‒¡Te juro que no lo hice con intención!‒ grito ella mientras corría junto a Géminis.
Géminis busco empleo en varios locales, sin encontrar uno con éxito, su fama y las malas lenguas lo delataban como un miembro de su ex pandilla y aunque quería aclarar que aquello había quedado atrás lo que era cierto es que su pasado lo seguía por todas partes.
Aquella mañana se dirigió a un almacén para trabajar de bodeguero, aunque la paga era mínima comparada a las horas que estaría ahí, era su única alternativa.
En el camino se topó con la misma chica que había salvado hace un par de días tratando de ganar una pelea a gritos, donde el vendedor le culpaba por sus frutas aplastadas, mientras ella le reclamaba que su puesto siempre estaba sobre toda la calle, cosa que era cierta, el vendedor colocaba a propósito sus productos al filo de la vereda con ciertos hilos atados para que la fruta cayera y fuera pisada o manchada por el lodo, y así lograr que un ingenuo comprase la fruta rancia echada a perder.
Este fue el caso de aquella chica que recorriendo la ciudad se tropezaba con uno de los tramposos que viven ahí.
El vendedor saco un cuchillo oculto en algún lugar entre las frutas, la chica no le temía a pelear si era necesario lo haría a puño limpio, la escena necesitaba de un momento más y la pelea comenzaría.
‒No lo hagas‒ dijo Géminis tocando el hombro de la chica quien no se había percatado de su presencia ‒es una trampa‒
‒De que trampa estás hablando‒ interrumpió el vendedor ‒esta chica piso mis frutas y ¡Ahora debe pagármelas!‒ reclamó.
Tratar de ganar una discusión era imposible a aquel vendedor lo único que lo callaría seria tener el dinero en sus manos, a la discusión se le unieron dos jóvenes que salieron del local de aquel tipo, la cosa iba de mal a peor.
‒¿Sabes correr?‒ susurro la chica.
Géminis apenas la escucho.
La chica pateó un cajón de frutas lanzándolas encima del vendedor, la fruta rancia y podrida bañaron primero su rostro para después desparramarse en todo su cuerpo.
‒¡Corre!‒ dijo antes de tomar una manzana en buen estado, una de las pocas frutas buenas.
Ella y Géminis se encontraban nuevamente corriendo lejos del peligro, los dos jóvenes no les pudieron seguir el paso por lo que se quedaron atrás, después de que ellos se alejaron varias manzanas.
No fue ni la primera ni la última vez que se encontraron, ella metiéndose en problemas y él tratando de evitarlos o evitarla.
Un día podía encontrarla discutiendo con unos tipos por el faltante del pago a lo acordado, y al siguiente corriendo de la policía u otro miembro de las pandillas de la ciudad, Géminis terminó involucrándose en todos sus escapes y peleas. Descubrió que ella peleaba mejor que nadie, lo único que le faltaba era fuerza y algo de estatura.
Los meses pasaron y el pan de cada día era huir con ella, Géminis aprovecho aquello para mostrarle las rutas de escape en la ciudad, los callejones con entradas y pasadizos escondidos, los lugares deshabitados y como entrar en ellos, las zonas seguras que eran muy pocas, las distintas pandillas y donde evitar encontrarlas.
Una de sus peleas fue la definitiva la que marco el comienzo de toda su historia, los dos se encontraban acorralados por siete pandilleros que querían los paquetes que la chica transportaba.
‒¡Entrégamelas ahora!‒ grito el jefe de la banda.
‒Si tanto lo quieres ven por ella‒ respondió ella retándolos con una sonrisa cínica.
Géminis odiaba esa actitud, no era la primera vez que se metían en problemas por esa misma sonrisa, aunque existía algo en todo ello que le gustaba.
Cuando la pelea comenzó cada uno se encargó de noquear a uno por lo menos, lo que sea necesario para disminuir a sus atacantes.
Géminis lanzo el primer golpe antes de recibir alguno siquiera, mientras la chica le cubría los puntos ciegos que siempre dejaba cuando atacaba, su forma de pelea era directa no esperaba a recibir el primer golpe, prefería dar el primero y el último si fuese posible, la calle le enseño a pelear o huir, y esta vez tenía que pelear con todo lo que tenía, sus ataques se cargaban con toda su fuerza lo que provocaba que tuviera puntos ciegos y oportunidades que en varias peleas casi le cuestan la vida, pero ahora era diferente aquella chica le cubría cuando alguien intentaba atacarlo, sus pasos son veloces y ágiles le venían muy bien para su soltura.
Mientras Géminis atacaba ella lo defendía, y mientras ella desviando los ataques, él aprovechaba ese instante para desvanecer a su contrincante, su coordinación surgió poco a poco; mientras corrían escapando de sus perseguidores, o saltaban las bardas y las ventanas. Ambos se fueron conociendo mientras salvaban sus vidas.
Al cabo de unos minutos la pelea concluyo con dos personas en pie, mientras las demás se retorcían en el piso de dolor.
Ambos se apoyaron sobre la espalda del otro, confiando uno en el otro, exhaustos, con la adrenalina al tope y la respiración errante.
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Editado: 05.12.2021