Sebastian adelantaba el paso tropezando con varios objetos regados en el suelo, apenas era posible ver algo a lo lejos, la ola de polvo que los rodeaba era espesa y difícil de cruzar por no decir que la respiración dentro de ella era todo un reto, Raquel sujetaba su mano guiada entre los escombros, no decía ni una sola palabra sus pensamientos se centraban en encontrar viva a Sara ‘Están vivos’ eran las palabras que había escuchado y que le dieron el impulso de no perder la fe.
‒¡Sara!‒ gritó Sebastián.
Raquel intuyo que se habían acercado lo suficiente al lugar donde debería estar el edificio, sus pensamientos se trataban de entender como aquello que salió despedido del edificio era Sara y Géminis ‘¿Acaso las runas eran más poderosas de lo que aparentaban?’ pensó mientras recordaba las runas junto a la plegaria que dibujo Sebastian a su llegada, ‘¿Qué más tenía que decir el mundo oculto del que provenían?’
El polvo se disipó gradualmente, la destrucción de la ciudad era inimaginable, en el punto de evacuación algunas personas hablaban de un terremoto repentino el peor jamás vivido en aquella ciudad, otros hablaban del fin del mundo cosa que se parecía, pero no de la manera en la que alguien esperaría, otros mencionaban una onda expansiva proveniente de la costa por la cual se dedujeron la caída de un meteorito o la explosión de una bomba nuclear, las teorías se contaban por cientos. Raquel sabía que el fin del mundo era lo más cercano, después de conocer a los susurradores, el poder de las runas tras la activación de sus respectivas plegarias, la existencia de los ángeles, etc.
‒¿Qué fue aquello?‒ pregunto siguiéndole el paso a Sebastian ‒esa especie de temblor‒
‒Me temo que aquello no fue nada natural, ni causado por el hombro y creo que apenas ha comenzado‒ Sebastian sonaba con seriedad.
Raquel sintió una corriente que le recorrió toda la espalda agitando su ser ‒Fue como si algo explotara, podía sentir la energía golpeándome desde dentro, fue algo aterrador‒ intento explicarse.
‒Lo fue, las runas de los cazadores son muy poderosas más cuando las crean con su propia alma, si no fuese por ellas que estaban grabadas en toda la habitación habríamos muerto aplastados al instante, pero nos dieron algo de tiempo aunque sea lo que sea que haya pasado debe ser descomunal, no tengo la más mínima idea de quien sería capaz de algo así y si me pongo a pensar en quienes podrían serlo me temo que estamos cerca del fin de todo‒ sonrió como si aquello desconocido fuese espectacular ‒Géminis y yo debemos avisar a los arcángeles lo más pronto posible aunque ya deben de estar enterados, pero si podemos decirles quienes pueden ser los causantes de esto seria…‒ se detuvo al notar que su boca formaba una sonrisa de emoción que por suerte Raquel no noto.
Sus pasos bajaron de velocidad estaban en los alrededores de donde se suponía Sara y Géminis salieron expulsados.
‒¡Sara!‒ grito Raquel colocando las manos en forma de cono cerca de su boca ‒¡Sara!‒ repitió
Sebastian busco por todos lados, era difícil de distinguir algo a unos metros de distancia la nube de polvo se revolvía a girones como el cuerpo ondeante de los susurradores algo que lo preocupo al instante, aquellos lobos eran un dolor de cabeza cuando tienen el olor de su presa la buscaran así sea en el mismísimo infierno de donde habían salido esas criaturas, Sebastian levanto su lanza que se extendió un par de metros.
‒Raquel‒ dijo llamando su atención ‒necesito que te cubras adentro de ese auto‒ señalo un auto cuyas ventanas habían explotado por la caída de los edificios y que en cuyo techo se notaba una abolladura de afuera hacia adentro.
‒Déjate de tonterías‒ contestó molesta, no era momento para sus juegos ‒ayúdame a buscarlos, me dijiste que estaban vivos, quiero ver a mi amiga, abrazarla y saber que está bien‒
‒Esta vez no es una tontería creo que no estamos solos‒ Sebastian tenía esa mala costumbre de ver el peligro en cada lugar, pero no se lo podía culpar, había pasado toda una vida, siempre atento ante el peligro por más mínimo que sea esté, cosa que confirmaba el haber resguardado a su amada siempre ‒solo hazlo, haré que el humo se disperse lo suficiente para encontrarlos e irnos de aquí‒
Raquel notó que aquellas palabras no tenían un ápice de juego ni de importuno, si decía que lo va a hacer entonces lo haría, era inusual escuchar algo de seriedad en alguien que se lo tomaba todo a modo de juego.
Una vez dentro del auto cerro con dificultad la puerta que apenas tenía un poco de soltura.
Sebastian se colocó en medio de la calle rodeado de escombros, Raquel podía ver algunas personas alejándose en dirección por la que ellos habían llegado, gente malherida, jalando del brazo a alguien más en su intento de salvarla de aquella destrucción, gente con lágrimas marcadas en sus mejillas que atravesaban una fina capa de polvo, ella limpió sus mejillas debía de tener las mismas marcas de sus lágrimas, vio como su propia mano temblaba de miedo deteniéndola de inmediato con la otra mano, no era momento para tener miedo y más si su amiga estaba aquí en algún lugar posiblemente herida.
Coloco la lanza con la hoja apuntando hacia el cielo mientras el regatón era clavado en el pavimento, musito una plegaria en latín compuesta de varias palabras pausadas con el acento que a pesar de conocerlas en su totalidad sonarían como una lengua materna, tomo la lanza con ambas manos una en el asta y otra en la mitad de la misma cerca del guardamano, sus ojos permanecían cerrados mientras continuaba con la plegaria, empezó a girar la lanza enfrente de él tomándola con la mano derecha poco después la lanza descendía en sentido antihorario describiendo un círculo a su paso, la manera en la que controlaba su lanza era segura sin titubeo demostrando una vida de habilidades.
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Editado: 05.12.2021