–Sarita... – dijo su madre desesperada al otro lado del teléfono –¡vete de aquí!–
–¿Mamá?, ¡Que pasa!– Sara se preocupo era la primera vez que escuchaba a su madre en tal estado
–¡Solo ocúltate hija! – grito antes de que su voz sonara apagada al ser apartada del micrófono.
–¡Vete Sarita vete! – grito su padre al fondo
–¡Mamá, Papá que pasa! – suplico Sara sosteniendo apenas el teléfono en sus manos
Después hubo silencio, nada sonaba por el auricular.
–¿Mamá? – Sara apretó el teléfono con las manos, trataba de callar su llanto tratando de afinar su oído para poder escuchar a sus padres.
–Si lo haces tus queridos padres morirán – dijo una voz desconocida –debes regresar a la ciudad, para ser exactos al Hospital Plainsboro sino, tendrás que venir aquí pero a la morgue para reconocerlos – la llamada se corto
– ¡Mamá! ¡Papá! – grito Sara
Era inútil nadie la escuchaba excepto Géminis qué estaba parado en el marco de la puerta, inexpresivo a lo que ocurría.
El teléfono se resbalo de las manos de Sara, hasta estrellarse contra el suelo. Sara cayó de rodillas apoyando las manos al piso, mil ideas pasaron por su cabeza, pero fue la del asesino qué andaba suelto en la ciudad la qué más impacto tuvo, imaginar que tenía a sus padres, que podría matarlos de maneras horribles helaron su cuerpo.
Lloraba descontrolada sacando con todas sus fuerzas la rabia y la frustración de su ser, quería que todo fuera un sueño para pronto despertar.
Sara se levantó agarro el teléfono del suelo, sus uñas rasparon la baldosa en el intento. Sujeto con fuerza el teléfono, ordeno a sus piernas moverse para salir de ahí lo más rápido posible, regresar al Hospital y salvar a sus padres, las galerías se hicieron eternas en su desesperación por salir, se sentía pérdida a cada paso, cada segundo se volvía eterno su desesperación se volvía enorme al no poder salir de aquel laberinto.
Se detuvo hasta quedar alado de una ventana, tomo un artilugio de su estante. Levantó la mano acumulando fuerza para lanzarlo y así romper el vidrio. Tenso su brazo y con un rápido movimiento lo lanzo. En ese instante del vuelo de su mano por soltar, Géminis la detuvo.
–No podrás romperla– dijo mirando el cristal
Sara no escucho razones, estaba encolerizada de la rabia el miedo y la tristeza, se zafo de un tirón de la mano de Géminis y lanzó el artilugio qué se estrelló contra la ventana, el cristal no tenía ni un solo rasguño ni siquiera había temblado con el impacto.
–Nada puede destruir este lugar – dijo Géminis enfatizando en tener la razón
–Debo salir de este lugar, mi madre y mi padre, los tienes– su desesperación consumió toda cordura
–La salida – Apunto Géminis a su derecha a una puerta que podría llevar a otra galería.
Sara corrió hasta el final del pasillo en la dirección que había apuntado Géminis empujó la puerta que se abrió, estaba en la calle principal aun lado del museo, salió en búsqueda de un auto algún transporte qué pudiera utilizar.
Géminis salió tras de ella, su expresión seguía nula, no mostraba el más mínimo sentimiento algo que Sara lo descartó en la angustia de buscar a sus padres. Saco de su bolsillo unas llaves acercándolas a Sara.
–Úsala – Apunto a un auto que estaba guardado detrás de unas rejas en lo que parecía una pequeña cochera.
El auto rugió mientras las llantas se quemaban a la presión del acelerador, la reja se partía en dos a causa del impacto del auto.