Sara pidió a Andrés qué regresará a su casa, él se había negado en un principio diciendo que debía cuidarlas de esas criaturas y que no confiaba en esos dos, Sara le explico que debía darles unas horas a solas con Raquel –necesitamos bañarnos y cambiarnos– invento una excusa, al final termino convenciéndole de dejarlas a solas.
–Quiero quedarme contigo, no puedo permitirme qué te pase algo. Sabes que te quiero– repetía Andrés
–No te preocupes estaremos bien, Raquel está conmigo y si pasa algo tú serás el primero en saberlo– consoló Sara
Raquel no dijo una palabra, la relación de Andrés y Sara le tenía sin cuidado, aunque siempre se preguntaba, como no podía ver o sentir la clase de persona que era Andrés en el fondo.
–Volveré en la tarde para ver cómo siguen – dijo Andrés tratando de darle un beso.
–¡No! – Reacciono Sara recordando lo que Sebastian le había advertido –no tienes que hacerlo, estaremos bien además necesitamos hacer unas cosas solo de chicas– Sara sonrió en una evidente mentira para después dar paso a un beso.
Raquel que estaba a su lado desvío la mirada hacia algún punto fuera de la imagen cursi entre ellos.
Sara se dirigía abrir la puerta cuando Andrés la sujeto del brazo, Raquel escucho el sonido y miro Andrés deteniendo a Sara en seco, se enojó por el acto brusco.
Andrés soltó a Sara despacio, una marca en su brazo había quedado por la presión con la que sujeto. Raquel apretó los dientes, mientras Sara abría la puerta, otro beso nació bajo el marco de la puerta seguido de una despedida.
–Sinceramente no sé qué vez en él – Raquel tomo un cojín del sillón donde se sentó para después abrazarlo.
–Tenemos que irnos – dijo Sara sentándose a un lado de los pies de Raquel –quiero entender que está pasando aquí, ¿Por qué mi casa tiene esos extraños símbolos? ¿Qué quieren esos susurradores y quienes son Sebastian y Géminis realmente? –
Una corriente helada recorrió la espalda de Raquel al escuchar los nombres.
–Me contaste quienes son y que no has sentido algo malo en ellos, en especial la parte de no sentir nada malo en ese tal Sebastian y te creo, pero las cosas que descubrí prueban lo contrario no me fio de ese tipo –
–Tampoco yo pero es la primera vez que encuentro a alguien de quien no he podido sentir alguna emoción o sentimiento – Sara pensó por unos instantes –pero si lo que él dijo es verdad debemos irnos–
–¿A dónde? – pregunto confundida Raquel –Estas loca, llamemos a la policía que ellos se encarguen de esto. Con lo de anoche fue suficiente para mí –
–Sé que es una locura, pero entiéndeme, si es verdad lo que me dijo esto va más allá de mi comprensión y quiero quitarme estas dudas que tengo –
–¿Qué fue exactamente lo que te dijo? – Raquel se acercó con evidente curiosidad en sus ojos
Sara le contó sobre Pandora, los pecados y sus mascotas los susurradores, la guerra contra los pecados y todo un mundo que sonaba a un cuento de hadas. Raquel escuchaba cada palabra a veces ponía una cara de no creer lo que le escuchaba, pero llegado a este punto no sería una sorpresa que hasta Papa Noel existiera.
–¿Entonces él y Géminis son ángeles? –
–Géminis sí, pero no sé con exactitud de Sebastian, no he visto sus alas, pero supongo que si están juntos es porque él también lo es –
–No puedo creer que Géminis haya sido el culpable de tu accidente– Raquel se enojó –pero lo que me cuentas él tiene sus alas negras, ¿los ángeles las tienen así? –
–Debemos ir a la parada de buses, nos espera Sebastian y quiero que tú me acompañes jamás quise esto para ti, no quiero que nada te pase no sé qué haría si te llegara a pasar algo– se acercó a Raquel para abrazarla
–Está bien te acompañare, no me cae ese tipo, pero es mejor saber a qué nos arriesgamos, pero hay algo más, estas triste lo veo en ti desde hace mucho ¿qué tienes? –
–Mi madre, la he llamado y no me contesta– Sara agacho la mirada
–¿No me dijiste que estaba con tu padre en el trámite de divorcio? –
–Si, pero ya son varios días que no se nada de ella y mi padre tampoco me contesta el teléfono–
–Tal vez no quieren que sepas lo que está pasando, una separación siempre es dolorosa y quieren evitarte pasar por eso, estarán bien descuida –
–Espero que sea así – soltó un suspiro
–Puedo preguntarte, ¿a qué hora debemos reunirnos con Sebastian? –
Sara miro a Raquel –no lo sé, la carta no menciona nada de la hora, solo el lugar –
–Creo que deberíamos irnos ahora que aún hay luz, no quiero toparme nunca más con esos susurradores e imaginar que se alimentan de mis pecados– Raquel tiriteo del miedo.