El Contrato de las Almas

II

El frío abrazaba las partes de la piel desnuda de Sebastian quien se abrigaba frotando sus manos y en medio de ellas la lanza qué cargaba desde que salió de casa. La lanza media dos metros como mucho, su forma hermosa y delicada le otorgaba un aire elegante, pero el óxido en la hoja, la madera desgastada por el paso del tiempo y ciertos detalles le otorgaban una visión muy antigua.

Sebastian camino al edificio central del Instituto mientras realizaba varias maniobras con la lanza entre sus manos, lo hacía con elegancia y agilidad como si el arma fuera una extensión de su cuerpo.

Había recibido escasa información acerca de su misión, lo poco que alcanzó a escuchar era que debía encontrar a la entidad que había destrozado a un hombre que trabajaba en este lugar como conserje, lo cual supuso sería un susurrador, pero no estaría seguro hasta no confirmarlo, siempre lo eran, aunque últimamente habían aparecido más por esta ciudad. Las misiones eran casi siempre así, matar susurradores, aquí, allá.

La idea de lidiar contra esos espectros a estas horas no era nada agradable en especial por qué su esencia era la oscuridad misma, pero no había de otra en la mañana y parte de la tarde el Instituto pasaba lleno de alumnos y aunque pudiera escabullirse entre los salones en búsqueda de aquel demonio que había destrozado a una persona brutalmente no era algo que saliera exactamente bien, no como las anteriores veces, por lo que aprovechar la noche sería la única opción, recorrió el perímetro en búsqueda de alguna señal que le pudiera decir la clase de monstruo al que se enfrentaba sin hallar algo en particular.

Al final se detuvo a escasos metros de la puerta principal –Hoy estás hermosa, lo sabes– dijo mirando a la luna –Dime, ella, ¿Está bien? Tú tienes una excelente vista desde allá arriba– se detuvo por un instante –solo te pido de favor, que la cuides– soltó un suspiro –llévale mis palabras y dile que la amo y que la extraño– un tono de tristeza empezaba a nacer en su voz.

Llego a una puerta principal, por suerte los guardias permanecían ocupados en sus cosas, hoy era un día de fiesta para el Instituto, por lo que las clases habían terminado ya hace varias horas. Se encontró con las puertas totalmente cerradas, respiro hondo levanto su lanza e hizo varios giros en el aire, con un movimiento rápido apuntó con la cuchilla al candado del que se sujetaba una gruesa cadena.

Apenas la toco cuando está se abrió sin resistencia alguna.

Sebastian miro intrigado –Algo aquí, anda mal– se dijo.

Pateo las puertas de metal que se abrieron de par en par para después correr a toda velocidad hacia los edificios principales, recorrió varios metros hasta encontrar el edificio central, varias luces estaban encendidas en su interior, pero no noto la presencia de alguien dentro de ella cuando se acercó a la puerta estaba abierta.

–¡Odio, cuando tengo razón!– Recorrió los pasillos moviéndose veloz sin detenerse por nada, tenía todo el edificio por recorrer y posiblemente poco tiempo antes de confirmar sus sospechas.

Al final no encontró nada extraño había entrado a cada una de las aulas, revisado cada rincón, cada centímetro sin hallar nada fuera del lugar, dudo de que su presentimiento estuviera equivocado el lugar quedo hecho un desastre a su paso las mesas y las sillas estaban volcados en todas las direcciones, los papeles regados y algunos lockers tirados por el pasillo, estaba cansado su cuerpo necesitaba descansar y dormir un año entero solo para sentirse algo bien, apoyo la lanza a la pared para recoger el desastre que había provocado en su búsqueda, se agachó a levantar unos papeles cuando la lanza se deslizó cayendo a un lado a su paso golpeo un extintor junto a él, la base de metal cedía al peso provocando que se doblara y soltara el extintor de su lugar.

El fuerte estruendo detuvo a Sebastian en su intento de limpiar, tomo los papeles que tenía en las manos, los acomodo golpeándolos contra el piso hasta que todos quedaron alineados, los puso sobre una mesa, tomo la lanza y camino por el pasillo. La intención de limpiar un poco había acabado, era mejor dejarlo así y no causar más desastres. Acepto que su incursión había causado más estragos de los que causaría un susurrador.

Pasaron los minutos hasta convertirse en horas, no había nada, ni nadie, ningún rastro del susurrador o de su paso por aquel lugar.

El último lugar por recorrer sería el gimnasio, estaba cansado, su respiración estaba agitada, el sudor bañaba su camiseta, aún no había sanado por completo y había usado todas sus energías en una búsqueda infructuosa, al llegar al gimnasio decidió tomar una ducha necesitaba relajarse, su cuerpo le pedía a gritos por un poco de descanso.

Llegado a la piscina del instituto, tomaría un baño en las duchas y luego se marcharía de aquel lugar.

Entro a la piscina cruzando las puertas de un corredor que se dividía en dos pasillos con forma de T, la piscina era olímpica, este era el último lugar que había dejado al final para revisar, al otro extremo de la piscina estaban las duchas, los vestidores, la bodega y el cuarto de máquinas.

Recorrió un lado de la piscina, estaba llena y cubierta por un cobertor transparente, la idea de nadar en ella era tentadora.

Al entrar a la bodega encontró que el conserje lo había convertido en una pequeña habitación llena de estantes con herramientas y productos de limpieza, junto a unos cartones a modo de muebles y varios trastos, Sebastian reviso los cajones y los muebles, incluso debajo de ellos, uno de los estantes estaba empotrado a la pared, contenía algunas cajas abiertas y varias cosas simples, había algo extraño en ello notó Sebastian, retiro las cajas una tras otra al igual que varias herramientas menores, una de las cajas que movía tenía varios cables que salían por un costado, al abrirla encontró una video grabadora que seguía corriendo a pesar de que la cinta se había roto hace mucho, junto a la caja había varias cintas VHS.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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