La noche estaba helada y la ciudad se mostraba hermosa desde lo alto de la azotea del Hospital Central Plainsboro, habían ampliado varias secciones y remodelado otras, por lo que el lugar estaba cerrado a todo el personal a excepción de los trabajadores de mantenimiento y construcción, a pesar de ser una pequeña ciudad el Hospital era su icono sobresaliente.
El viento soplaba sin dejar recato de los sonidos que en él se mezclaban, una tormenta se aproximaba, pero aún había tiempo de admirar la silenciosa ciudad como todas las noches en las que Sebastian subía a leer sentado al filo de la cornisa.
–¡Qué va! ¿A quién se le ocurre enamorar a dos hermanos? Se nota que la morbosidad está en auge, aunque tiene su lado intrigante si tan solo supieran la verdad del mundo que los rodea, se mearían en los pantalones y dejarían de fantasear con ser cazadores, runas, sombras, demonios y mundos sobrenaturales–
Sebastian leía con detenimiento una a una las líneas del libro que sujetaba en sus manos, usa unos lentes sin cristales, según él ‘Lo hacían ver intelectual y atractivo’. Viste un jean azul marino algo rasgado junto a una camiseta de un tono más oscuro y un abrigo negro que le llegaba por debajo de las rodillas.
–¡Está mal! Así no se crea una runa– dijo golpeando con el dorso de su mano la página que leía.
El viento soplaba con intensidad, apenas se escuchaba el refunfuñar que soltaba quejándose porque no entendía como el escritor podía escribir aquello o por las tontas tramas complicadas que luego se resolvían con el poder del amor y la amistad o un tonto deus ex machina. Le faltaba la última hoja para terminar el libro cuando la tomo de una de sus esquinas arrancándola de un tirón; un corte casi perfecto que le hizo levantar una ceja por su precisión.
–Odio los finales, sabes– dijo mientras sus dedos jugueteaban entre las páginas –es como terminar con la ilusión, con la magia– soltó al viento la hoja que acababa de arrancar –Te he estado esperando desde hace una hora aquí– reclamó –Tengo el culo plano y congelado, pero claro a ti se te hace fácil porque llegas a cualquier lugar en un par de minutos– siguió con su drama –¿Sabes lo difícil que es conseguir un transporte a estas horas de la noche? Me pudieron haber robado o peor aún secuestrado. ¡Dime tú! ¿Qué harías sin tu mejor amigo? ¿Eh?– dijo Sebastian girando su cabeza para intentar mirar hacia atrás.
–La encontré– corto aquel sujeto con una voz inexpresiva, que se acercaba por su espalda hasta llegar a su lado junto al filo de la cornisa.
–¡En serio!– respondió Sebastian incrédulo –Esa es… es una muy buena noticia– esbozo una amplia sonrisa –David se pondrá feliz o bueno, no sé si alguna vez en su vida haya sido feliz, siempre se la pasa con cara de pocos amigos y sonreír no le caería nada mal de vez en cuando en especial cuando nos man…–
–No le diremos nada– corto tajante aquel sujeto la palabrería de Sebastian.
–Se puede saber ¿Por qué?– preguntó intrigado.
Aquel sujeto no respondió, simplemente se quedó observando la ciudad como si buscara algo entre sus calles.
–Si no le damos alguna noticia nos fusilará, llevamos mucho tiempo sacándole canas con nuestras acciones y mi cuerpo ya no resiste como antes, las heridas y golpes ya no sanan de un día para el otro, la última vez me tomo una semana recuperarme y eso porque me quedaba inconsciente grabando las runas en cada una de las heridas, ni con todas las runas del mundo podría recuperarme de lo que nos pasaría si se llegase a enterar. Antes tal vez pudiera, pero eso era cuando tenía mis…– Sebastian se detuvo, echando su atención con una mirada a la única puerta de servicio entreabierta que daba a la azotea –Bueno, no importa, debes tener tus razones amigo mío– dijo soltando un suspiro –Sabes me encanta este lugar puedes ver la ciudad completa, cualquiera con astucia e ingenio y unos buenos binoculares o mejor aún, ¡un telescopio! Podría verlo todo desde aquí, como a aquella pareja que se besa apasionadamente en el parque o aquel tipo en el callejón a quien están a punto de asaltar en 3…….…2…..1…– sonrió –¿Qué piensas hacer entonces?– levanto la mirada hacia su amigo que bestia una camiseta negra y un jean maltrecho, vio como sujetaba su brazo derecho al igual que vislumbraba varias cicatrices en sus brazos, en su rostro y cuello –¿Qué te ha pasado?– pregunto sorprendido –¿Te duele?– señalo el brazo que sujetaba.
El sujeto lo fulmino con una mirada severa, sus ojos estaban apagados como sumidos en un profundo mar, tanto que podías hundirte y perderte en ellos, una mirada sin emoción alguna.
–No me digas que…– Sebastian se levantó de un tirón parándose alado de aquel sujeto que era un poco más alto que él –¡Lo hiciste! ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién y Por qué?– dijo eufórico.
–Tenemos que prepararnos y actuar antes de que se recupere– dijo con voz inmutable.
El silencio se cernió en ese momento, Sebastian levanto la mirada en búsqueda de la luna que se ocultaba tras los nubarrones de la tormenta que se acercaba. Su amigo no se movió mientras sujetaba su brazo derecho y se limitaba a mirar la ciudad –Nunca la perdonaré– dijo apretando los puños hasta el punto de volver blanquecino sus nudillos.
–Tranquilo amigo mío, la hallaremos y podrás cumplir tu venganza– dijo Sebastian golpeándolo con una palmada en la espalda.
En ese instante una gota de lluvia cayó en la punta de la nariz de Sebastian acompañado del rugir de varios truenos –Bueno, es hora de irnos, ¿No crees?– estiro sus brazos sobre su cabeza tanto como pudo, se paró de puntas y soltó todo su cuerpo en un suspiro –Fue un gusto hablar contigo, casi no me dejas decir una sola palabra. Deberías ser orador o animar fiestas– dijo en tono burlón.