El Contrato de las Almas

VI

Sara sentía como sus latidos se iban deteniendo uno a uno, al igual que todo lo que le rodeaba, apenas sentía su cuerpo, nada en ella reaccionaba, era como si supiera qué nada ni nadie la salvaría de escapar de la bestia, qué se acercaba a ella. 

Fueron los segundos más eternos de su vida, en las últimas semanas habían pasado por muchas cosas inexplicables y sin sentido alguno, como si el mundo se hubiera puesto de acuerdo en jugarle una broma pesada, nada podía ser verdad, excepto el miedo que sentía ahora antes de morir, antes de ser despedazada por las garras que apuntaban a su cuerpo.

Cerro sus ojos en un intento de despertar de aquella pesadilla.

En la completa oscuridad se escuchó el estruendo de algo que perforaba el techo sobre su cabeza con tal fuerza capaz de destruir todo aquello a su paso, apenas logro abrir sus ojos para mirar aquello que sucedía tan rápido como un parpadeo.

Una espada larga descendía en frente de ella llevando consigo el techo por el que había atravesado la hoja brillaba en un tono exótico mientras la punta atravesaba la cabeza del lobo a unos escasos centímetros de Sara.

Géminis empuñaba la espada empujándola con la presión que su cuerpo había acumulado, llevándose consigo a la bestia hasta estrellarla contra el piso. La lanza paso justo por encima de su cabeza, si no se hubiera agachado esta la habría herido de muerte, en su vuelo la lanza paso rozando la mejilla de Sara causando una herida muy fina para luego terminar clavada en la puerta de salida.

El fuerte impacto había empujado a Sara hacia atrás mientras la bestia se retorcía, arañaba y lanzaba sus garras hacia todas partes tratando de agarrar lo primero que estuviera en frente, la espada fue empujada con más fuerza lo que provocó que el piso se hundiera un par de centímetros por la presión, al final el lobo dejo de moverse, sus ojos se volvieron negros perdiendo su encantador brillo mientras su cuerpo se desvanecía como el humo en el aire.

Géminis saco la espada del piso y la guardo en la vaina hecha a su medida sujeta a un lado del pantalón.

–Debes irte, ahora– ordenó con voz cortante –Levanta a tu amiga y vete–

–Llegaste con las justas– gritó Sebastian –En verdad eso fue asombroso ¿Qué pasó con tu susurrador?– 

‘¿Susurrador?’ se preguntó Sara desorientada por lo que había sucedido, el miedo a la muerte aún recorría su cuerpo, palpo su mejilla hasta sentir la fina herida. –¡Raquel!– dijo al instante.

Sara se giró en búsqueda de Raquel, el polvo y la poca iluminación de las lámparas hacían difícil tener visión clara del lugar, cuando el humo se disipó lo suficiente, la encontró boca arriba debajo de algunos escombros.

Raquel no reaccionaba.

Sara se agachó a su lado levantándola hasta apoyarla contra su pecho.

–Ayúdenme por favor– suplicó al notar que Raquel no reaccionaba –¡Raquel, por favor, despierta!– Sara notó que la sangre que descendía por la frente de Raquel no paraba de fluir al punto de volverse peligrosa.

Sebastian se acercó al ver la desesperación en Sara.

Ella temblaba mientras agitaba a su amiga en sus brazos –Permíteme revisarla– dijo mirando a Sara que se ponía a la defensiva –tranquila, solo quiero revisar si está herida– suavizo la voz y con sumo cuidado reviso superficialmente el cuerpo de Raquel, palpo su pulso, sus brazos, sus costillas, su cuello. Sara notó que era lo mismo que su madre hacía para comprobar los signos vitales y el estado del paciente.

–Estará bien– finalizó con una sonrisa –solo es un leve golpe en la cabeza, llévala al hospital para que suturen la herida– señalo el lugar de donde brotaba la sangre, poco después saco un frasco delgado y pequeño del bolsillo de su pantalón qué contenía un líquido transparente.

Sara lo detuvo al instante sujetándolo por la muñeca con tal fuerza que ni ella la controlaba a causa del miedo. El frasco estaba cerca de los labios de Raquel.

–No tienes nada de qué preocuparte, es una medicina para evitar alguna lesión interna, necesito que lo beba. Por favor Sara, confía en mí, te prometo que estará bien– dijo mirándola a los ojos. 

Sara soltó paulatinamente la muñeca, no confiaba absolutamente en él, aun así, no sentía malas intenciones que provinieran de él, lo único que quería era que Raquel estuviera bien.

El frasco tocó los labios de Raquel derramando su líquido dentro de su boca.

Raquel tosió recuperando el conocimiento poco a poco, aunque seguía débil.

–Sa...Sara...– susurró.

Sara la abrazo al instante, se sentía aliviada de que estuviera bien.

–Deben irse– dijo Sebastian en tono serio señalando las puertas de salida.

Las ayudo a levantarse, apoyando a Raquel sobre su hombro mientras Sara se sujetaba del otro.

–¿Quiénes son ustedes? ¿Qué fue todo eso? ¿Qué, qué eran esas cosas, esos... susurradores?– preguntó Sara exigiendo una respuesta mientras se dirigían hacia la salida.

–Es mejor que no lo sepas– dijo Sebastian empujando la puerta de salida con la pierna –Mientras menos sepas, será mejor para ti y todos los que te importan. Ustedes estuvieron en el lugar equivocado, en el peor momento– apoyó a Raquel en una banca a unos metros de la entrada, Sara se sentó poco después.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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