El Contrato de las Almas

Todo era oscuridad, se escuchaba el viento correr y silbar escabulléndose a través de todo a su paso, lo podías sentir rodeando tu cuerpo engulléndote por completo, podías atraparlo con las manos aun cuando este se escapaba entre los dedos y a lo lejos el estruendo de una tormenta aproximándose. Sara abrió los ojos lentamente mirando a su alrededor, veía la costa desde un punto muy alto, las olas del mar lanzadas contra la orilla, se dio cuenta de que estaba parada en lo alto de un risco, los árboles y la vegetación a su espalda se bamboleaban con el fuerte vendaval que las azotaba tratando de arrancarlas de raíz, levanto su brazo derecho vio que tenía varios trazos pintados por toda su piel, símbolos que se entrelazaban con otros, algunas líneas eran tan grandes que cubrían gran parte de su piel y otras pequeñas y finas que terminaban en los nudillos de los dedos, toco con su mano izquierda aquellos extraños trazos, notando que este también estaba envuelto de aquellos símbolos. Poco a poco empezó a ver partes de su cuerpo, sus piernas, sus muslos, su vientre, su abdomen y sus senos, todo su cuerpo desnudo estaba cubierto de extraños símbolos.

–¡Sara!– se escuchó a lo lejos de alguna parte que no preciso, la voz de una mujer que se perdía en el torrencial ruido.

Sara sintió como su brazo derecho empezaba a escocerle aquel calor nacía dentro de ella, expandiéndose y consumiendo cada fibra de su ser, cerro los ojos, se abrazó así misma mientras sus piernas flaqueaban soltó un fuerte grito de dolor, todo el estruendo hasta el mismo viento se detuvo al instante. Respiraba con dificultad agitada por el caos que se desataba, el calor era sofocante, cada centímetro de su cuerpo se había encendido y los símbolos en su piel eran como venas palpitantes que transportaban ese calor, esa energía que nacía dentro de ella.

En todo ese silencio escucho el llanto de una mujer, Sara no quería abrir los ojos, temía que pasara algo peor de lo que ya sentía si lo llegase hacer, el llanto se hacía cada vez más fuerte al punto que lo podía escucharla a su lado, se centró en aquel sollozar, sonaba familiar, sabía a quién pertenecía, pero no podía recordarlo, su cuerpo empezó a sentirse ajeno apenas lo sentía y aquel calor había desaparecido gradualmente, solo quedaba una sensación cálida que recorría el dorso de su mano izquierda como si de un líquido cargado de energía fluyera constante garabateando un camino ficticio que se curvaba y serpenteaba en varios trazos imaginarios hasta su brazo.

Cuando abrió los ojos, tardo un poco en aclarar la vista, vio que del techo colgaba lo que parecía una lámpara fluorescente que iluminaba una pequeña habitación, poco a poco sus pupilas se ajustaban a la claridad del entorno, busco el origen de aquel llanto que seguía sonando junto a ella, giro la cabeza con algo de dificultad, le dolía el simple hecho de respirar y su cuerpo estaba entumecido, logro vislumbrar a alguien junto a ella parecía un borrón sin forma definida, cuando se aclaró logro reconocer la figura de una mujer, se dio cuenta de que era su madre.

–Ma… mamá– susurró casi inaudible, la garganta le escocía como si se hubiera vuelto de lija.

Su madre estaba recostada al lado izquierdo de su cama con la cabeza sobre su mano mientras ella la sujetaba con fuerza, Sara reconoció el roce de sus manos que la apretaban fuertemente, aquel calor que sentía era parecido al que acababa de soñar y aquel líquido que recorría su brazo eran sin duda las lágrimas que su madre derramaba.

–Mamá– repitió con algo de dificultad.

La madre de Sara levanto la mirada, tenía una expresión entre una mezcla de asombro e incredulidad, sus ojos rojos acompañados de varios hilos de lágrimas rodaban por sus mejillas, el cabello hecho girones y sus labios a media palabra, hubo un silencio corto y una sonrisa de esperanza se formó casi al instante en su rostro.

–¡Sarita!– dijo ella mientras se abalanzaba a abrazarla, empezando a llorar con más intensidad –Sarita– repitió varias veces con la voz llena de alegría.

–Mamá, ¿Qué paso?– susurró Sara –¿Dónde estamos?– pregunto desorientada.

–Tuviste un accidente de regreso a casa– dijo la madre limpiándose las lágrimas y apartándose un poco para poderla tener en frente.

Los recuerdos de Sara eran confusos como una película entrecortada y vista a alta velocidad no podía recordar con exactitud lo sucedido, apenas varias imágenes borrosas y confusas cruzaban por su memoria, hasta que recordó una en especial, la de alguien que la cargaba en sus brazos y cuya silueta era la de una persona normal, pero ¿Con la envergadura de unas “alas” en su espalda?

–Una conductora que iba de paso llamo a emergencias cuando vio una explosión a un lado del camino, te encontró inconsciente a unos metros lejos del accidente, es un milagro que hayas podido escapar, la camioneta quedo totalmente destruida, te trajeron de inmediato, desde la cirugía has dormido 3 días enteros– soltó un suspiro de alivio mientras sus palabras salían desordenadas –pero estás bien, despertaste y estás conmigo, aunque aún tienes que descansar– dijo su madre mientras la recostaba y la cobijaba con las sábanas.

Sara se sentía cansada y adolorida a pesar de luchar por mantenerse despierta y saber más de lo que había sucedido, su ser se sumía lentamente en un plácido dormitar, descansar le haría bien, sus intentos por mantenerse despierta fueron inútiles. Poco a poco se desvanecía, su madre acaricio su cabeza mientras susurraba algo que apenas lograba escuchar, trato de enfocarse en las palabras que sonaban, pero su lucha fue en vano, había caído profundamente dormida.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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