Dormir no había sido tan reconfortante ni tan único como aquella vez, Raquel se arropaba con una gruesa cobija de lana cuyas pelusas se desprendían flotando a ratos hacia su rostro molestándola en un principio hasta que el cansancio la consumió por completo y durmió como si aquella nube donde posaba su ser fuera de lo más agradable en el mundo, Sara la acompaño un par de horas después de practicar con Sebastian, aquella pequeña grieta formada por su runa la lleno de emoción aun cuando fuese minúsculo el rasguño en el cristal se sentía motivada y emocionada de algún día destruirlo en mil pedazos, quería llegar a sus límites si fuese posible, pero hasta eso se acostó en la misma cama junto a Raquel quien estaba cálida al tacto lo cual la arrastro a acompañarla en un profundo sueño, pero no todo lo bueno dura para siempre.
Se escucharon algunos golpeteos en la puerta de la habitación.
‒Con permiso‒ dijo Sebastian entreabriendo la puerta sin pasar ‒despierten señoritas, hay que desayunar y seguir entrenando, aparte hoy regreso al departamento de tu padre para dejarle nuestra ubicación‒
No escucho sonido alguno que no fuera el resoplar de Sara y Raquel profundamente dormidas.
‒Señoritas ya levántense que hay mucho por hacer‒ insistió sin obtener respuesta alguna.
Al final Sara y Raquel durmieron hasta la tarde, sea bien por el cansancio de usar sus almas o la calidez y la paz que les proporcionaba un momento de calma en sus vidas.
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Editado: 05.12.2021