El Contrato de las Almas

***********

–Solo quería protegerla, es mi mejor amiga – lloraba Raquel con la mirada perdida a través del cristal de la ventana del copiloto mientras Sebastian conducía el pequeño escarabajo de regreso al museo, llevaban víveres varios al igual que un par de cosas para hacer la estancia en el museo agradable.

Después de despedirse de Sara sin tener el valor suficiente ni las palabras para pedirle disculpas por lo que había descubierto, había seguido a Sebastian por lo corredores del museo, la idea del caminar la ayudaría un poco en calmar la tensión que se había provocado, salieron del museo Raquel no había dicho palabra alguna, se dejaba llevar por el andar de Sebastian a su lado. La ciudad estaba bajo el manto de la noche, caminaron por casi media hora supuso Raquel desanimada y triste, el dolor en su cuerpo y el cansancio eran poco para lo que debería soportar al regreso con su amiga Sara.

Habían llegado a un conjunto de casas en una zona residencial tranquila los faros de la calle guiaban en un solo sentido la calle por donde habían llegado sin percatarse.

–Aquí es– apunto Sebastian contento

La casa a la que habían llegado tenía tres pisos de altura su estilo se veía opacada por las casas que le rodeaban, era la única casa cuyas luces de su interior estaban apagadas. Raquel no había entendido a que se refería Sebastian, la casa que señalaba no parecía ser de alguien cuya vida era ser un ángel y cazar susurradores.

–Vamos entremos, adentro encontraremos algo de comida y ropa– dijo Sebastian

Raquel seguía dudando de que la idea fuera buena, era verdad que nunca había visto el lugar donde Sebastian vivía, varias ideas de un pequeño departamento o el mismo cielo de donde el provenía eran las más reales.

La casa tenía un cerramiento a su alrededor una pared de cemento de dos metros de altura en cuya altura la cubierta de las plantas trepadoras dominaba, Sebastian metió la mano en la pequeña rendija de la puerta de madera que pudiese abrir de par en par, el chasquido de un cerrojo se escuchó permitiendo a sus visitantes entrar en el jardín de la casa. El césped verde estaba bien cuidado al igual que su corte, adentro parecía un lugar calmado y tranquilo, aun no se habían encontrado con persona alguna, el camino hacia la casa se formaba de piedra blanca en cuyas orillas varias macetas con plantas varias plantadas en ellas, dos árboles una a cada lado de la casa.

Al llegar a la puerta Sebastian buscaba en sus ropas al parecer la llave de la puerta principal. Después de varios girones regreso al camino de piedra, miro detallado cada maceta apuntando con su dedo a algunas de ellas, unos segundos después tomo la maceta con un retoño pequeño, tanteo la base de la maceta de la que saco una pequeña caja de cristal, dentro había una llave. La misma que encajo a la perfección en la perrilla de la puerta.

En el interior de la casa apenas habían muebles, Raquel no había visto fotografía alguna o pinturas en las paredes, los muebles apenas formaban un conjunto de pares, entre sillas, sofás y una mesa, Raquel siguió a Sebastian hasta la cocina donde al abrir el refrigerador encontraron un poco de comida guardada en tapers, Sebastian tomo uno de los contenedores, Raquel tenía el presentimiento de que estaría dañado por el paso del tiempo, caso que no sucedió, la comida despedía un buen aroma al acercarse, se podía ver un total de 10 tapers con comida varia en su interior, como si lo hubieran dejado especialmente para ellos.

–Si quieres puedes servirte uno– apunto Sebastian a la variedad de tapers –yo iré a reunir las cosas que nos faltan y nos iremos – acerco el taper que sostenía Raquel.

Pasaron varios minutos, Raquel había comido tímida, tal vez por el nudo en el estómago de la tristeza o la incomodidad de haber allanado una casa. El sonido metálico repentino la asusto, salió de la casa en búsqueda de la causa de aquel sonido. Dos faroles salieron de la cochera después la carrocería completa de un Volkswagen en cuyo interior Sebastian era el conductor.

–Lo sé, cualquiera lo haría por su mejor amiga– dijo Sebastian trayendo a Raquel de sus pensamientos.

–Esos símbolos los he visto cuando era pequeña, es borroso ese recuerdo pero son idénticos – afirmo mientras se desmoronaba en llanto. Raquel le contó todo lo que había descubierto mientras Sebastian conducía sin rumbo fijo, a veces dando vueltas por las mismas calles sin alejarse de la dirección del museo.

De la nada el cuerpo de un hombre gordo cayo en medio de la calle aterrizando en sus piernas el fuerte golpe provoco un pequeño temblor que sacudió al escarabajo, Sebastian hizo un giro brusco para evitar chocar con el todo había sido repentino no había tenido tiempo de frenar lo suficiente lo que causo que se subiese a la banqueta para terminar chocando con un poste de alumbrado.

–Ya puedo comérmelos – dijo el hombretón pegando varios saltos de felicidad, los mismos que causaban pequeños temblores. 

–No aun no– dijo otra voz. 

Sebastian levantó la mirada recuperándose del fuerte golpe los cinturones de seguridad habían provocado presión en su pecho cerca de su costilla rota causándole un dolor agudo, busco a Raquel ella también llevaba puesto el cinturón de seguridad, no se le veía herida alguna, Sebastian seguía aturdido hasta que noto que Raquel miraba horrorizada a su lado por la ventana del conductor. La sombra del hombretón que había caído ahora estaba a lado de él atrás de la puerta.



#21395 en Fantasía
#12848 en Thriller
#7355 en Misterio

En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.