El Contrato de las Almas Ⅱ

La hoja de las espadas era perfecta, habían sido afiladas bajo un temple constante por horas mientras las runas que estaban grabadas en la hoja, fulgían de tonalidades anaranjadas, rojas y amarillas.

‒Espero resistan un poco ‒ dijo el padre sacando las espadas del fuego de la chimenea, haberlas llevado al límite las había desgastado ahora tenían que templarse nuevamente para que la acanaladura volviera a ser firme.

‒Lo suficiente ‒ dijo su esposa acercándose.

Ambos se sentaron cerca de la chimenea cuyo fuego seguía ardiendo y lo usaban para calentar sus cuerpos y avivar por última vez la fuerza de la barrera.

‒¿Cómo funciona?‒ dijo Sebastian acercándose a ellos. ‒¿Cómo funciona la barrera? Cuando estuvimos aquí, no notamos nada extraño hasta que Géminis nos advirtió de las runas por toda la casa‒

‒La barrera solo se activa si uno de nuestros familiares está dentro de la casa– dijo la madre suspirando ‒la barrera desaparece si no hay nadie dentro de ella, así evitamos dejar rastros innecesarios de nuestra presencia y conservamos la energía de nuestras almas‒

Su esposo soltó un suspiro con un toque de incomodidad.

‒Cuando uno de nosotros entra– dijo el padre sosteniendo la espada en sus manos esperando a que se enfriara ‒la barrera automáticamente se activa desde el interior de la casa hacia fuera, si detecta un susurrador o algo que no fuera humano lo destruye o lo expulsa de inmediato‒

‒Pero si nosotros somos ángeles. ¿Por qué pudimos pasar? Ustedes han demostrado que nos odian, aun así, pudimos pasar como si nada‒ Sebastian tenía un millar de preguntas, pero no había tiempo, debía elegir las correctas.

‒Puede deberse a que mi hija los invito y no encontró hostilidad en ustedes‒ apunto la espada al cuerpo de Sebastian.

‒Pero Andrés…‒ dijo Sebastian iniciando una nueva duda.

‒No sé cómo él pudo pasar, con todas esas runas en su cuerpo debía de ser expulsado y así hubieran visto en lo que se convirtió, a menos que ni él supiera lo que era hasta ser consumido por las runas de los pecados‒

‒También puede ser que Andrés tuviera mucho más poder del que la barrera podría soportar‒ dijo la madre suspirando ‒la barrera existe si uno de los tres estamos dentro de la casa así que su fuerza dependerá de ella y del peligro en el que se encuentre‒  

‒Tenemos que hacerlo ya‒ dijo el padre mirando a su esposa ‒la barrera no resistirá demasiado tal y como estamos los tres, pronto se debilitará al igual que nosotros‒

El cuerpo de Géminis empezaba a retorcerse de dolor, con ambas manos se sujetaba el estómago como si se quisiera arrancar algo incrustado en él, la madre se acercó quitándole la cobija, hasta ahora no lo había examinado a él, se suponía que los ángeles tenían una regeneración rápida hasta para las heridas que pusieran en riesgo sus vidas, pero ahora veía una cicatriz en el estómago que se cerraba lentamente con hilos de sangre que se juntaban y cauterizaban la herida.

Poco después el mismo grito se escuchó en el segundo piso, Sara gritaba con todas sus fuerzas, ambos padres corrieron al segundo piso, donde al llegar al cuarto de su hija, la vieron sujetándose el vientre con ambas manos mientras gritaba de dolor.

‒¡Qué le está pasando!‒ dijo el padre tratando de sujetarla, algo que era en vano de alguna forma Sara tenía una fuerza inusual.

Sara gritaba con todas sus fuerzas, empezaba a sudar mientras su cuerpo se revolvía del dolor, el sudor caía por su frente.

‒No… no lo sé‒ dijo la madre revisándola, poco a poco nacían runas en los brazos que se extendían por el pecho hasta llegar a una cicatriz en el vientre de su hija.

‒Son las mismas runas que…‒ dijo el padre recordando algunos de los trazos idénticos que habían encontrado en el bosque.

Géminis y Sara gritaban del dolor, ambos levantaban el estómago al aire para después patalear con todas sus fuerzas, el dolor debía ser terrible tanto que los quemaba por dentro.

En el esfuerzo por sujetarla, Sara lanzo a su padre varios metros contra la pared de su habitación, el golpe había sido brutal si no fuera por las runas en las paredes que la absorbieron el impacto.

‒¿Qué está pasando?‒ dijo la madre gritando a Sebastian mientras se acercaba a su esposo que yacía aturdido apoyado a la pared.

Sebastian subió al segundo piso estaba asustado, aquello lo había tomado por sorpresa ‒Bueno…‒ dijo algo asustado ‒creo que no les conté todo lo que había pasado‒



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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