El Contrato de las Almas Ⅱ

Géminis corrió sin mirar atrás, si no llegaban a tiempo sería su fin. De las mil veces que jugaba con su propia vida esta no era la excepción y ahora tenía que ser más veloz que nunca.

Después de la batalla entre ambos bandos se acordó una tregua, la policía había capturado a varios compañeros tanto de su banda como la de la banda enemiga, por lo que una disputa territorial era lo de menos ahora, se le ordenó reunir a más jóvenes para que formaran parte de la banda y así algún día acabar con la disputa de una vez por todas.

Él se negó a participar en trabajos que implicaran transportar mercadería robada o de drogas, su papel se volvió el menos importante, durante los siguientes días paso su tiempo buscando la manera de seguir adelante por su parte, si de por sí la vida era dura, en una pandilla lo era más, no tenía ninguno beneficio tanto en lo económico como en lo social, por lo que decidió separarse de aquella vida.

Ahora trabaja como bodeguero en varios puestos de la ciudad, aunque la paga era injusta siempre tuvo lo suficiente para guardar un respaldo por si algún día la ciudad y sus pandillas le traicionaban.

Un día como todos se dirigió a su trabajo cerca de la costa donde llegaban los cargueros con paquetes suficientes para su desembarque, hasta que escucho que en uno de los callejones se armaba una pelea campal.

Se escucharon varios quejidos seguidos de golpes secos con alguna especie de madera o metal que resonaban al impacto, Géminis iba a pasar de largo, aquella pelea no era su asunto y mucho menos ahora que quería que su vida no se viera afectada por su pasado por lo que mantuvo la distancia.

‒¡Maldita zorra!‒ grito uno de los atacantes que en total eran 5 ‒¿Cómo te atreves a desobedecerme?– bufo antes de escupirle.

‒Por tú bien entréganos la mercancía y podrás irte a tu casa‒ acompaño otro atacante ‒o mejor aún…‒

Géminis sintió que aquel tono tomaba un sentido mucho más perturbador.

‒Podrías venir con nosotros‒ la sonrisa que esbozo el atacante era desagradable y asquerosa, llena de malas intenciones.

La chica permaneció en el piso encogida en sí misma abrazando algo entre sus brazos con tanta fuerza que los dedos de sus manos se volvieron blancos de la presión.

‒Creo que será mejor llevarla con nosotros a un lugar privado‒ interrumpió uno de los atacantes al notar la presencia de Géminis quien los miraba desde el final del callejón sin mover un solo músculo con el rostro serio y con aquellos ojos imperturbables.

‒¡Arriba! Cárgala en tu hombro‒ ordeno uno de los atacantes que debió de ser el jefe de la banda.

‒¡Eh! ¡Tú!‒ dijo un atacante mirando fijamente a Géminis mientras se interponía entre él y sus amigos quienes se decidían en quien levantaría a la chica ‒¿Se te perdió algo?‒ grito tratando de intimidarlo.

Géminis apretó los puños con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron rojos, aunque en su rostro no expresaba más que una emoción muerta y penetrante, reflejaba una seriedad sobria tan natural que intimidaba con solo mirarla, ahora mostraba ira con el arrugar de su entrecejo.

‒Mira niño bonito‒ dijo el atacante quien dio algunos golpes en el brazo de su amigo, este se dio la vuelta y ambos lo miraron con una sonrisa burlona ‒será mejor que te vayas, tú no tienes nada que ver aquí, así que puedes irte por las buenas o por las malas, tú decides, nosotros ahora estamos ocupados así que desaparece‒ señalo con un ademán para que se apartara.

‒Nos vamos‒ dijo el jefe de la pandilla justo antes de levantar a la chica.

Géminis miro a su alrededor disimuladamente, examino posibilidades, observo todo aquello que le podría servir, eran 5 contra uno y no tenían cara de que lo dejarían vivo si lo llegasen a atrapar, tenía que actuar ahora o nunca, apenas dio el primer paso cuando escucho un grito de dolor.

Uno de los atacantes caiga en el piso sujetándose el rostro, varias hileras de sangre se derramaron por sus mejillas, sangre que discurría entre sus dedos mientras tapaba su ojo.

La chica se irguió con rapidez mientras clavaba sus uñas y mordía todas las extremidades que la sujetaban.

‒¡Mátala!‒ grito el jefe soltándola de inmediato, lo que provocó que ella golpeara el piso con un golpe seco en su espalda lo que le quito por unos segundos el aliento.

Uno de los atacantes se lanzó contra ella con una vara de metal que descendía a su pecho, el impacto sería demoledor su única opción era protegerse con los brazos si llegaban a romperse por lo menos podría seguir viva.

Sus ojos castaño oscuro miraban como el fierro descendía hacia ella, apretó con fuerza todo su ser tensando cada músculo listo para recibir el impacto, había sido su error asumir que podría ella sola internarse en medio de una ciudad desconocida, y que el encargo que llevaba en sus manos seria como cualquier otro.

Hozo dejar que su orgullo e independencia marcaran sus pasos, ahora estaba atrapada en medio de una banda cuyas intenciones empeoraban a cada instante.

La silueta de su atacante descendía con lentitud el mundo se detenía mientras su final llegaba, su cabello se enmarañaba sobre el pavimento y partes de su rostro donde el sudor y la sangre formaban manchas secas, su reparación se agitó, aunque era difícil de prolongar sentía la presión en varias costillas posiblemente rotas.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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