Elisa se marcha sin esperar una respuesta. Se desliza entre las sombras del pasillo como un fantasma, dejando tras de sí el eco de su amenaza y una atmósfera cargada de expectación. La puerta al final del pasillo se cierra con un suave clic que resuena en mi mente como un disparo.
Damian no se mueve. Está de pie junto a la ventana, observando cómo la tormenta se intensifica. Su silueta recortada contra la luz del relámpago es inquietante, como si él también formara parte de esa oscuridad que se cierne sobre nosotros.
El reloj sigue avanzando. Cada segundo es un recordatorio del peligro que se aproxima, de la decisión que tengo que tomar. Y ya no puedo confiar en nadie.
Damian me mira finalmente, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que me hace temblar. No es solo el deseo lo que está presente en su mirada, sino algo más. Algo que no sé si estoy lista para enfrentar.
—¿Lo entiendes ahora? —pregunta, con la voz baja, controlada—. Esto no es solo un juego de traiciones. Es un ritual. Y ella es la que lo ha orquestado todo.
Lo miro, incrédula. La palabra "ritual" reverbera en mi cabeza, y mi cuerpo reacciona de forma visceral. Todo empieza a encajar, las pistas, los detalles que me parecían fuera de lugar. La casa, la tormenta, la noche eterna que parece no tener fin. Elisa… ella no es humana. O al menos, no como nosotros.
—¿Qué estás diciendo? —murmuro, sintiendo cómo el aire se vuelve más denso, casi irrespirable.
Damian camina hacia mí, sus pasos lentos y calculados. Cada movimiento es una advertencia, una señal de que lo que está por venir es peor de lo que había imaginado. Cuando llega a mi lado, se inclina ligeramente, su boca apenas rozando mi oído.
—Elisa nos está usando para su propio beneficio. Y lo ha hecho antes, muchas veces. Este juego es su forma de perpetuarse… de sobrevivir. —Hace una pausa, su aliento cálido chocando contra mi piel—. Y nosotros… somos solo las piezas.
El miedo me golpea de lleno, haciéndome retroceder un paso. Mis pensamientos se arremolinan en una espiral de confusión y pánico. ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Qué es Elisa? Y sobre todo, ¿qué quiere de nosotros?
—¿Por qué no me dijiste esto antes? —pregunto, mi voz temblando ligeramente.
Damian suspira, pasándose una mano por el cabello, como si tratara de calmar la tormenta interna que lo consume.
—Porque no estaba seguro de cuánto sabías. —Su mirada se endurece, pero hay algo vulnerable en él que antes no había visto—. No estaba seguro de qué lado estarías.
Lo que dice tiene sentido, pero aún así, siento que me oculta algo. Todo el mundo en esta casa tiene secretos, y Damian no es una excepción. Él también está jugando su propio juego. La pregunta es: ¿cuál?
—Elisa es peligrosa, Carolina. Pero eso ya lo sabes. —Se detiene frente a mí, su presencia abrumadora—. Pero lo que no sabes es que este ritual necesita algo más que traición para completarse. Necesita un sacrificio.
El sonido de la palabra sacrificio cae como una sentencia de muerte. Mi estómago se revuelve, y siento que el suelo bajo mis pies comienza a desvanecerse.
—¿Sacrificio? —repito, casi sin aliento.
Damian asiente, su mirada fija en mí.
—Y ese sacrificio… podrías ser tú.
Las palabras se cuelan en mi mente como veneno. Todo cobra sentido ahora. La forma en que Elisa me ha manipulado, su mirada penetrante, su manera de jugar con mis emociones. Me estaba preparando para esto desde el principio.
—¿Por qué yo? —pregunto, luchando por mantener la compostura—. ¿Por qué no tú o ella?
Damian sonríe con amargura.
—Porque Elisa no puede sacrificarse a sí misma. Y yo… bueno, digamos que soy el único que podría cambiar las reglas del juego. Pero para eso necesito tu ayuda.
El fuego en sus palabras me desarma. Por un segundo, pienso en huir, en salir corriendo de esta casa y dejarlo todo atrás. Pero algo me detiene. No es solo el miedo lo que me atrapa, es el poder que siento al estar en el centro de todo esto. Soy una pieza clave en este juego, y aunque me aterre, también sé que tengo el control de algo. Lo que sea que pase a continuación, dependerá de mí.
Damian se acerca aún más, sus ojos atrapando los míos.
—Carolina, puedes salir de esto. Podemos derrotarla. —Su mano se desliza por mi brazo, firme, cálida—. Pero necesitas confiar en mí.
Su proximidad me envuelve de nuevo, y aunque debería apartarme, no puedo. Hay algo en él, algo magnético, peligroso, pero innegablemente seductor. Mi respiración se acelera, y el calor entre nosotros crece, mezclándose con la tensión palpable del miedo y el deseo.
—¿Cómo lo hacemos? —pregunto, más dispuesta de lo que quiero admitir.
Damian me mira intensamente antes de hablar.
—El ritual necesita completarse, pero no de la manera que ella planea. Si podemos desviar la energía, si podemos invertir el sacrificio… —Hace una pausa, su voz bajando a un susurro—. Podemos destruirla. Pero será arriesgado. Y solo funcionará si estás completamente de mi lado.
El reloj en la sala suena de nuevo. Faltan quince minutos para la medianoche. El tiempo se acaba, y las opciones son cada vez más escasas.