El Contrato de las Almas

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Sara jalaba a Raquel haciéndose paso por el espeso bosque en la dirección que Géminis había señalado poco después de acabar con el susurrador que las iba a atacar y con el que Sebastian luchaba, alzo su larga espada extendió las alas mostrando que eran mucho más grandes de punta a punta imponentes e infranqueables, ataco la zona donde había pocos susurradores una pequeña brecha se habría creado. –¡Corran! – dijo mientras acababa con los susurradores que se le abalanzaban, Sebastian también se unió a la batalla defendiéndolo de algún ataque a su espalda.

–¡Tú también ve con ellas! – grito Géminis a Sebastian, había notado en su respiración y en su ropa mojada por la sangre que no estaba en buen estado para luchar.

Sebastian hizo caso omiso sostenía la pequeña daga lista para atizar un golpe mortal a cualquier susurrador que se acercara, los susurradores se lanzaron sobre ellos, Géminis los atacaba con agresividad se movía ágil y coordinado, partía a la mitad algunos, otros eran decapitados desaparecían desvanecidos en una nube qué se fundía con la nada, pero era poco efectivo eran demasiados uno tras de otro los atacaban.

Sara y Raquel se perdieron en el bosque lejos de la bruma de los gruñidos, la pelea se iba apagando mientras más se alejaban sin rumbo fijo. Ambas estaban cansadas y asustadas, Raquel estaba en shock había corrido por puro instinto su mirada pérdida y el helar de sus manos no eran una buena señal.

Llegaron a un campo abierto, la luna iluminaba todo con su tenue luz, aun así, no sabían dónde estaban sintiéndose pérdidas.

–Mírame– dijo Sara sujetando la cabeza de Raquel acercando su frente a la de ella –saldremos de esto, lo prometo –

Raquel no reacciono, su mirada se perdía en el miedo y sus manos temblaban sin control rodeando el cuerpo de Sara en un abrazo fuerte.

Un gruñido sonó a un lado de ellas, dos ojos azul violeta brillaron en la oscuridad del bosque acercándose lentamente. Cada vez que gruñía Raquel pegaba un pequeño salto apretando con fuerza el cuerpo de Sara. El cuerpo de un lobo salió de la negrura del bosque salió corriendo hacia ellas un salto con las patas por delante mostrando las garras dispuestas a arrancarles la vida.

Sara abrazo a Raquel apoyándola en su pecho mientras giraba poniendo su cuerpo en la dirección que el susurrador había saltado.

–Perdón – dijo entre lágrimas. 

El rugido de un auto salido de la nada apenas audible callado por los latidos; se escuchaba el motor acelerar iba en dirección a ellas, la maniobra era arriesgada había frenado mandando la cola de la camioneta a estrellarse con el susurrador lanzandolo lejos en el impacto.

–Suban – grito Andrés quien tenía la puerta trasera abierta –ya ya ¡vamos! –

Sara levanto a Raquel que no podía mover las piernas y la metió al auto subiendo tras de ella.

–¡Suban, suban! – insistía Andrés 

Una vez que abordaron, aceleró. El camino estaba lleno de irregularidades, revotaban con cada obstáculo, pero no redujo la velocidad por nada.

–A mi casa – grito Sara cuando divisaron la carretera. 

Andrés giro el volante rápidamente en dirección a la casa de Sara. Algo cayó en la cajuela, la camioneta dio un pequeño salto ante el nuevo peso, Sara regreso a ver por la ventanilla de atrás, era Géminis que cargaba a Sebastian en su hombro.

–¡Acelera! – grito 

Varios susurradores les seguían, unos volando y otros corriendo con la forma de lobos tras su presa, Géminis se paró difícilmente en la cajuela empuñando su espada.

Un susurrador salto directo, Géminis lo atravesó, tras de él había otro y a su lado dos más, era una trampa, un susurrador estaba sobre sus hombros tratando de morder lo primero que pudiera, desesperado por despedazarlo. Otro trataba de atacarlo, pero apenas podía defenderse con la espada.

Un salto dio la camioneta Géminis casi pierde el equilibrio.

–¡Ahora! – le grito a Sebastian. 

Quien tenía la daga con el filo apuntando hacia arriba, Géminis estrelló al susurrador controla daga, lucho por soltarse de los que sobraban, los demás susurradores qué los seguían estaban cerca de alcanzarlos.

–Sujétense– grito Andrés qué giro a la derecha internándose en el bosque.

–¿Qué haces? En mi casa podremos estar seguros – reclamo Sara 

Andrés no hizo caso alguno, siguió conduciendo a través del bosque, Géminis no podía mantenerse de pie por los saltos qué daba la camioneta, hacían difícil que pudiera mantener a raya a los susurradores.

Un salto más alto y salieron del bosque, al frente a unos metros estaba la casa de Sara, quien se asombró de aquel camino que había tomado Andrés para llegar, un camino que ni ella conocía.

Géminis lanzó al susurrador contra un árbol antes de que la camioneta se detuviera.

Salieron a toda velocidad, Sara busco las llaves, no las tenía, pero existía una de emergía, se desesperó al no recordar donde estaba, dio un pequeño salto de frustración, hasta que lo recordó, estaba debajo de un adorno de la ventana, abrió la puerta y todos entraron, Andrés volvía a cargar a Sebastian mientras Géminis luchaba con los susurradores, buscando el momento para soltarse y entrar.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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