El Contrato de las Almas

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–¡Suéltame! – grito Sara, Andrés la había sacado de la habitación sin decirle nada, su mirada sonreía con intenciones malas era lo único que se podía ver en él, al igual que sus ojos y algo oscuro que ocultaba en ellos.

Llegaron a una sala amplia con la forma circular, rodeada de jaulas dispuestas una junto a la otra, en medio había una camilla junto a una pequeña mesa llena de cientos de instrumentos quirúrgicos entre usado y semi nuevos, se podía ver aun sangre en aquellos recién usados.

–El doctor no tardara en venir– dijo levantándola a la altura de su cara –después serás mía–

Sara sentía miedo cada vez que escuchaba esas palabras.

–¡Suéltala desgraciado! – grito la voz de una mujer que golpeaba los barrotes de su jaula.

–Suéltala – le acompaño la voz de un hombre que tiraba de los barrotes en un inútil intento de salir de ahí.

Sara los reconoció busco a su alrededor eran las voces de sus padres.

–Lo hare no se preocupen, suegritos– dijo cínicamente Andrés bajándola al suelo, jalándola a su jaula.

Andrés metió a Sara en la jaula al otro lado de la habitación, estaba alado de la de sus padres. Sus órdenes eran claras, debía dejar a Sara con Daniel y después reunirse con Ira. Abandono la sala sin decir una sola palabra mezclándose con la oscuridad del corredor.

–¿Sarita estas bien? – la madre trato de acercarse, abrazarla con todas sus fuerzas separadas únicamente por los barrotes

Sara se lanzó sobre ella, la abrazaba mientras lloraba de la felicidad de haberlos encontrado.

–Mamá, Papá– dijo entre lágrimas

Los padres de Sara la abrazaron consolándola con los barrotes de la jaula en medio de ellos.

–Sarita, jamás quise esto para ti lo siento– dijo su padre  –es mi culpa yo debía cuidarte–

El ritmo de unos aplausos lentos e irónicos, cortaba el emotivo encuentro.

–Qué bonita reunión familiar, jamás pensé que tu hija pudiera ser una de ustedes y jamás lo hubiera sabido de no ser por el accidente, ella es la clave de mi éxito– Daniel entraba a la sala, no tenía prisa –pero pueden salvarse, si me dicen cuál es el secreto de su recuperación–

–Si le llegas a tocar un solo pelo te matare – dijo su padre furioso

–Su pelo es lo de menos, abriré cada centímetro de su cuerpo si es necesario, si no me dicen que es lo que usaron para su recuperación–

–¿De que estas hablando? – dijo la madre mientras el padre se abalanzaba sobre los barrotes que lo separaban de Daniel que se acercaba lentamente.

–¡De su recuperación! – grito Daniel – ¡ella vino casi muerta de ese accidente, pero después su recuperación fue asombrosa, le tomo días hasta un par de semanas volver a estar recuperada por completo–  tenía una sonrisa ambiciosa como si admirara el milagro del descubrimiento –lo que a una persona normal le tomaría meses e incluso años a ella le tomo un par de semanas! –

–No sé de lo que estás hablando – suplico la madre

–¡Claro que lo saben! Ustedes lo cazadores tienen varios trucos bajo la manga, esas cosas que llaman runas. Los pecados no me lo dicen todo pero algún día lo sabré, como sabré cuál es su truco para sanar de heridas mortales– Daniel no quitaba la mirada de Sara

–Por favor déjala , úsame a mi yo soy su madre todo lo que es ella está en mi– suplico la madre entre lágrimas abrazando fuerte a Sara

–¡Mentira! – grito Daniel se le acababa la paciencia había esperado mucho para que a esta altura le digan que no es nada –ninguno de ustedes es igual a ella, he revisado sus expedientes los he seguido y antes de que ella naciera ninguno de ustedes tiene una vida, es como si no hubieran existido, después salieron de la nada–

–Déjala por favor– el padre empujaba los barrotes en su desesperado intento de alejarlo de su Sara.

–Como ninguno me quiere decir cuál es el secreto, supongo que tendré que averiguarlo por mí mismo– Daniel se acercó a los instrumentos quirúrgicos tomando el bisturí en sus manos –tráela–dijo dirigiéndose a la entrada de la sala ordenándole a Gula

El sonido de las pisadas de alguien que debía ser grande y pesado se escucharon por el pasillo.

–Colócala sobre la mesa y dile a los tuyos que se vayan, no quiero a nadie aquí– Daniel se acercó a un armario pequeño, de donde indumentaria y vestimenta apta para una autopsia.

–Pero tengo hambre– respondió Gula que se acercaba a la jaula de Sara despacio, a la velocidad que su enorme cuerpo le permitía, abrió la puerta. Sara abrazaba fuerte a sus padres, hasta que sintió la mano de Gula en su espalda levantándola como si fuera un pequeño muñeco de trapo.

–¡No por favor, no le hagas nada! – grito la madre desesperada sujetando las manos de Sara con las suyas.

–¡Mamá! – grito Sara al sentir el arrebato de los brazos de sus padres

–¡Sarita! – grito su madre desconsolada mientras el padre trataba de tirar los barrotes con todas sus fuerzas.

Sara lanzo varios golpes a Gula, en su rostro en su cuerpo, pero no surtían efecto, era como golpear una pared. Gula la levanto hasta llevarla a la mesa de cirugía, Daniel terminaba de prepararse colocándose una bata y unos guantes, revisaba los instrumentos, algunos los descartaba lanzándolos lejos y otros los colocaba en orden listos para la cirugía.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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