Capítulo 6: Un Nuevo Color En La Paleta

La mañana llegó, y con ella, un tipo diferente de luz inundó el apartamento de Daniel. El sol entraba por la ventana, pintando las paredes con un resplandor cálido y dorado. El padre de Emma, con los ojos aún hinchados, se preparaba para irse. Daniel le preparó un café, y ambos se sentaron en el pequeño sofá, un silencio cómodo entre ellos.
—No sé cómo pagarte esto —dijo el padre, con la voz llena de gratitud.
—No hay nada que pagar —respondió Daniel—. Es solo… ser humano.
El hombre se levantó, su mano en el pomo de la puerta. Dudó un momento y luego se volteó. —Soy Javier —dijo—. Y sé que no somos amigos. Pero me gustaría que lo fuéramos. Tal vez, un día, podamos hablar de esto de nuevo.
Daniel asintió, una sonrisa genuina en su rostro. Javier se fue, dejando a Daniel solo en el apartamento. Pero esta vez, el silencio no era de soledad, sino de esperanza.
Unos días más tarde, Daniel encontró algo en su puerta. Era un dibujo, hecho con crayones. En el papel, había un hombre de azul, parado frente a una casa. Y en su mano, un globo rojo brillante. Abajo, con una letra infantil, había una nota: “Para el señor que ve el azul. Gracias por su cuento. De Emma”.
Daniel miró el dibujo, sus ojos llenos de lágrimas. El dibujo no era una obra de arte, era un recordatorio. Un recordatorio de que su "azul" no era un color solitario. Era el color de la honestidad, de la empatía, y del amor incondicional que había encontrado en un lugar inesperado.
Al mirar el dibujo, Daniel se dio cuenta de que no necesitaba un final feliz de cuento de hadas. Ya lo tenía. El amor propio, la amistad y la conexión eran los verdaderos finales. No se trataban de encontrar a la persona correcta, sino de ser la persona correcta. Y con el globo rojo en su mano, Daniel sintió que el azul de su mundo empezaba a tener otros colores.