El Contrato de las Almas Ⅱ

Sara se sentía extrañada de los sueños que tenía últimamente, se sentían tan reales, pero en otra piel una ajena a la suya y aunque su voluntad fuese otra cada sueño tenía su destino sin que ella pudiera afectarlo, solo dejarse llevar.

‒¿Qué tienes?‒ pregunto Raquel respirando con profundidad, llevaban toda la mañana practicando la runa sobre la piel de cristal y aunque las grietas no eran más grandes que apenas un par de milímetros era suficiente para tener ese impulso de que algún día podrían destruirla por completo ‒Desde la mañana estas como pensativa‒ añadió colocando la copa sobre la mesa.

El círculo mágico donde practicaban tenía una flama que recorría cada uno de sus trazos, el fuego no quemaba al tacto ni consumía nada que se acercase a ella, Sara lo comprobó al acercar un cabello suyo y ver que la flama no la quemaba, en cambio, desprendía un calor confortable que las rodeaba a cada uno apartándolas del helar del exterior y de la misma piedra negra donde estaban paradas.

‒Si, solo es que…‒ Sara busco las palabras cercanas a las experiencias que experimentaba en sus sueños, no sabía exactamente cuando todo esto había comenzado todos sus sueños eran muy irreales, fantasiosos y mágicos, desde estar parada desnuda en la cima de un acantilado con el cuerpo cubierto de runas, hasta soñar con un niño oculto en un armario llorando en la oscuridad o con el sueño de aquella noche de una pelea a muerte en medio de una gresca entre bandas en una ciudad de hacía algunas décadas atrás ‒He tenido varios sueños muy extraños desde el accidente, a veces se sienten tan reales como si estuvieran pasando en verdad‒

‒¿Sueños?‒ dijo Raquel frotando el callo de una ampolla seca en la yema de su dedo índice a causa de la fricción de su piel y la piel de cristal de la copa ‒cuéntame que es lo que recuerdas, ¿Aparezco yo en ellos?‒

Sara ladeó con la cabeza negándolo ‒Una vez soñé estar en lo alto de un acantilado con el cuerpo lleno de runas en medio de una tormenta mientras alguien gritaba mi nombre…‒ empezó a contar uno a uno, aunque los sueños perdían claridad con el transcurrir de los días, la sensación en cada uno de ellos quedaba impregnado en su ser, miedo, ansiedad, alegría, éxtasis, ira, frustración.

Raquel escuchó con atención una a una las historias no opino nada hasta el final, asentía con su cabeza cuando Sara tomaba un respiro y continuaba relatando sus sueños que parecían sacados de la imaginación de un aventurero.

‒Era una especie de bodega estaba muy oscuro y apenas podía ver algo dentro de ella, ese puñete debió de dejarme inconsciente, porque no recuerdo nada más de lo que paso después. Me desperté y aún sentía su golpe en mi rostro‒ concluyo Sara frotándose el pómulo.

Raquel miró centímetro a centímetro de las facciones del rostro de Sara, no había golpe alguno ni siquiera una herida leve ‒Sí que son unos sueños muy extraños, pero según veo solo son sueños seguro es por todo lo que estamos pasando ha sido una huida llena de altibajos así que puede ser por eso‒ no sonaba muy convencida del todo ‒si llegas a soñar algo más cuéntame, pueda que los cazadores tengan la habilidad de predecir el futuro, aunque aquello de estar desnuda en un acantilado tal vez sea algo que quisieras hacer siempre, eres arriesgada cuando te lo propones‒ bromeo tratando de alegrar un poco el ambiente.

‒Si llego a estarlo de seguro lo harías conmigo‒ añadió Sara ‒eres mi mejor amiga y no creo que me dejes hacer algo así de peligroso sin que tú también lo hicieras‒ en su rostro se reflejó una sonrisa cómplice.

‒Hemos hecho cosas locas antes y ahora, han sido extremas así que una más no creo que estaría mal, pero eso sí, nada de runas, a menos que sea para respirar bajo el agua, aun así, creo que sin runas estaríamos mejor‒

Ambas rieron por la promesa loca que acababan de pactar.

Se escucharon varios pasos que provenían de uno de los pasillos en dirección hacia ellas, unos pasos firmes y constantes, acompañados del andar de unos pasos torpes que saltaban de vez en rato.

‒Creo que deberíamos comenzar con el ataque. ¿No crees? O la defensa, espérate que esto pesa un montón‒ era la voz de Sebastian que se acercaba por el pasillo así que las otras pisadas debían de ser del sujeto que apenas decía algo ‘las pisadas’ de Géminis concluyo Raquel.

Ambas se pararon esperando que ellos cruzaran el marco de la puerta.

‒Si todo sale bien– continuó Sebastian acompañado de un golpeteo metálico que se sumaba a su andar ‒Mejor dicho, va a salir bien, aunque será interesante ver cómo les va, ¿Qué tal si apostamos?‒ el choque metálico se volvió constante y variado como si dos piezas de metal chocaran en mitad de otras piezas de metal.

Géminis cruzo primero, traía unos jeans negros y una camiseta azul marino ceñida al cuerpo, su rostro inmutable junto a sus ojos reflejaba una lucha interna como si pudieras ver una tormenta a través del quicio de una puerta, tras de él, Sebastian con unos jeans azules y una camiseta violeta, sobre sus brazos una caja de madera muy grande con lo que parecían hojas y mangos de espadas de un color marrón metálico lleno de cicatrices y surcos.

‒¿Qué planeas ahora?‒ dijo Raquel que estaba a punto de sostener la copa para seguir practicando.

‒Hoy mi querida Raquelita, vamos a practicar un poco de defensa y ataque‒ dijo Sebastian colocando la caja de madera sobre la mesa.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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