–Te amo– dijo la voz de una mujer, con tono suave, encantador y coqueto.
–También te amo – respondió Sebastian con una sonrisa.
Estaba parado en medio de un campo de flores y rosas acompañado de la mujer más hermosa en su mundo, su túnica blanca con algunos adornos eran el conjunto perfecto qué resaltaba su belleza.
Ella tiro de él, quería seguir caminando, admirar el pequeño paraíso que Sebastian había plantado y cuidado durante mucho tiempo, el clima acompañaba la belleza de aquel campo el sol brillaba iluminando cada centímetro dando vida a cada color de cada flor qué eran de todos los colores y formas imaginables.
La mujer adelanto el paso perdiéndose entre el césped alto adentrándose en una pequeña arboleda, Sebastian la busco, tenía la idea de que se había ocultado tras algún árbol o en los girasoles qué crecían altos.
–¡Ayúdame!– grito repentinamente la mujer –¡Sebastian! –
El cielo se volvió gris de un momento a otro, una tormenta engullo los cielos, varios rayos y truenos destrozaban aquel jardín, algunos árboles se habían encendido a causa de los impactos, acompañado de una fina capa de lluvia que se acumulaba a cada instante.
Sebastian la busco desesperadamente, seguía los gritos que lo confundía llego un momento donde los gritos provenían de todas partes, sentía que cada vez se alejaba más de ella. Pego varios saltos tratando de volar con sus alas, pero estas no estaban toco su espalda no las tenía. Todo se volvía más caótico, la tormenta con su viento se sentía como si pudiera arrancar el suelo de un soplo.
Se interno en el campo de girasoles, la hierba le cortaba a su paso provocándole varias heridas en sus brazos que los utilizaba para despejarlas.
Llego a un llano su amada estaba siendo arrastrada por un sujeto mucho más alta que ella de contextura fuerte y musculosa.
–Por favor, ¡suéltala! – imploro Sebastian –no le hagas daño–
La silueta de ese sujeto era borrosa no se podía distinguir alguna facción de su rostro en instantes se aclaraba su mirada al igual que su sonrisa malvada –Ella es mía– dijo mientras la levantaba con una mano sosteniéndola de las muñecas hasta que su cuerpo quedaba colgando a unos centímetros del suelo, en la otra mano sostenía una daga, una última sonrisa le ofreció a Sebastian antes de clavarlo en la espalda de la mujer. Él se desvaneció en el aire soltando a la mujer que cayó de golpe contra el suelo arrastrándose hacia Sebastian.
Sebastian corrió hacia ella, pero el espacio entre ellos no se acortaba era como si algo impidiera que se juntaran.
–Por favor no – Sebastian corría con todas sus fuerzas estirando los brazos para tratar de alcanzarla, pero era inútil jamás se acercaría a ella.
–Te amo – dijo la mujer que se ponía de pie y abrazaba algo en su pecho mientras su cuerpo se volvía de piedra.