El Contrato de las Almas Ⅱ

Capítulo Ⅳ

Los hornos no habían parado ni un instante tenía que forjar el arma perfecta para enfrentarse a su hija y salvar de alguna manera su alma, había pasado decenas de años encerrado en su propia prisión como el pilar central, su existencia alimentaba las runas y los sigilos con los que fueron construidos si por él fuera, pasaría la eternidad conteniendo a su hija, no para salvar al mundo, el mundo le importaba poco o casi nada desde que le arrebataron a su esposa su única compañera eterna, su único propósito era el de proteger a su hija para que su alma no fuese consumida por completo por Himalia hasta encontrar alguna manera de separarlas, por ello los años atrapados dentro del cristal le sirvieron para combinar un millar de runas y trazos si tan solo los hubiera podido aplicar sabría de sus consecuencias, pero el más mínimo rastro de energía de su alma sería suficiente para desestabilizar la prisión y con ello dejarla libre.

La hoja de cristal que se templaba bajo el agua tomaba forma de poco a poco, su corte debía ser preciso tanto que pudiera separar la vida de la muerte, su objetivo no era la de cortar a la mitad todo lo que tocase, sino más bien la de separar de un tajo el alma aprisionada de Júpiter, le tomaría al menos dos días para que la hoja de cristal que jamás había sido creada, sea lo suficientemente fuerte para resistir los inconmensurables ataques de su hija y otro par de días para que la hoja fuese lo suficiente fuerte para resistir el corte del alma y por último todo un día para forjar las runas en su hoja, las que deberían ser suficientes para volverse el arma perfecta, una semana más o menos contabilizo para que estuviera completa, tenía que salvar a su hija y a Blue, a ella le pediría perdón toda la vida si fuese necesario.

Mientras la hoja de la espada de cristal se templaba lentamente, miro al exterior, la tormenta cubría toda señal del sol así que era imposible ubicarse una vez fuera, pero sabía qué hora era, la noción del tiempo era algo que domino a la fuerza en la prisión de cristal, le incomodo saber que el tiempo se agotaba, el portal en medio del salón permanecía estático Orión pidió a Sara y Raquel que cuidaran del mismo, que al más mínimo cambio o reflejo de ellas sobre el espejo lo avisaran al instante.

El portal era peligroso, la prisión había sido construida para ser impenetrable hasta que a Sebastian se le ocurrió abrir un portal con suma imprudencia para resguardar a sus amigos, aunque aquello lo alegro un poco, por primera vez en cientos de años veía que ya no iba solo en su camino, tenía amigos igual de extraños que él, pero seguía con la inquietud en su ser a pesar de no ser partícipe del mundo exterior desde siempre hasta el día que se atrapó así mismo en la prisión, sus acciones habían sido neutras, un pacto jurado con el corazón hacia su esposa.

Por lo que la impresión de Sebastian siendo un ángel sin alas, pero aun así con la sonrisa en su rostro y el jugueteo de un niño era lo que le daba la esperanza de que algún día encontraría la manera de salvar a su amada petrificada.

Han pasado tres horas y media desde que Sebastian se ha marchado, el estimado del portal era un cálculo aproximado la prisión y el hecho de que existiera una salida no lograban subsistir una con la otra, en cualquier momento se desvanecería y tardaría una semana más o menos en abrir otra para que todos salieran y él pudiese luchar con el destino de su hija.

‒¡Orión!‒ dijo preocupada Raquel ‒el portal, las runas están brillando– alcanzo a decir sin aliento corriendo hacia él.

Lo que había temido, la prisión estaba forzando el cierre del portal si no actúa de inmediato uno de los dos, cedería.

Coloco con cuidado la espada de cristal sobre un yunque para que se enfriara lentamente y corrió al salón central, dejando a Raquel detrás de él.

En medio del salón centellaban varios haces de luz de muchos colores, las runas y los sigilos sobre la piel de cristal fulgían en tonalidades rojizas, anaranjadas, amarillas y blancas, había una fuerte corriente que giraba en torno al portal, las runas se agitaban como ondas sobre el agua su poder estaba luchando con el de la prisión y eran escasos los segundos que le quedaba a la fuerza que resistía y a la que se oponían.

‒Aléjense‒ ordeno Orión con un ademán.

Orión se arrodilló junto al portal, como lo temía ambas energías chocaban y necesitaba cerrar el portal antes de que abriese la prisión.

‒Sebastian‒ dijo Géminis acercándose.

‒Es demasiado tarde, ¡Si el portal se rompe no solo estaremos encerrados aquí para siempre, mi hija escapara y no habrá nada ni nadie que pueda sacarnos de aquí!‒ grito ante el resoplido estruendoso del viento que se arremolinaba como un huracán.

‒No lo cierres‒ ordeno Géminis colocándose alado de Orión, aunque sus intenciones de detenerlo eran solo palabras, Orión notó como sus manos optaban por una posición cercana a la cadera lista para materializar su espada.

Orión se irguió, ambos estaban frente a frente con una notable diferencia de estatura y masa corporal, Orión fácilmente podría partir en dos a Géminis ‒No te he preguntado si debo o no– concluyo. Bajo de golpe la mano con los dedos extendidos sobre el espejo mientras recitaba una plegaria, solo necesitaba tocar la superficie del espejo y este se cerraría, estaba a solo un par de centímetros cuando noto que Géminis materializaba la empuñadura de su espada cerca de la cadera, Orión tomo una posición de ataque.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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