Los gritos desgarradores recorrían los pasillos la oscuridad apenas iluminada por algunas lámparas qué parpadeaban intermitentes. Los pasillos estaban cubiertos de polvo y telas de araña en sus rincones, varias mesas y sillas roídas por el óxido y la suciedad desperdigados en el piso, ventanas rotas ennegrecidas del polvo que se pegaba en ellas.
–¡Eso aliméntate! – dijo Ira mientras miraba a su obra de arte, un ser humano que se alimentaba de su ira desbordaba en su mirada.
Aquel experimento estaba atado a una mesa casi horizontal, sus pies y manos estaban atadas con correas delgadas llenas de símbolos que refugian en cada intento por soltarse de ellas. Su cuerpo semi desnudo del pecho hasta la cintura estaba lleno de símbolos que brillaban al rojo vivo, Ira añadía una nueva runa cuando la anterior se consumía en el cuerpo del experimento.
–Es tu turno – ordenó a Lujuria que observaba desde la puerta con los brazos cruzados
Lujuria se acercó despacio esperando que Ira le dejara el espacio suficiente para moverse libremente alrededor del experimento –Vamos– susurro acercándose a su oído –escucha atentamente mis palabras– su tono de voz era encantador suave e hipnotizante, con un toque de sensualidad
El experimento se calmó, los pataleos y los intentos por zafarse de las ataduras bajaron de intensidad, aunque su respiración seguía agitada.
–La amas ¿verdad? – le susurro en su costado, pero él experimento no respondió –¿quieres hacerla tuya? – el experimento respiro más fuerte poco a poco se agitó queriendo soltarse de las amarras.
–Mía – respondió con la voz de un monstruo
–Lo será, será tuya. Pero primero debes dejar de resistirte – su voz lo calmo una voz tentadora qué doblegaba voluntades.
Lujuria paso la uña de su dedo índice sobre el torso desnudo del experimento, pronuncio unas plegarias en lengua antigua la punta de su uña marcaba un rastro rojo como la sangre, que brillaba como la lava, la marca de una cicatriz como si fuese hecha con una vara al rojo vivo cortaba su piel. El experimento grito se retorcía tiraba con todas sus fuerzas, pero las amarras jamás se romperían fueron hechas especialmente para él.
Al poco tiempo su cuerpo se llenó de símbolos que ardían al rojo vivo que se ondulaban como el agua. –Cálmate, pronto acabare– dijo al experimento. Lujuria levanto su mano apuntando los dedos al pecho del experimento, extendió las uñas que en cuyas puntas goteaban sangre, en un movimiento rápido las clavo en el pecho justo por encima del corazón. El experimento soltó un grito desgarrador muy fuerte y ensordecedor para después apagarse dejando en silencio todo.
–Lujuria tengo hambre – se escuchó el tono de Gula quejándose como un niño cerca de la entrada.
–Tranquilo Gula, ya saldremos para que comas – respondió a su petición sacando los dedos del pecho del experimento.
–¿Puedo comérmelo? – Apunto gula al ver al experimento recostado
–No mi querido Gula, no puedes comértelo, si lo haces Ira se enojará ¿recuerdas que paso la última vez que se enojó contigo? no te dejo comer por al menos medio siglo– Lujuria recogió su cabello que abrazaba sus hombros, los sujeto hasta llevárselo atrás, una pequeña marca de una herida profunda se divisaba en su hombro, apenas visible cubierta por su cabello.
Gula se acurruco en sí mismo, recordar esos años eran una tortura y quería evitarlos lo que más pudiera, fue como estar en el infierno. Retrocedió hasta sentarse en el suelo en una esquina de la habitación.
–Está listo– dijo Lujuria sin perder la sutileza y el encanto en su voz.
–No lo está. Aun no, puedo sentirlo en su alma como arde de odio y el deseo– Ira se entusiasmaba al sentir como el experimento sobrepasaba sus expectativas, los anteriores habían muerto después de un par de sesiones. Pero él había soportado eso y mucho más.
–No creo que resista más – Lujuria acarició el cabello del experimento
–Lo hará. Tú más que nadie ha visto en su interior el deseo que tiene hacia ella por el deseo de tenerla sería capaz de hacer lo que sea, por algo vino hacia nosotros –
–Lujuria tengo hambre– interrumpió Gula
Ira lo fulmino con una mirada llena de su esencia.
–Debemos tenerlo listo, muy pronto acabará su misión y nuestro renacimiento llegará– Ira clavo las yemas de sus dedos en el hombro del experimento. El experimento se retorció del dolor.
Los gritos volvieron a llenar los corredores, los movimientos erráticos y los tirones no cesaron.