El Contrato de las Almas

II

Sara miraba el techo de la habitación, sus ojos apuntaban hacia la nada envuelta en todos los eventos que había pasado: aquel muchacho extraño cuya presencia pasaba desapercibida para toda la gente, excepto para ella y una niña, la silueta de un hombre con alas que la salvo del accidente, el hecho de que alguien había saltado de la azotea y muchas cosas más que parecían ilógicas.

Lo más curioso era el muchacho, era como si nadie se percatara o notara su presencia, hace poco Sara había gritado de la misma forma como lo hizo él; llamo la atención de todo el piso, algunas personas la miraron y un par de enfermeras la fulminaron con la mirada, la habían escuchado claramente a pesar de haber gritado un poco más bajo a causa del miedo de que no fuera una buena idea.

De pronto como un rayo tuvo una revelación algo incómoda.

–¿Un fantasma?– musito mientras las ideas iban desenvolviéndose una a una –Sería la única explicación para todo esto– tomo la almohada debajo de su cabeza para cubrir su rostro en un intento por concentrarse sofocando el ruido del hospital –tal vez el golpe me provocó alucinaciones o peor aún tal vez estaba en coma– sonrió nerviosa –Sea lo que sea todo es muy irreal y confuso–

Los pensamientos crecieron, la idea de que fuera un fantasma se clavó como agujas, daría explicación a porque nadie se percata de su presencia, los niños son la representación más pura de nosotros y era lógico que pudieran percatar ese mundo sobrenatural, también explicaría el hecho de que un hombre saltará de la azotea y que al día siguiente todo fuera normal y rutinario.

Cada vez se iba profundizando más en sus pensamientos, una idea se ramificaba en otra y esa última en varias más.

De la nada sintió como alguien se subía sobre ella y la sujetaba, Sara forcejeo para soltarse, trato de gritar, pero era en vano la almohada en su rostro apagaba su voz. Tenso todo su cuerpo y con un movimiento rápido pateo a aquella persona lanzándola lejos, se incorporó lo más rápido que pudo quitándose la almohada de la cara mientras respiraba agitada y asustada.

–¿Qué está pasando aquí?– dijo una enfermera entrando en la habitación a causa de un fuerte golpe.  

–Me ha lanzado de una patada– dijo la voz de una chica debajo de las sábanas que hace un momento cubrían a Sara.

–¿Raquel?– dijo confundida Sara al reconocer su voz.

–Este no es lugar para sus juegos, ya te lo habrá dicho tu madre– recalco la enfermera con una mirada cortante, poco después se fue sin antes darles una mirada de que estaría vigilándolas.

–Eres mucho más fuerte que antes– dijo Raquel quitándose las sábanas de encima, varios mechones de su cabello se arremolinaron y otros permanecieron flotando en el aire a causa de la estática, se acomodó la ropa, el cabello y todas sus pertenencias para terminar envolviendo la sabana entre sus manos.

–Casi me matas de un susto– se defendió Sara –te has lanzado encima de mí y con una almohada en la cara–

–Lo siento hace poco me enteré de tu accidente y vine lo más pronto que pude– la voz de Raquel empezaba a entristecerse mientras su mirada su posaba sobre el cuerpo de Sara lleno de vendajes, curitas y un yeso en su brazo –gracias a Dios– sujeto las sábanas con fuerza mientras varias lágrimas nacían de sus ojos –estás bien– recorrió con la mirada el brazo enyesado. 

Sara y Raquel, una amistad de años, se conocían desde la niñez y de ahí fue una amistad que creció con el tiempo, hasta que Sara tuvo que irse con sus padres. Siguieron en comunicación, aunque a veces pasaban semanas antes de saber una de la otra, poco después Raquel también viajo lejos a estudiar en el extranjero con su padre.

–¿Cómo has estado?– dijo Raquel secándose las lágrimas con el dorso de su mano.

–Un poco mejor, aún me duele todo, pero ya no como antes– mintió Sara, el forcejeo y la agitación habían causado varios dolores en todo su cuerpo, en especial en su brazo.

Miro su brazo enyesado y se preguntó qué había cambiado; antes el dolor era casi imperceptible, algo que podía llevarlo como una molestia mínima, pero ahora le dolía y no solo era su brazo, sino todo su cuerpo, sentía las molestias que supuso debería tener un hueso roto, ya que jamás se había roto uno y todo paso después de aquel chico disfrazado de mimo, era como si desde aquel día todo su ser volviera a una normalidad relativa.

–¡Sara!– Raquel tenía una mirada claramente de molestia –Te has vuelto a ir y me has dejado hablando sola– formó un puchero con los labios. 

–Lo siento– sonrió Sara a modo de disculpa.

–Déjalo no tiene caso, siempre haces lo mismo, me pregunto ¿A dónde vas cuando te desconectas de la realidad? Mejor cuéntame que es lo que te ha pasado, tu madre me ha dicho algo, pero fue extraño ¿Cómo es eso de que terminaste en las escaleras de emergencia cerca de la azotea? ¿Qué hacías ahí?– Raquel acomodo las sábanas sobre la cama con sumo cuidado.

Sara se apartó un poco del filo de la cama, con unas palmadas en ese, lugar indico a Raquel para que se sentara a su lado.

–Me gustaría contarte algo, necesito sacar varias cosas que han pasado desde el accidente y creo que podrías ayudarme a darle algún sentido, porque yo no lo encuentro– dijo algo dudosa sin saber cómo reaccionaría Raquel al escuchar una historia que parecía más un sueño que una realidad.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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