El aire era espeso difícil de respirar, la mezcla de varios olores entre ellos el humo del tabaco, comida en descomposición y demás olores hacían difícil tomar una bocanada de aire. Varios cuartos tenían una peculiaridad en el aroma, algunos de ellos con olor a sangre con su fuerte esencia férrica provocando náuseas a quienes entraban en ellas. La habitación central se decoraba de muebles varios, desgastados por los arañazos de quienes lo ocupaban, incluido varias sobras de comida al igual que de sustancias de todo tipo los tinturaban regados por el piso.
Las paredes llenas de grafitis de todo tipo y color, con epitafios vulgares y otros donde la imaginación de sus pintores se había desatado en palabras sin sentido, acompañadas de varios agujeros de diferentes diámetros en lo que los inquilinos jugaban tiro al blanco, tratando de apuntar al círculo mal dibujado con spray.
Las pocas ventanas que acompañaban la sala central se cubrían de periódicos viejos, de años pasados, se podría decir que jamás habían sido abiertas. El seguro estaba oxidado encada una de ellas, y varias telas de araña habían sido añadidas con el paso del tiempo, algunas ventanas tenían grietas y otros varios pedazos rotos cubiertos con fundas negras de basura, apenas el viento atravesaba esas pequeñas rendijas, trayendo consigo el ruido de las calles y el griterío de los callejones.
La luz de los faroles de la calle añadidos a algunos focos a medio morir iluminaban las habitaciones, dándole el último toque a la guarida de una de las pandillas más peligrosas de la ciudad.
Varios disparos se escucharon provenientes del primer piso, la ráfaga de disparos era abundante como si de un fusilamiento se tratase. Varios gritos acompañaron al ensordecedor ruido, hasta que después de unos momentos todo había quedado en absoluto silencio.
‒¡Dónde la tienen!‒ se escuchó en un fuerte grito.
El sonido de varios golpes y de algo de hecho de madera, destruida por un fuerte impacto acompaño la demanda.
‒¡Abre!‒ suplico el pobre hombre acompañado de varios golpes que retumbaron en la puerta ‒¡Ábreme!‒ la súplica incremento de fuerza al igual que los puños que chocaban contra la madera. ‒¡No! ¡Por favor! Yo solo cumplía órdenes‒ suplico.
‒¡Donde esta!‒ insistió la voz joven.
‒La… la tienen en el cuarto del jefe‒
Un cuchillo atravesó la puerta por el centro, un fino hilo de sangre corría atravesó de la hoja, mientras el gemido del hombre que suplicaba se apagaba al igual que su vida. La hoja fue retirada y el golpe de un cuerpo sin vida, chocaba contra el piso.
Varios disparos atravesaron el pomo mientras el cuerpo inerte empujaba tirado por la gravedad. La punta del cuchillo que había sido utilizado para acabar con su vida era lo primero que cruzaba la puerta. Géminis sabía que debía tener cuidado, la banda tenía aún muchos más matones, de los cuales después de un altercado logro despistar para que lo buscasen después de haber delatado varias guaridas donde se almacenaban la droga, las armas y toda evidencia que llevaría al final de su banda y en especial de su jefe que ahora trataba de guardar toda su mercancía y de quien más tarde se encargaría.
Entro en posición de atacar y matar, no esperaba una grata bienvenida después de lo que había hecho, era matar o que lo maten.
Escupió una baba mezclada de saliva y sangre. Su respiración era agitada, pero debía calmarse, si debía luchar tendría que hacerlo a matar, no podía perder el tiempo.
Tiempo que se agotaba a cada segundo.
Aguanto la respiración unos segundos, agudizo su oído al mínimo sonido se lanzaría a atacar, su arma se había quedado sin balas y lo único con lo que contaba era el cuchillo que había logrado arrebatar a los custodios de la puerta principal que murieron a causa de sus propias armas. Apenas había luz adentro, la tenue luz que los faroles de la calle añadían era lo único que ayudaban a su visión acompañada de unos pobres focos a medio morir.
Inspecciono la habitación central, no había nadie. Un par de metros más y estaría en la habitación del jefe.
Los pasos de Géminis eran cautelosos evitaba pisar las botellas de vidrio y las latas de cerveza regadas en el piso. Su rostro cambió en un instante, había la colilla de un cigarrillo encendido, consumido hasta la mitad.
De pronto de las sombras aparecía un hombretón de dos metros de alto y de contextura gruesa, uno de los gorilas que resguardaban al jefe. El grandulón se lanzó a toda velocidad contra Géminis que había logrado protegerse en el último segundo aminorando en poca medida la fuerza del impacto con el que era lanzado hasta chocar contra la pared. El impacto fue descomunal, la pared había vibrado un poco a causa del choque, pero el cuerpo de Géminis no tuvo la misma suerte, el impacto le había roto varias costillas mientras tosía sangre.
‒Eres un maldito estúpido‒ dijo el grandulón levantados ‒¡Nos vendiste a todos! ¡A todos!‒ recalco.
Géminis levanto la mirada, estaba aturdido apenas podía sentir su cuerpo, esta había sido la golpiza más fuerte que había tenido en mucho tiempo, toda su vida de pelea se juntaba ahora en un golpe descomunal. Su ojo derecho se empapó de sangre a causa de una herida en la frente.
‒Te mataré aquí y ahora‒ juro el grandulón ‒y esto…‒ dijo mientras levantaba el cuchillo ‒esto es por mi hermano‒
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Editado: 05.12.2021