El coleccionista

La vieja. Escapé del bosque. –

La vieja. Escapé del bosque. –

Alguien me manipula. Nunca he escrito nada. -

Pronto volví en razón. La lamida de mi gato Aron que estaba a mi lado en el patio trasero de la casa me despertó de inmediato. Tuve un desmayo. Había descendido al sótano a guardar el espejo, muy cuidadosamente. Y luego todo se volvió oscuro. -

¿Qué rayos sucedió? ¿Acaso fue una pesadilla? Me duele todo el cuerpo. Aron comenzó a maullar y no dejaba de contemplarme minuciosamente. Los pelos de su piel se erizaron mientras estudiaba mi ser convulsionado por aquella pesadilla. Si, estaba en un hospital y un enfermero me comento que me encontraron en una carretera desmayado. No de hecho, no recuerdo cuando perdí el conocimiento. Aron continúa sigilosamente su observación. Eso me inquieta. Ahora estoy en el suelo del pastizal de mi hogar. Un escarabajo deambula con una pelota de excremento ¿Dónde he visto ese insecto?¡Rayos! Si ahora recuerdo. ¡Dios! Si esa cosa salía de mí. Me incorporé del suelo y me adentre en la casa. Eran las cinco de la tarde del verano y los grillos se estaban exaltando por el calor abrazante.

Eran mediados del mes de Enero Aron estaba fastidioso con todas esas pantomimas que tienen los gatos. En el día de domingo pensé en arreglarme y salir un poco de paseo en lo que restaba de la jornada. Recordé luego que tenias unos quehaceres de trabajo. Habían llegado unos elementos interesante y debía estudiarlos. Me dirigí a la cocina y encendí la hornalla del horno a un fuego lento y preparé un poco de té como para calmar ese sueño antes de arrancar. ¿Pero que era aquello? Estaba en un bosque y luego en un hospital. Todo tan confuso. Al hervir el agua de la tetera, el calor del metal generó un ardor en mis dedos al tocar la manija. Todo se me oscureció en segundos en que parpadee, y solo una diminuta imagen se configuraba en esa espesa coloración de negro. Un muñeco con una bolsa. Los segundos acabaron. ¿Qué fue eso?

Parte de la pesadilla, me dije. Tomé un repasador para no volver a quemarme la mano. Debo ser más diligente. Con el té preparado y vertido en la tasa, me trasladé a mi habitación y encendí la computadora para realizar algunas pesquisas. Pronto encontré un correo que me había auto enviado. Al abrirlo pude encontrar un archivo de texto, al cual descargué Se titulaba Rever la historia. ¿Historia? No podía recordar bien que había escrito. Sentí el extraño mareo de la falta de memoria cuando se extravía algo de nosotros e intentamos hallarlo en alguna parte fe nuestra cabeza.

Sin más remedio abrí el correo. Y fue entonces que no comprendí lo que se había escrito.

Titulado la vieja.

….()…tenía frente de mi a ese ser espeluznante que colgaba de una soga en el árbol de las almas en pena que rondan los alrededores . Me invitaban a llevarme aquella figura de madera. Sus rostros no tenían morfología alguna, y en determinados movimientos se mimetizaban en la bruma del bosque dando a entender el grave error que era el hecho de haber llegado allí. Y estaba frente a esa muñeca que despedía una energía extraña. Me sentía con nauseas, sin embargo de mi mente nacía la necesidad de poseer esa imagen totémica para mí. Corte la cuerda que la unía a ella y la tomé para mí. Al tomarla con mis manos me sumergí en un circulo de pánico. El pavor recorrió mis sentidos. Me tomé el estomago debido que los dolores se intensificaron. De aquel acto deje caer la imagen. La respiración que parecía desaparecer regresó a mí. Con mis fuerzas, medite dejarla allí, aunque no pude. No, no pude…..()….

Cerré los ojos unos instantes y respiré hondo. Tomé una bocanada de aire como para que esos segundos de tiempo me apaciguaran los nervios que me trasladó el hecho de leer este escrito.

Apagué el ordenador en cuanto sonó el timbre de la puerta principal. Tenía cita para unos clientes que estaban preocupados con un producto. Pero no era la hora pactada por el momento. Salí de mi cuarto y descendí las escaleras al living. Al llegar a la puerta de entrada la abrí. Una mujer con gafas estaba allí. No tendría más de treinta años. No era la cita de clientes por lo que me pareció un tanto extraña su llegada.

- Buenos días – Saludé en orden - ¿Qué puedo ofrecerle?

- ¿Sr. Leandro Williams Parker?

- El mismo, pero con un aire un poco extraño.-

- Perdone la molestia. Pareces un niño extraviado en alguna parte ¡Je! ¡Je! – dijo ella con una risita leve. Su rostro guardaba una simpatía, y detrás de él, la curiosidad en vida.

- Todos piensan que soy un niño. Expresé con desgano

- Soy nueva en este barrio. – inmediatamente se quitó los lentes de sol. Poseía un aire oriental con un cabello marrón extenso muy apreciado. – mi nombre es Rebi Rumiko. ¡¡Rebi Rumiko….!!

- Un gusto. Te has mudado aquí – Observé los alrededores - Espero sea placentero. Es un barrio muy tranquilo. – No muy agetreado. Te darás cuenta tanto en invierno como en verano.

- Si. Quería algo especial. Vengo del interior de la Provincia. Del pueblo de las mostazas, cerca de Coronel Pringles.

- ¿Me suena conocido ese pueblo?

- ¡Te felicito! Nadie lo conoce. ¡Ja! ¡Ja!

- ¡¡Qué simpática!! – Me dije a mí mismo. Esa risueña forma me asusta en algún punto

- Bien…Solo vine a saludar y pedir un favor.. Es que tengo problemas con la instalación de luz. ¿Quería saber si conoces algún electricista?

De hecho no conocía a nadie. Pero podría darle una ayuda pensé, por lo menos por cortesía y vecindad. Salí de casa, y Aron se acercó a ella, tenía un aire de exótico que cautivaba a las mascotas, pero de inmediato se largo al patio; Rebi, posee una figura bien detallada, un busto grande, y buen porte en la cintura para colocarse de manera derecha, su semblante se asemejaba al de una geisha occidentalizada. Vestimenta de chal, y unos pantalones jeans, con una camisa, y zapatos. Su pelo atado con un listón, y de los cuales en los contornos de sus orejas recorrían sus cabellos. Su estilo remito, era muy particular y exótico. Aron regresó y ronroneaba entre sus piernas nuevamente, acariciando sus pantorrillas. Rebi se agachó acariciarlo. Palpó con su mano derecha la cabeza de Aron.

  • ¡¡Es muy bello!!, ¡¡Y hasta tiene una manera de comunicarse!!. ¿Cómo se llama?
  • Aron, es mi gato.
  • Es propicio tener uno en la casa. Por las energías, digo – Pensó ella con un dedo en el labio analizando
  • ¿Usted cree?
  • Si, tiene una profesión particular, supongo. Y no me digas usted. No soy una señora mayor.
  • ¡Bueno! -- ¿Cómo lo sabe lo de mi profesión?
  • No lo sé, me lo dijo el gato. ¡Je! – Se ríe. –




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