El Código Luis

7. RENACER DESDE LA PALABRA

A medida que me acercaba al final de la escuela secundaria, me encontré enfrentando un dilema que me había atormentado durante mucho tiempo: ¿Debería seguir mi pasión por la escritura y perseguir mi sueño de convertirme en un “escritor” o debería sucumbir a las expectativas y seguir un camino más convencional? Veamos: ¿qué modelos tenía ese adolescente de escritores que se dedicaban de lleno a eso? Y que además les fuera bien.

En persona, nadie.

Todos ingleses, norteamericanos o a lo sumo algunos referentes de Buenos Aires. Ese chico sanjuanino que vivía a más de mil kilómetros de las grandes urbes y a más de diez mil de los autores que admiraba no podía cosechar la expectativa de ser escritor porque no sabía cómo se hacía, no existía una carrera que se lo enseñase y solo tenía cerca la alternativa de estudiar literatura que le serviría para ejercer la docencia, ni siquiera sería algo que lo metería en el mercado editorial.

Mercado editorial… Tarde ese chico comprendió que eso era.

Con buen fanático de los libros, era bueno en las notas y ganó una beca en una de las universidades más prestigiosas de ciencias económicas y jurídicas del país, en Buenos Aires, pero la rechazó porque para su familia eso no era una opción, por lo tanto tampoco para él además que no veía la relación entre ese sector de mercado y sus expectativas personales.

“No se puede vivir de la escritura”, “tenés que hacer algo aparte y seguir escribiendo como un hobby”, “te vas a morir de hambre siendo escritor”, uffff esas eran algunas de las cosas que me decían quienes no sabían cómo orientarme.

Ojalá hubiera tomado la beca de aquel momento, pero lo veo hoy con ojos de quién ya sabe mucho más acerca de cómo se configura el recorrido.

Así que, ¿por dónde iría? Opté por Psicología.

Creía que eso me daría una inserción laboral segura, además me gustaba porque leía muchos libros al respecto y entré a estudiar esta carrera. Aunque mi amor por la escritura nunca disminuyó, sentía que era mi deber seguir un camino que satisficiera las expectativas de los demás y asegurara mi futuro financiero, como si la estabilidad existiera en este bendito país.

Mientras me sumergía en mis estudios de psicología, nunca abandoné mi pasión por la escritura. Seguí escribiendo en mi tiempo libre (o buscando obligatoriamente el tiempo para poder hacerlo), publicando libros en plataformas digitales y compartiendo mis historias con el mundo. Cada lectura, cada comentario y cada palabra de apoyo reafirmaba mi creencia en mí mismo y en mi capacidad para seguir mi sueño, incluso mientras seguía otro camino que me gustaba y se me hacía en cierto modo sencillo por mi facilidad para la lectura comprensiva de corrido y en tiempos breves, de hecho, jamás reprobé un final y la mayoría de mis notas eran 9 de 10 o 10 de 10. Yo tampoco me conformaba con menos, pero jamás fue un asunto de calificaciones sino porque cada texto que pasó por mis manos siempre fue un desafío de querer comprender realmente lo que decía.

A medida que pasaban los años, mi pasión por la escritura solo crecía, y con ella, mi éxito como autor si se le quiere llamar así. Mis libros acumulaban millones de lecturas en línea, superando todas mis expectativas y demostrando que la escritura era más que una simple pasión: era mi vocación, mi propósito en la vida. ¡Sí, millones de lecturas!

Gratuitas.

Porque era un sector que aún no era monetizado para los escritores, aunque sí para las plataformas que se valían de ello. Solo existía alguna oportunidad comercial con algún contrato editorial lo cual se había convertido fervientemente en mi mayor expectativa.

 

El equilibrio entre mis estudios de psicología y mi carrera como escritor no siempre fue fácil, pero descubrí que ambas pasiones se complementaban entre sí de maneras que nunca antes había imaginado. La psicología me proporcionaba una comprensión más profunda del comportamiento humano y bases de lectura o investigación de temas para mis libros, mientras que la escritura me permitía explorar y expresar las emociones y experiencias de una manera única y creativa.

Y así, mientras caminaba por el sendero de la dualidad, me debatía entre una cosa o la otra.

Diecinueve años tenía, casi veinte cuando recibí un mail y luego un llamado que atendí desde el fondo de la tienda de ropa de mi madre.

La editorial más grande de habla hispana había aceptado publicarme no uno sino TRES libros.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.