Lloro salió cabizbaja del despacho de Roja, y Eulalia se apresuró a alcanzarla y se paró a su lado izquierdo. Ambas avanzaron cautelosamente por el pasillo en dirección a la puerta principal del hotel, la misma por la que habían ingresado hace sólo unos minutos. Lloro parecía andar en automático y viendo sus propios pies, sino fuera porque estos estaban ocultos bajo su largo vestido. Eulalia la observaba con preocupación, intentando no ser demasiado evidente.
—¿Cómo estás, Lloro? —Se atrevió la enfermera a preguntar cuando ya estaban a la mitad del pasillo.
—Bien… —susurró Lloro muy despacio—. Pero creo que eso no salió muy bien, ¿cierto?
—Roja hará todo lo que esté en sus manos, vas a ver —declaró Eulalia, procurando sonar más entusiasmada de lo que realmente se sentía—. Quizás le tome un poco de tiempo, pero dará con alguna pista. Tú confía, ¿sí?
El espectro de negro sólo asintió lentamente, pero no parecía genuinamente estar de acuerdo con la afirmación de su acompañante. Quizás sin querer Eulalia había despertado demasiadas esperanzas en su nueva amiga, aún a pesar de que ella misma no supiera con anticipación si realmente Roja podría hacer algo o no.
¿Debería entonces haberse esforzado por mostrarse más reservada y mantener bajas las expectativas? Quizás sí. Para bien o para mal, a veces solía dejarse llevar más de la cuenta.
Había sido un error, pero aquello ya estaba hecho y debía dejarlo atrás. Después de todo, los espíritus se lamentaban de demasiadas cosas provenientes de su vida, como para sumarle también las de la no-vida. Ahora debía enfocarse en una solución.
Mientras se acercaban al lobby, la música proveniente del salón se hizo más notoria. Ellas giraron por completo en la dirección contraria a la fiesta, hacia la salida. Sin embargo, a mitad del lobby escucharon como alguien pronunciaba con fuerza a sus espaldas:
—¡Señora Llorona!, hola.
Ambas se detuvieron y se giraron. Dos hombres no-vivos se aproximaban desde la dirección del salón, con amplias sonrisas de emoción en sus rostros. Eulalia notó que con tan sólo ver que se le acercaban, Lloro volvió a ponerse a la defensiva, e incluso se colocó un poco detrás de ella, quizás sin darse cuenta.
—Señora, queríamos preguntarle si le gustaría… —comenzó a pronunciar uno de los hombres que se aproximó, pero Eulalia se apresuró a intervenir.
—Disculpen, pero ya nos tenemos que retirar —pronunció la enfermera con dureza, pero al mismo tiempo con su rostro reflejando esa habitual amabilidad, lo que lo volvía una confusa combinación. Los dos hombres se detuvieron en su sitio, un tanto vacilantes—. Ambas tenemos trabajo que hacer, así que no podemos quedarnos más tiempo. Pasen buena noche, ¿sí?
Los dos hombres parecieron ponerse un poco nerviosos y se miraron entre ellos. Esta reacción confundió un poco a Lloro. Uno los hombres le susurró algo al otro al oído, mientras señalaba directo a Eulalia. Ésta los miraba impaciente, aunque sin dejar de sonreírles.
—Claro, como usted diga, señorita Planchada —comentó uno de ellos al fin, retrocediendo un poco y agachando la cabeza—. Que ustedes también pasen una buena noche.
—Gracias, muy amables —respondió Eulalia rápidamente, y entonces tomó a Lloro de su brazo y ambas comenzaron a caminar hacia la puerta, atravesándola sin mayor contratiempo.
Una vez que pusieron un pie afuera, algo parecido a lo ocurrido en el edificio de departamentos ocurrió. Ambos espectros ya no se encontraron en el jardín exterior de aquel hotel (o escuela), sino muy lejos de ahí, de nuevo a un poco más o poco menos de 250 kilómetros. Lloro volteó sobre su hombro. Detrás de ellas se encontraba la fachada de otro hospital, aunque éste se veía más grande e iluminado que el anterior. Miró entonces de nuevo al frente; a lo lejos, los primeros vestigios del amanecer comenzaban a hacerse notar.
Al contrario de lo que muchos podrían creer, la luz del día no le hace ningún daño a los no-vivos, y de hecho les es posible salir y caminar en pleno día sin ningún problema. Pero la mayoría de sus habilidades son más débiles durante ese momento, incluyendo su facilidad de movimiento. Además de que los vivos los notan mucho menos, hasta el punto de sólo ser percibidos como una sensación fría en su cercanía y poco más. Por esto es más cómodo para ellos pasar el día en algún lugar tranquilo en el que se sientan seguros.
Eulalia de seguro estaba ansiosa por volver a su departamento antes de que el sol saliera, pero igualmente su andar por las calles aún oscuras era bastante calmado, quizás para no dejar atrás a Lloro que igualmente no demostraba mucho apuro en sus pasos.
—¿A ti también te conocen? —preguntó la mujer de negro de pronto, rompiendo abruptamente el silencio y tomando un poco desprevenida a la enfermera.
La pregunta sin lugar a duda venía a raíz de lo que acababa de pasar cuando salían del hotel, y cómo esos dos hombres habían reaccionado ante ella.
Editado: 06.10.2022