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–Ahora se bueno y dime quien te envío esa carta– dijo la bella mujer que acorralo al detective contra la pared, su voz era encantadora y seductora.

–No se quien fue – respondía el detective sin oponerse.

–La carta ¿Dónde está? – dijo la mujer pasando el dedo por la barbilla.

El detective saco la carta de su chaleco obedeciendo cada una de las órdenes, estaba cautivado y encantado con la hermosura de aquella mujer.

 –Qué buen chico – le dio un beso en la punta de la nariz –lamentablemente, nadie debe saber de esto–

–¿Ya me lo puedo comer? – dijo el tipo gordo entusiasmado.

–Puedes.– extendió con un ademan –Yo me encargaré de lo demás y de ese chico estúpido– se despidió, saliendo de la habitación.

El grito del detective retumbaba a todo pulmón atravesando la bodega volviéndose eco, parecía luchar con todas sus fuerzas, grito hasta que sus fuerzas abandonaron su cuerpo al igual que su vida. Ahora en su lugar se escuchaban mordiscos y el masticar de alguien que destrozaba los huesos como si fueran palillos.

–Lujuriaaaaaaaaaa– suplico Gula –tengo más hambre, quiero comer algo – armo berrinche.

–Muy pronto lo harás – dijo calmándolo –-hallaremos a la persona que envió esta carta, no podemos permitir que nadie descubra nuestros planes, ¿Has acabado con ese detective? –

–Si– respondió emocionado –pero no sabía muy bien, pero me lo comí completo– su lengua recorría los labios manchados de sangre que escurría por su barbilla.

Lujuria levantó la mano haciendo un ademán llamando al susurrador qué mantenía la forma de lobo posado en la ventana.

–Olfatea esta carta y busca quien la escribió– acerco la carta a su hocico –¡Ve y encuéntralo!–

El susurrador salió corriendo, apenas tocaba el suelo, fue rápido hasta perderse en la oscuridad.

–Lujuriaaaaa, tengo hambre – se quejó Gula una vez más.