El Contrato de las Almas Ⅱ

ⅩⅧ

Con la misma fuerza con la que fue atraída Sebastian, dio el primer paso apoyando su cuerpo sobre un piso de madera, apenas vio algo cubierto por una cortina que cubría el espejo de cuerpo completo guardado en el desván de alguna casa cercana a la de Amelia, sus cálculos eran casi certeros, si el portal no se había conectado con el primer portal por el que habían atravesado era más que evidente que Amelia lo había destruido después de que todos pasaron.

Sebastian se removió quitando la sabana que lo cubría, apenas podía notar algo de la leve luz que traspasaba por las costuras, cuando logro quitarla por completo se encontró en un desván polvoriento que acumulaba una gruesa capa de polvo y un entramado de telarañas, el espejo a su espalda se sostenía por un marco de madera empotrado a lo que parecía ser un armario antiguo.

Noto que su reflejo era inexistente en el espejo algo que lo alivio un poco, significaba que el portal resistía y que ahora tenía apenas unas horas para dejar el mensaje de su ubicación a los padres de Sara, recoger su daga y tratar de hacer un par de cosas antes de volver.

La casa estaba completamente sola para su suerte, posiblemente era una cuyos dueños la abandonaron hace ya mucho tiempo o una por vender, podía ser una posibilidad, pero lo que más llamo su atención es lo cerca que término de la casa de Amelia, afuera la gente caminaba de lado a lado llevando consigo cartones repletos de comida y otros enseres, todo dirigidos a una zona en común “Ayuda Humanitaria” decía el cartel sobre el portón por donde pasaban.

La gente apenas notaba su presencia estaban ocupadas reconstruyendo sus vidas después del temblor y ayudando a quienes más lo necesitaban, Sebastian no necesitaba del glamour para cubrir su existencia fácilmente pasaba como un chico común y corriente, con el cabello alborotado, tomo nota de la hora a la que había llegado sumándole el tiempo que tardaría en llegar a la casa de Amelia tomar el auto estacionado en el garaje y conducir a toda velocidad hasta la ciudad para dejar el mensaje y volver, si tenía que hacerlo sería sin tomar descanso alguno.

Varias cuadras después llego a la casa de Amelia las luces estaban apagadas, por lo que supuso que estarían afuera ayudando a los damnificados a recuperarse de la catástrofe o en casa de Zoé explicando por qué se había escapado para estar con Oliver, todo eso hubiera sido mejor a lo que encontró una vez que llego a la puerta de la entrada principal. El pomo cedió al giro, Sebastian no necesitaba llave alguna, la casa impregnada con un poco de su alma reconocía a su progenitor por lo que era el único que podía entrar aun si hubiese mil y un candados en ella, Amelia necesitaba una llave al igual que su hijo, pero la casa supo reconocerlos poco después el uso de las llaves solo era mera costumbre.

Ya una vez dentro, el silencio llenaba cada rincón vacío de la casa, los muebles, los cuadros, y toda señal de vida que una vez habito ese lugar, ya no existía.

‒Siendo sincero‒ dijo Sebastian a nadie en especial o a sí mismo para hacerse compañía en su parloteo ‒sabía que esto pasaría‒

No fue necesario ver las demás habitaciones para saber que Amelia y su hijo se habían ido de ahí.

El silencio volvió apenas cortado por los pasos de Sebastian que se dirigía al garaje, donde el auto permanecía intacto, tal y como la habían dejado en un principio, no había herramientas en las paredes ni rastro del caos provocado hace unos días, recorrió el único espacio vacío donde habían colocado el espejo para usarlo como portal, tampoco había rastro alguno de él, lo habían rejuntado todo.

Sentía como si el corazón le apretara para no latir más, como la tristeza surgía de la típica escena donde quienes los rodeaban se marchaban o se alejaban, no era la primera ni sería la última vez.

La puerta del garaje se abrió lentamente y poco después el auto arrancaba a su destino.

Sebastian reviso cada rincón de la guantera, los bolsillos de los asientos y los cajones del auto en búsqueda de algo que le sea útil, a la final encontró papeles varios, un par de chocolates mohosos, y un reloj digital que apenas reflejaba la hora en su pantalla, tenía cerca de 3 horas y media para ir y volver, menos de una hora le tomaría viajar por lo que aparto dos horas solo de viaje y una hora y media más o menos, para hacer algo.

Deseaba ir al museo comprobar que todo estuviera bien, aunque las runas usadas en su construcción podían soportar desde incendios hasta maremotos, era cierto que aquella sacudida repentina no era nada natural. Un millar de ideas inundaron su cabeza rodeando una central, la de su amada, rezo a lo que fuese o a quien fuese que le estuviera escuchando, jamás había creído en nada, pero solo por ella esta vez rezaría y pediría por qué ella estuviera a salvo.

Encendió la radio, para despejar el ruido de su mente, el alboroto de ideas y un millar de posibilidades que lo abrumaban.

I'm at a payphone, trying to call home
All of my change I spent on you
Where have the times gone?
Baby, it's all wrong
Where are the plans we made for two?

If "happy ever after" did exist
I would still be holding you like this
All those fairy tales are full of shit
One more fucking love song, I'll be sick.

Sebastian recordaba con perfección cada palabra de la canción que sonaba en la radio a pesar de que todo su pasado estuviera cubierto por una neblina de olvido a causa de ser un ser humano, había rastros que nunca se borraban como por ejemplo la música, podía olvidar sus letras, su autor y su época, pero jamás olvidaría el leve silbido de aquellas canciones que dedico una y mil veces a su amada.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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