El Contrato de las Almas Ⅱ

Nada es eterno ni siquiera el tiempo y esa tarde Géminis la vivió a dura piel, se encontraba en su trabajo de medio tiempo que había logrado apenas entrar a base de mentiras un lugar algo alejado de la ciudad, pero ahora estaba bien, tenía dinero suficiente para salir poco a poco, para comprar unas rosas rojas e invitar a su amada a una salida romántica la próxima noche.

Apilaba los cartones manteniendo el logo de frágil siempre visible, no era la primera vez, pero si sería la última en la que le inculparan por un error cometido por terceros.

Eran cerca de las 3 de la tarde, el día había empezado desde muy temprano y parecía que no acabaría nunca mientras los pedidos y los encargos llegaban uno tras de otro, las cajas se apilaban apenas llegaban, los encargos se alistaban casi al instante y la carga en los camiones era constante, se sujetó las muñecas magulladas y llenas de callos secos adornados de cortes. Hacer el trabajo no le suponía cansancio alguno, pero le habían hecho hacer todo el trabajo a él solo.

‒¡Eh! Niño‒ dijo uno de los supervisores, un hombre alto y fornido que trabajaba en aquel almacén desde hace varios años y conocía cada uno de los trucos para desempeñar su trabajo con rapidez y facilidad ‒¡Eh! ¡Tú…!‒ levanto la voz para ser escuchado en el brumal ruido del almacén ‘Como te llamabas’ se preguntó mientras su mente buscaba la palabra correcta ‘Signos del zodiaco’ susurro buscando algo relacionara su nombre ‒¡Géminis!‒ grito con tal fuerza que su voz retumbo.

Géminis levanto la mirada mientras buscaba a la persona quien lo había llamado.

‒¡Te buscan!‒ repitió su supervisor señalando a la entrada trasera.

Géminis asintió mientras dejaba los últimos pedidos en su lugar.

Tras el almacén se extendía un callejón lleno de botes de basura y algunos trastos oxidados o que no servían, pero ese día todo eso dejaba de importar ante la presencia de una chica cuyas facciones se le hacían familiares, acompañados de unos ojos vidriosos, tinturados de lágrimas y el enrojecer de alguien que no había parado de llorar.

Aquella chica lo reconoció al instante, echándose a llorar sobre pecho.

‒Por… por favor‒ apenas se logró escuchar entre su sollozar ‒Mi hermana‒ acompaño entre lágrimas.

‒Tranquila, dime que es lo que pasa‒ Géminis trato de consolarla, pero algo en su pecho le decía que las palabras que escucharía se le clavarían en el corazón como cuchillas al rojo vivo.

‒Mi hermana me dijo que, si no regresaba en la tarde, que te buscara‒ la chica trato de vocalizar aun con el llanto en sus palabras.

‒Tu hermana es…‒ a Géminis se le hacía difícil hablar, sentía un nudo en la garganta que le apretaba con tal fuerza que hasta respirar era un suplicio.

‒Me dijo que buscara a un chico de tu edad de nombre Géminis como el zodiaco, trate de buscarte por toda la ciudad, pero no te encontraba, le pregunte a todos y nadie supo decirme donde estabas…‒ continuo hablando como sacando todo lo que tenía atrapado dentro de ella.

‒Dime exactamente que tenía que hacer…‒ Géminis no pudo pronunciar palabra alguna sin sentir antes que las palabras se volvían intangibles en su boca.

‒Desapareció hace dos días, me dijo que, si no volvía hoy en la tarde que te buscara, no me ha llamado y no he recibido ningún mensaje de ella, y tampoco me responde…‒ hablar se le hacía difícil a cada instante.

‒No te preocupes‒ dijo Géminis sin saber si esas palabras eran para ella o para sí mismo ‒la encontraré, si ella te mando conmigo es por algo, toma‒ le acerco unas llaves sostenidas por la argolla de un llavero con un gato despintado colgando de ella ‒ve a mi departamento y espera ahí, por nada del mundo le abres la puerta a nadie, cuando la encuentre iremos ahí de inmediato, por lo demás no te preocupes, ella es muy fuerte y terca como para dejarse atrapar, de seguro está haciendo algo más‒ Géminis entendía que esas palabras ahora eran para la niña.

El temor creció en su pecho, la había advertido una y mil veces que meterse en los negocios de la ciudad era asegurarse una vida complicada perseguida por otros, si ella tenía que hacer algún encargo le había dicho que lo esperara a él para acompañarla, juntos eran imparables no había pandilla que se mantuviera en pie después de enfrentarse a ellos.

‒Ahora ve‒ acompaño Géminis señalando la salida del callejón indicándole la dirección a su departamento ‒estaremos ahí dentro de poco‒

La chica se alejó entre sollozos mientras Géminis la miraba cada vez más lejana, como rebuscando en su memoria el primer lugar para empezar a buscarla, eran muchos sitios por lo que tenía que actuar de inmediato, se quitó el delantal arrojándolo a un bote de basura al igual que los demás materiales de su trabajo y corrió sin detenerse en ningún momento.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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