La ciudad se sumía en el caos, las sirenas de los bomberos retumbaban a lo lejos, los autos de policía creaban cercos y puestos donde colocar a los heridos, los edificios que habían sobrevivido al terremoto crujían advirtiendo del peligro ante su derrumbe, Raquel miraba atónita el edificio que se inclinaba hacia un lado apoyado al edificio junto a ella, era una escena aterradora que se volvió desesperante pensando que ahí dentro estaba en peligro Sara, después de su caída no sabía si ella también había caído junto a ellos, si logro escapar o si… se detuvo ante el pensamiento de su amiga en peligro.
‒Tenemos que rescatarla‒ gritaba Raquel a Sebastian que la sujetaba impidiendo que corriera dentro del edificio ‒tienen que ir por ella, esta…‒ sus pensamientos se volvieron caóticos traicionándola en su hablar ‒está ahí adentro necesita de nosotros, ¡Rescátala!‒ lanzo varios golpes a los brazos y el pecho de Sebastian cuyo agarre no cedía, su rostro reflejaba impotencia un poco más y cedería igual que Raquel lanzándose al rescate de Géminis, en su interior sabía que estaba bien, pero la realidad le daba la contraria.
Los equipos de rescate y varias personas los rescataron de los escombros antes de que estos los aplastaran, los llevaron a una zona alejada de los edificios un punto de reunión para ser revisados por paramédicos que estaban llegando poco a poco al lugar de la evacuación.
Una madre lloraba a mares abrazando un peluche contra su pecho, su cuerpo estaba magullado lleno de cortes no profundos, pero de los cuales la sangre descendía haciéndose paso como hilillos rojos en medio del polvo.
Sebastian miraba atónito los alrededores, su rostro reflejaba tristeza mientras sus manos se cerraron en puños cuyo apretón blanquecía los nudillos, un acto de pura impotencia.
‒¡Sara!‒ gritaba Raquel sobre el pecho de Sebastian sus lágrimas descendieron por sus mejillas barriendo consigo la sangre y el polvo ‒¡Sara!‒ levanto la mirada impotente de ‒¡Tus runas!‒ se dirigió a Sebastian ‒las que me hiciste cuando llegamos dibújalas en mis piernas, en mi espalda y mis brazos, debes tener runas para estas ocasiones eres un ángel, los ángeles salvan personas, tenemos que salvarlos– Raquel desesperaba con cada palabra ‒por favor‒ suplico golpeando el pecho de Sebastian ‒por favor dibújalas‒ suplico cayendo de rodillas.
‒Las runas no funcionan así, aun si pudiera podrías morir en el intento‒ trato de explicar.
‒¡No me importa!‒ sus palabras se ahogaban con el nudo en su garganta ‒solo dibújalas‒ rompió en llanto.
Estaban a un par de manzanas de distancia del edificio, los policías alejaban a todo civil de la zona de desastre, acordonado por patrullas y una cinta con la palabra repetitiva “peligro”.
Sebastian permanecía en silencio conteniendo la respiración, no quería llorar.
El abrumador grito de la gente se vio aplacado por el crujir de unos edificios, Sebastian y Raquel miraron atónitos los últimos segundos en pie de aquel edificio a lo lejos donde se habían resguardado estos días, Sebastian vislumbro a lo lejos las leves runas en el piso donde habían estado, alrededor de una veintena de ellas se apagaban una por una, hasta que la última resistió hasta el final, cuando su brillo se esfumó el edificio se derrumbó, levanto a Raquel abrazándola mientras musitaba una plegaria apenas audible, Raquel lloraba con fuerza sobre su hombro ‒¡Sara!‒ dijo antes de gritar de miedo.
Sebastian levanto la mirada ante un estruendo proveniente del edificio y al igual que Raquel ambos miraron algo que salió disparado de unos de los pisos inferiores sea lo que sea salió con tal fuerza que era difícil saber que era aquello, luego una ola de humo y polvo remontaba las calles cercanas provocando que algunos espectadores salieran corriendo en un intento de alejarse de aquel humo espeso.
‒Vamos‒ dijo Sebastian con una mirada esperanzadora, sus ojos tenían una leve lágrima atrapada insistente por salir ‒están vivos‒ susurró al oído de Raquel que lo abrazaba con todas las fuerzas que le quedaban.
Ambos corrieron en dirección al edificio a pesar de la advertencia de los policías, siendo tragados por la ola de polvo que lo engullía todo a su paso, al despejarse un poco el humo el policía que intentaba detenerlos y que cubría su rostro con un pañuelo para no inhalar el polvo los perdió de vista desapareciendo en medio del caos y la destrucción.
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Editado: 05.12.2021