El Contrato de las Almas Ⅱ

La carretera estaba vacía, Sebastian aceleraba a fondo una vez el primer rayo de luz tocaba la barrera, sin detenerse, sin mirar atrás acelero a fondo al lugar donde el papel que tenía en la mano indicaba, una dirección en la ciudad, un lugar donde debían llegar cueste lo que cueste.

‒¿Qué es lo que paso?‒ pregunto Raquel que se había despertado completamente a causa del susto de la velocidad y el brillo repentino.

‒Bueno, Andrés nos atacó y está muerto, los padres de Sara te trajeron con ellos‒ sonrió Sebastian forzando una sonrisa.

‒Un momento, ¿Cómo es que me trajeron? Lo último que recuerdo es que tú te acercaste a mí para curar mis heridas, luego perdí el conocimiento poco a poco y algo me cubría lentamente como raíces y hojas‒ Raquel sonaba incrédula a sus recuerdos.

‒Eso ya no importa, mi plan era que estuvieras en el bosque resguardado por una runa que desaparecería en unas horas y así podrías regresar a la carretera e irte a casa‒

‒¡Eres un desgraciado!‒ enfureció Raquel.

‒No lo soy, estaba tratando de protegerte, si salías de este mundo nada malo te habría pasado, pero tienes la manía como la de tu amiga de estar en el lugar y momento equivocado‒

‒Juro que esto no te lo perdonaré‒

‒Créeme un día lo comprenderás. Después escapamos de la casa en la camioneta mientras los padres de Sara se ofrecieron como señuelo, si el plan salía mal, ahora debemos ir a esta dirección– acerco el pequeño pedazo de papel ‒y permanecer ahí hasta que ellos nos alcancen‒

‒Siento como si hubiera dormido por años–

‒Es un efecto secundario de las runas que use en ti‒ Sebastian no la regreso a ver sabía exactamente la mirada que Raquel reflejaba ahora ‒use varias runas, como de camuflaje, de percepción y demás, pero ellos te encontraron y te trajeron con nosotros‒

‒Eres un desgraciado, si no me querías aquí eras de decírmelo‒

‒¿Me hubieras hecho caso?‒ suspiro Sebastian ‒aunque la discusión quedara para después‒

‒¡No! Tú me vas a escuchar aquí y ahora‒

‒Bueno, yo te escucharé, pero ¿También quieres hablar con ellos?‒ señalo Sebastian el retrovisor donde se reflejaba varias figuras negras que los perseguían.

Una nube negra los seguía de la cual se separaron 5 susurradores con forma de lobo que los seguían a toda velocidad.

‒Conduce, yo tratare de eliminarlos‒ dijo Sebastian sacando su brazo que sostenía la lanza por donde debería estar la puerta del conductor agarrando con fuerza su lanza mientras esta crecía en ambas direcciones.

Raquel sujeto el volante mientras sus piernas trataban de alcanzar el acelerador. Los lobos trataban de alcanzarlos, no eran muy grandes, pero si delgados y veloces, sus cuerpos etéreos ondeaban con el viento.

Sebastian corto un poco de su palma con la hoja de la lanza, uso su sangre que fluía de la herida para dibujar varias runas en sus brazos y piernas, debía ser rápido los susurradores estaban pisándole los talones. Musito una plegaria mientras cerraba los ojos, las runas empezaron a brillar en tonos rojizos y anaranjados hasta que poco a poco se evaporaban dejando una marca de quemadura en la piel.

‒¡No frenes por nada!‒ grito Sebastian sujetándose del marco de la puerta para después salir por ella clavando rápidamente su lanza al piso usándola para impulsarse encima del techo de la camioneta, sus movimientos eran ágiles logrando impulsarse lo suficiente para caer en el balde de la camioneta.

Un total de 5 lobos se formaron, Sebastian apuntaba su lanza al primero que se lanzara hacia ellos, debía acabar con todos así evitaría que llamaran a los demás susurradores.

Un gruñido acompañó el salto del primer lobo, un salto frontal directo al cuerpo, Sebastian lo atravesó con la lanza sin mucho esfuerzo mientras soltaba una sonrisa orgullosa una que duro muy poco al ver que a cada lado de su cuerpo tenía un lobo saltando a atacarlo, mientras uno más se unía al ataque frontalmente, la lanza se encogió hasta medir menos de dos metros cada extremo mantenía a raya a un lobo mientras que con las piernas pateaba manteniendo a raya a un tercer lobo.

Sebastian se percató al instante de que faltaba uno, debía estar atento este podría salir de la nada y atacarlo ahora que estaba indefenso, cuando escucho el grito de Raquel, trato de mirar con el rabillo del ojo lo que pasaba al frente cuando noto que el quinto lobo atacaba el parabrisas destruyéndolo con sus garras, si no hacia algo Raquel saldría lastimada y perdería el control del auto.

Una fuerte onda de choque los golpeo, había salido de la nada lo que provocó que la camioneta se tambaleara un poco y que los susurradores detuvieran su ataque por unos segundos lo cual aprovecho Sebastian para recitar una plegaria provocando que la lanza se extendiera varios metros, uno de los susurradores fue clavado en la roca a un lado del camino, mientras el otro del extremo opuesto se perdía en el bosque junto a la carretera.

La lanza se agitaba y se frenaba con varios objetos, Sebastian no debía soltarla por nada, si no perdería la única arma que podría destruirlos, pero el esfuerzo era demasiado las runas en su cuerpo no resistirían mucho más tiempo y sus efectos se acabarían en cualquier instante, ahora debía preocuparse por el lobo que tenía sobre el cuerpo que lanzaba sus garras hacia su pecho con intención de desgarrarlo.



#499 en Thriller
#230 en Misterio
#1111 en Fantasía
#681 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.