Prefacio.
Desde sus tres siglos de existencia, ese había sido el año más largo que había tenido que vivir y ¿Cómo no? Si ella ya no estaba a su lado, estaba solo nuevamente en este vil mundo donde hasta el sabor del pecado de la carne y la sangre había perdido sentido para él. Alejado del ruido volvió a acomodar su traje, quería estar presentable, aquel era un día especial. Miró de soslayo aquella caja, donde se hallaba acunado el cuerpo de su amada, una estructura bellamente tallada a mano, con un diseño Victoriano como ella lo había escogido muchas décadas atrás, aún podía recordar el júbilo en su joven rostro al verlo, como sus bellos ojos color dorado brillaron más que nunca y sus pálidas manos acariciaron la estructura como si fuera un pequeño animal indefenso.
—¿No te parece hermoso, Hayden? —La chica había vuelto a mirarlo con una expresión infantil, tan propio de ella, antes de abrir la tapa y ver una colcha color blanca, lo que la hizo sonreír aún más— Mira, creo que sería muy cómoda ¿No crees?
—Querida, no es necesario comprar algo como esto y lo sabes —Murmuró mirando lo que para él siempre fue y sería solo una caja, pero la chica hizo caso omiso a su comentario y siguió viendo las cualidades de aquel ataúd— ¿Lo quieres de verdad?
—Claro que sí, sino no estaría aquí —Respondió con total lógica, ella a pesar de lo joven que era una persona sería y muy práctica, aunque también era muy obstinada cuando algo le gustaba— Sé que no es necesario pero quisiera tener uno, donde poder acostarme y sentirme, aunque fuera por una vez viva
—De acuerdo —Quiso ahogar un suspiro pero se podría interpretar como fastidió por lo que se guardó las ganas— Si ese es tu deseo mi amor, será lo que desees —Con pasos firmes se acercó al cuerpo de la menor y con sutileza acarició su suave rostro, uno que se iluminó con ese simple acto
—Gracias —Contestó apoyando su rostro en búsqueda de aquella caricia
¿Quién diría que luego lo ocuparía algún día?
Eran criaturas de la noche eterna, alimentándose del deseo y la lujuria. Pero la gente les temían y había quienes les culpaban del pecado ante lo cual eran atacados y una noche de navidad fue turno de su amada, no pudo hacer nada, solo la vio caer y cerrar eternamente los ojos en sus brazos, pero eso no era algo que lo permitiría, no sin antes dar su desgastada alma para recuperarla.
De un viejo armario saco un saco y un sombrero de copa, el sol ya se había ocultado por completo, en unas horas ya sería media noche. Tomando una profunda respiración, guardo un papel en el bolsillo derecho y fue por el frío cuerpo de su amada, acariciando dulcemente su rostro besó su frente antes de alzarla en forma nupcial.
—Tranquila querida, pronto estarás nuevamente a mi lado —Susurró saliendo de aquella casa abandonada en dirección al campanario
Con cada paso que daba sentía como si su muerto corazón volviera a latir, una tontería siendo que ni siquiera recordaba cómo se sentía aquello, tres siglos no pasaban en vano, pero era un gran momento para recordarlo, pronto aquellos grandes ojos dorados volverían a mirarlo y esos delgados labios volverían a dedicarle aquella hermosa sonrisa.
—No es un juego lo que deseas —Había comentado Karum cuando le hubo confesado su deseo de recuperar a su amada, el mayor acarició su larga cabellera antes de volver a observar con esos brillantes y penetrantes ojos pardos— No es lo mismo perder la vida, que perder el alma
—Pero, deseo recuperarla —Su voz sonó quebrada, así como el mismo se sentía en aquel momento
—Hay una forma —Interrumpió entregandole un papel— Ella podrá volver a abrir los ojos y podrás disfrutar de su compañía nuevamente, pero... —Su mirada se fijó en un cuadro en la pared, donde una mujer de cabellera rubia dormía bajo la sombra de un roble— Recuerda que Scarlett ha perdido su alma, esa es una barrera la cual nadie debería intentar cambiar
A lo lejos pudo divisar el gran techo de aquella pequeña y vieja Iglesia, tras esta se alzaba una gran cantidad de lápidas, las que estaban iluminadas por los rayos de la luna, lo cual generaba unas sombras amorfas que parecían moverse de la nada. Por la hora ya no habría gente de aquel pequeño pueblo en aquel lugar, podría entrar y salir sin generar tantos problemas.
Mirando hacía la Luna, tomó una profunda respiración innecesaria y caminó hasta la puerta, dos grandes y gruesas estructuras de maderas tallada a mano, la que empujo con una de sus manos dejando una pequeña marca negra por donde se abrió la puerta. El olor a incienso golpeó su nariz de forma molesta, no entendía como a la gente le podía gustar aquel insípido aroma, o siquiera soportar cada vez que entraban. Las velas estaban encendidas por lo que fue recibido por una gran cantidad de imágenes que parecían observar lo que ahí ocurriría y sobre el altar había un Cristo crucificado el cuál parecía mirarlo de forma acusadora.
Cogiendo con mayor fuerza a Scarlett entre sus brazos, como si temiera que se la quitaran y comenzó a subir por la escalera escondida al lado del altar.
El viento comenzó a correr con fiereza haciendo que las desnudas ramas de los árboles cercanos a la estructura arañaban las paredes de piedra y sus pasos hacían eco en aquella oscura escalera, cada vez faltaba menos, pronto la tendría de vuelta y solo eso importaba.
—Nadie te hará cambiar de opinión —Dejó de lado aquella copa que contenía el delicioso líquido de vida— ¿Cierto? —La mirada que le dedicó Antho era fría y calculadora, solo faltaban unos cuantos meses para que fuera la fecha correcta pero él ya tenía todo listo
—No lo entenderías —Murmuró en respuesta, sin apartar la mirada de aquellos ojos dorados, le respetaba, le quería a decir verdad, pero esta sería la primera vez que no le obedecería— Yo la amo Antho
#18727 en Fantasía
#7384 en Personajes sobrenaturales
#10836 en Thriller
#6093 en Misterio
Editado: 13.12.2019