La oficina estaba repleta de títulos y menciones varias en sus paredes, una oficina sencilla pero decorada con detalles de dar el aire de pertenecer a un doctor honorifico reflejado en cada estante, Daniel estaba sentado en su silla pensando en el secreto de Sara, aquella inusual forma de sanación debía ser de él a toda costa. –Serás mío– dijo mirando el techo estirando su mano tratando de atrapar una falsa ilusión –tu secreto será mío– cerro el puño.
Varios golpes sonaron en la puerta principal, Daniel se acomodó en su silla levantó algunos papeles disimulando tener mucho trabajo por acabar.
–Adelante –
Un joven en plena juventud de 25 años entraba en la oficina cargando en sus brazos un portapapeles a modo de llevar apuntes y notas cuando se lo necesitara, vestía un traje elegante formal, no había ni una sola mancha era como si las motas de polvo no la pudieran tocar acompaño su imagen al igual que su belleza provocaban envidia de quien lo admirase.
–Contigo quería hablar – dijo Daniel señalando con un ademán qué cerrará de inmediato la puerta
–Dígame en que lo puedo ayudar, sabe que estoy a su plena disposición – el joven no titubeaba en sus palabras pronunciándolas con elegancia.
–Quiero que me traigan a la paciente Sara lo más pronto posible– Daniel saco una carpeta dentro del cajón principal donde guardaba una foto de ella –ahí la tienes, su dirección y como es ella– apunto varios datos en el reverso de la fotografía –no me importa si tienes que traerla con engaños o secuestrarla, eso sí. No quiero que le hagan nada, me canse de estar revisando pruebas inconclusas y datos a medias, la quiero completa sin un solo rasguño– advirtió
–Lo haré en seguida – respondió el joven tomando la fotografía del escritorio
–Que sea pronto, no puedo esperar un segundo más – Daniel sonaba ansioso y extasiado –ya puedes irte– agito la mano
–Como usted ordene – el joven salió sin mostrar alguna emoción en sus actos