El Contrato de las Almas Ⅱ

I

‒Bienveni…‒ dijo Sebastian abriendo la puerta principal de la casa.

El padre de Sara se lanzó sobre él al instante, Sebastian cayó boca arriba mientras la hoja de la Cimitarra le apretaba la garganta, tan cercana que su respiración e incluso sus latidos le apretaban contra el filo clavándose un poco en su piel.

‒¿Qué estás haciendo aquí? ‒pregunto furioso el padre al momento que presionaba la espada ‒¿Quién eres y dónde está mi hija?‒ su voz sonaba cargada de furia y cansancio.

Su esposa estaba a su lado, ambos mostraban signos de cansancio por el sudor de sus frentes acompañado de sus respiraciones agitadas.

‒Ella está arriba, descansando en su cama‒ respondió apenas audible por la presión en su garganta.

La madre salió para levantar a Raquel que descansaba apoyada a un lado de la entrada.

‒No sé, que es lo que quieres‒ presiono el cuello de Sebastian con una mano mientras con la otra sostenía la Cimitarra con la punta apuntando hacia el corazón ‒pero aquí no encontraras nada. Vete con tu amigo antes de que te mate aquí mismo, no confiamos en los ángeles en lo absoluto y si te dejo vivir es porque han salvado la vida de mi hija‒ la ira del padre era enorme se podía palpar en sus amenazas.

La madre colocó a Raquel en uno de los sillones de la sala de estar, la chimenea estaba encendida el calor era acogedor, emanaba constante mientras su brillo iluminaba levemente la sala, donde una respiración casi apagada llamo su atención, en el sofá principal descansaba uno de los dos ángeles que habían huido con ellos, estaba cubierto con una cobija, pero su aspecto era terrible y débil, su respiración apenas tenía fuerza, al tocarlo sentía como su vida pendía de un hilo.

Dejo a Raquel cubierta con una cobija que reposaba sobre la mesa, reviso sus signos, tomo su pulso mientras grababa algunas runas en su cuerpo, mantenía la calma porque sentía la esencia de su hija en el segundo piso, aunque era un poco extraña algo que no podía explicar, un algo que no debería sentir.

Las runas fulgieron en la piel de Raquel que se retorció un poco del dolor, para después desaparecer evaporadas en el aire.

La madre soltó un suspiro largo, Raquel estaría bien. Subió rápidamente al segundo piso, cada latido se volvía más fuerte sentía a su hija y estaba bien. Cuando entro en la habitación, Sara dormía sobre su cama cobijada por las mantas, se acercó hasta tocar su frente, estaba profundamente dormida, aunque en su rostro se reflejaban pequeñas arrugas de malestar. La reviso de pies a cabeza sin hallar alguna herida en particular hasta llegar a su vientre donde se marcaba una cicatriz que al parecer había sido hecha con una espada atravesándola de lado a lado, quería llorar soltar toda su frustración por no poderla haberla salvado, quería saber quién había provocado tal herida además había algo en su alma, algo que no podía entender, era como si su energía fluyera errática, como si su alma gritara.

Debía saber exactamente lo que había sucedido durante la batalla, tal vez así entendería lo que pasaba, sin aviso alguno caía a un lado de su hija, su cuerpo había llegado al límite, lo mismo debía de pasar con el cuerpo de su esposo.

Bajo las escaleras, miro a los ojos de su esposo afirmando de que su hija estaba bien a pesar de que los suyos estaban vidriosos a punto de llorar.

‒¿Cómo te llamas?‒ dijo la madre dirigiéndose a Sebastian.

‒Mi nombre…‒ tragó una poco de saliva mientras sentía cómo la presión en su cuello se mantenía sin soltar ni aflojar un poco ‒Mi nombre es Sebastian‒ respondió difícilmente.

La madre reflejaba en su rostro algo que Sebastian no pudo descifrar era como si aquel nombre la hubiera traído una memoria que reflejaba que podría no ser una simple coincidencia.

‒Suéltalo, por favor‒ dijo la madre volviéndose a su esposo ‒nuestra hija está bien, está durmiendo en su cama‒

La mirada del padre se clavó unos segundos en la mirada de Sebastian antes de volverse con su esposa.

‒Debes contarnos todo lo que sucedió en la pelea y como llegaron aquí, de alguna manera conoces nuestra casa y me gustaría que me lo contaras todo‒ dijo la madre con seriedad tanta que se reflejaba en su mirada.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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