Ⅶ

A la mañana siguiente todo comenzaba desde muy temprano.

Sara y Raquel habían dormitado juntas así evitaban sentir el frío que la piedra negra retenía y que se comparaba al helar del exterior.

Géminis estaba a un lado del círculo mágico en medio del salón principal, Sebastian en cambio, al otro extremo jugueteando con la lanza entre sus manos.

‒Tenemos 5 días para aprender lo necesario y un poquito más‒ dijo Sebastian ‒Sara, tú entrenaras con Géminis y Raquel entrenaras conmigo‒

No hubo objeción alguna, pero si una incomodidad.

‒En 5 días estará listo el portal‒ señalo al interior de la nave donde Orión forjaba una espada de cristal ‒si tus padres llegan primero a comunicarse contigo sabrán donde el portal podría abrirse, pero si eso no llegase a pasar estaremos listos para buscar un refugio en lo que logramos encontrarlos o que nos encuentren‒

Sara sintió un estremecer en su interior, tenía la esperanza de reunirse con sus padres, pero era verdad que ya había pasado algo de tiempo.

‒¿Podrías no ser tan pesimista?‒ interrumpió Raquel por la impertinencia de Sebastian.

‒No es ser pesimista‒ se defendió ‒este mundo tiene altibajos, tenemos que estar listos para lo que pueda pasar‒

Sara colocó una mano en el hombro de Raquel en señal de que no insistiera, era verdad lo que decía y tratar de darle la contra seria un desperdicio de palabras.

‒Géminis les enseñará el arte del ataque y yo la defensa, practicaremos con todas las armas al final del día mientras con las armas que han elegido practicaremos su dominio hasta perfeccionar su uso‒

‒Suerte‒ dijo Sara dirigiéndose a Raquel.

‒Quédatela, tú la necesitarás más que yo‒ respondió ella mirando de reojo a Géminis que no se movía de su lugar, tenía las facciones inmutadas como congeladas en el tiempo, una mirada severa y una voluntad palpable.

Ambos quedaron uno en frente del otro sin decir una sola palabra, mirándose a los ojos como una batalla en ver quien desviaba primero la mirada, cosa que Sara no lo hizo hasta el final.

La tensión era palpable.

‒Para manejar una espada…‒ comenzó Géminis a decir con una voz directa ‒debes sostenerla con ambas manos, mientras esta se balancea con tus movimientos, el peso de la misma recae en la hoja por lo que puedes usarla como impulso en un ataque, los dedos también tienen mucho que ver mientras sujetas la empuñadura‒

En ese instante Géminis materializo su espada cerca de la cadera, Sara vio varias runas y sigilos que conjuntamente brillaban mientras de una luz dorada y blanca materializaban parte por parte la espada como un rompecabezas salido de la nada.

En cambio, Sara sostenía la espada hecha para un cazador, el material del que estaba hecho era muy diferente, el oricalco y el acero celestial eran muy distintos, pero en ambos se percibía la fuerza dentro de ellas.

‒Levántala‒ ordeno Géminis.

Sara levantó la espada con firmeza, aunque esta tenía su propio peso que la volvería difícil de manejar gracias a su balanceo se sentía segura de que ella era idónea para manipularla, a la final estaba hecha para ella, para su linaje.

Fue así como el entrenamiento comenzó, no descansaron ni un solo minuto, por alguna razón Sebastian no lo había permitido a pesar de las insistencias.

Géminis le enseñaba firmemente sin dar lugar a la duda, explico cada movimiento, que parte del cuerpo se movía con cada mandoble, que defensa tomar después de cada ataque, Sara siguió una a una las instrucciones, la espada con el pasar de las horas se volvía pesada y difícil de maniobrar.

Llegada la tarde tomaron un breve descanso, solo que esta vez cambiarían de instructor.

A Raquel tampoco le había ido del todo bien, Sebastian hablaba demasiado explicando detalle a detalle, a veces divagando en sus explicaciones y en otras desviándose del tema, al momento de ellas tomar una de las lanzas de la caja esta se volvió difícil de maniobrar, los ataques eran erráticos y fallaban por mucho a su objetivo.

Y así pasaron los días siguientes, entre aprendizaje y practica cada uno a su manera de enseñar.