El Contrato de las Almas

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El Café de los Libros, un pequeño local situado en el centro de la ciudad, adornado en sus paredes de estantes tan altos que las cubrían por completo hasta el tope y en donde podías encontrar toda clase de libros de todo género o contenido lo que también llamaba la atención era qué cada inicio de mes todos o bueno la mayoría de libros cambiaban por otros qué ocupaban su lugar.

–Deben de tener un almacén inmenso repleto de libros – se dijo Sara qué acababa de llegar.

Eran las 5 de la tarde, la despedida de su madre y el cansancio de la noche anterior habían hecho un peso en su cuerpo. Se quedo parada frente al vitral de la cafetería con la idea de que aquel chico ya se hubiera marchado impidiendo que entrara, la hora no se acordó así que todo dependería de la suerte, algo en lo que ella no creía.

Camino hacia la puerta mientras buscaba con la mirada alguna señal de él a través del cristal.

Sin aviso alguien chocó contra ella, ambas cayeron hasta quedar sentadas una frente a la otra, un jarrón viejo con extraños trazos y símbolos caía en medio de ellas en un parpadeo tocaría el suelo destruyéndose por la fragilidad que reflejaba, la chica con quien tropezó se asustó mientras intentaba atrapar el jarrón en el aire extendiendo sus brazos. 

El jarrón rozo las yemas de sus dedos en el primer intento, era inevitable que se estrellaría en el piso un segundo intento y a duras penas el jarrón se salvó de terminar en mil pedazos. La chica abrazo el jarrón contra su pecho parecía protegerlo a toda costa, tenía el cabello largo y castaño, acompañados de unos ojos cafés muy singulares un poco grandes, era delgada y de tez blanca muy delicada debía de tener la misma edad que Sara.

–Lo…..lo siento – se disculpó la chica –No te vi, en verdad lo siento – sonó angustiada. Se levantó y volvió andar a paso rápido, miraba a todos lados y varias veces regresaba la mirada como si alguien la estuviera siguiendo.

Sara se levantó, sacudió su pantalón y al levantar la mirada para disculparse, no la encontró era como si hubiera desaparecido en la nada, la calle era recta así que no debía de estar lejos al paso qué iba y la bifurcación más cercana estaba a varios metros.

Sintió como un frío que recorría su espalda hasta cubrir todo su cuerpo lo que causo un pequeño tiriteo, la idea de que podía ver fantasmas volvía a mente y de que ahora pudiera tocarlos, no le agradaba para nada. 

Entro en la cafetería, busco rápido una mesa vacía o al chico, lo que fuera primero.

Recorrió un poco el interior de la cafetería observando disimuladamente las mesas a su alrededor buscando alguna señal de él. Un cabello despeinado llamo su atención estaba de espaldas así que se acercó despacio encontrándolo en la esquina del local apartado de todos estaba lanzando los frascos de sal y azúcar por el aire haciendo malabares con ellos, nadie ni la mesera prestaba atención alguna al acto de malabarismo poco disimulado.

Se acercó despacio, pero segura, debía ser cautelosa si en verdad era un fantasma sería extraño que solo ella lo viera y empezara hablar sola como una loca.

–Hola – dijo tímidamente esperando que sea él mismo chico de la noche anterior. 

El salero resbalo de su mano en el intento de atraparlo mientras este caía, produjo un ruido que llamo la atención de algunos comensales.

Sebastián levanto la cabeza hacia atrás.

–Hola Sara– dijo con una sonrisa.

Sara sintió otro escalofrío, como sabía su nombre si hasta ahora no se habían presentado ni tampoco se habían conocido antes.

–Por favor toma asiento – dijo mientras se agachaba para levantar el salero.

Poco después llego una mesera con un menú en sus manos –Buenas tardes – dijo extendiendo el menú a las manos de Sara –tomare su pedido en un momento, con su permiso– se retiró atendiendo a otros clientes.

Sara miro aquel chico que limpiaba la boca del salero, se preguntó, ¿Por qué no le había atendido a él también? A menos de que lo haya atendido mucho antes de que ella llegara.

–¿Llevas mucho tiempo aquí? – dijo para disipar su duda.

–Sí, desde la mañana. Es que anoche no pude decirte la hora para reunirnos y vine temprano– sonrió 

Sara dejo el menú a un lado, se tomó unos segundos antes de preguntar y resolver toda esta locura de una vez por todas.

–¿Quién eres? o ¿Qué eres? –

–¿A qué te refieres? – dijo Sebastian curioso

–Te vi aquella noche en la azotea del hospital, por los corredores jugando con aquella niña. –

–Danna– interrumpió Sebastian acentuando el nombre

Sara se molestó por la interrupción, pero continuo con las preguntas –llamabas la atención, pero nadie hacia nada ni siquiera parecía que estuvieras ahí para los demás eras como... –

–¿Cómo si nadie me viera? – completo emocionado

–¡Si! ¿Por qué solo yo puedo verte? –

–Sara, lo único que debes saber es que soy nada y soy nadie, debes olvidar esto, finge como si nada hubiera pasado, será mejor para ti que sepas lo mínimo. Lo que aun no entiendo yo…– se dijo a sí mismo –¿Por qué tú? –



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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