Las cadenas se agitaron mientras varios ángeles sujetaban con firmeza los brazos de Sebastian que seguía inconsciente, quitaron los grilletes de sus muñecas y lo acostaron en el suelo boca abajo.
Géminis enfoco la vista percibiendo los leves respiros de Sebastian.
Era su turno, sujetaron sus alas y arrancaron los ganchos de un tirón, el dolor era indescriptible y los demás lo sabían, lo más preciado qué puede tener un ángel son sus alas sin ellas no son nada.
Géminis cayó el suelo en su forcejeo para que lo soltaran, se arrastró junto a Sebastian y utilizo su sangre que había formado charcos debajo de él para conjurar una plegaria seguido de varias runas que pintaba en el cuerpo. Intento cerrar las heridas de mayor gravedad, pero era inútil las runas no funcionaban y se volvían contra él, otras le quemaron la piel, aunque eso fue suficiente para detener el sangrado.
Había una a un costado de su cuerpo, se podía ver parte del músculo, Géminis dibujo una runa qué cubría la herida, pero después de la plegaria no pasaba nada, estaba débil necesitaba recuperarse pero también debía cerrar las heridas de Sebastian lo más antes posible.
Descartó la idea de pedir ayuda a los demás ángeles ellos jamás lo harían, aunque sus vidas dependerán de ello, por eso los odiaba.
Se levantó como pudo sacando fuerzas de su cuerpo entumecido, sus alas pesaban haciendo difícil poderse levantar.
Llego a la base de una de las antorchas en un cuenco con aceite con algunas más a su alrededor para iluminar la cúpula en la noche, se apoyó en la columna empujando con las piernas para levantarse, estaba a punto de quedar erguido cuando el cansancio lo venció, sujeto parte del trípode de donde el cuenco descansaba, lo que provocó que cayera, esparciendo el aceite por el piso, el aceite había seguido un camino a la trayectoria qué se había lanzado, por poco llegaba a Sebastian.
Géminis regreso gateando hasta Sebastian, algunas runas en su cuerpo seguían al rojo vivo, pero él no mostraba ninguna señal de que sintiera efecto de ellas. Sostuvo su espada en alto, los demás ángeles los miraron inexpresivos dos de ellos se pusieron en guardia.
Acercó el filo hacia la llama, la sostuvo durante varios minutos, aquel aceite no se evaporaba ni se apagaba seguía ardiendo a pesar de llevar siglos hasta mucho más, encendidas.
Sostuvo la espada sobre el fuego sin moverla, el cuerpo de la espada empezaba a calentarse después le siguió la empuñadura Géminis no la soltó aun cuando sentía que su mano se fundía con su espada.
Cuando el filo se tiñó de un naranja brillante la acercó a la herida de Sebastian, levantó su brazo y cubrió la herida con la hoja de la espada al rojo vivo.
Sebastian se despertó, se revolvió del dolor. Soltó un grito qué seso cuando retiraron la espada, caía boca arriba y Géminis cayó a un par de palmas de él.
–Huele bien– apenas se pudo escuchar de Sebastian.
–David los espera– dijo uno de los ángeles acercándose de Géminis mientras los demás se marchaban del lugar.
–Vamos yo te cargo– rio Sebastian empujando con su pie a Géminis.
Géminis se levantó se había recuperado un poco, se paró alado de Sebastian extendiéndole su mano, lo levantó y lo apoyó en su hombro cargándolo para caminar. Ambos salieron de la cúpula a reunirse con uno de los arcángeles mayores –David–.