Sus manos temblaban apretando el viejo tubo que había encontrado en el piso, sus pasos sigilosos por las sombras en búsqueda de una salida, de una puerta por la que pudiera escapar Raquel tuvo miedo de salir de su pequeña prisión, pero debía hacerlo alguien le había ayudado, no podía desaprovechar esa oportunidad aquella voz le había dado las llaves de su libertad. Recorrió los pasillos algunos en completa oscuridad, tanteando las paredes en búsqueda de un interruptor, el miedo seguía latente pero las ganas de vivir la habían impulsado a seguir.
La desesperación estuvo a punto de domarla hasta que escucho el grito de Sara apenas audible.
Afino su oído dejándose llevar por la voz de Sara a la cual le acompañaban la voz de dos personas más, una de ellas era su madre la reconoció apenas.
El pasillo la había llevado hasta la sala central de aquel lúgubre lugar, aguardo tras una columna oculta en su sombra, analizando lo que sucedía en su interior.
Un hombre bajo con un cuerpo regordete se interponía en su visión, era el mismo que había golpeado a Sebastian. En una de sus manos levantaba a Sara como si de una muñeca de trapo se tratase. No podía enfrentarse contra aquel amasijo de carne, por lo que tanteo en sus pies hasta rozar el tubo oxidado.
Raquel vio a Sara forcejear tratando de liberarse de las ataduras de la camilla al que la habían atado, era ahora o nunca debía salvarla.
Tomo una bocanada de aire calmando su cuerpo, exigiéndole que le obedezca, sus piernas temblaban y se negaban a cumplir su voluntad, sus manos siguieron el tiriteo de sus piernas, pero ella se negaba a dejarse llevar por el miedo debía salvar a su amiga debía hacerlo ahora. Un hombre con bata se acercó a Sara había salido de algún lugar de entre las sombras, era difícil saber a ciencia cierta si habían más personas dentro de aquel salón, la oscuridad inundaba la mayor parte haciendo difícil tener una visión clara del lugar, Sara se removía con fuerza al acercarse el hombre de bata a un lado de ella, revisaba los instrumentos quirúrgicos algunos los colocaba a un lado mientras otros los lanzaba a todas partes, uno de ellos cayó a un lado de Raquel que pego un pequeño brinco del susto.
El doctor levanto una jeringuilla con un líquido transparente dentro, varias gotas salieron de ella en el intento de sacar las burbujas, Raquel debía actuar y debía hacerlo ya. Se mordió la lengua lo que le causo un fuerte dolor que por un instante recorrió todo su cuerpo, era el momento, apretó con todas sus fuerzas aquel tubo oxidado y se lanzó corriendo hacia el doctor que estaba a punto de clavar la aguja de la jeringuilla en Sara.
El golpe fue certero en el blanco dado con todas sus fuerzas, impactando la nuca de Daniel que se desoriento hasta caer en el suelo, no se movía.
–¡Raquel! – dijo Sara entre lagrimas
Raquel miro a Sara estaba sana no le habían hecho nada. Pero de pronto su rostro reflejaba miedo mientras su mirada se guiaba a su espalda.
–¿Tu quién eres? – pregunto Gula apareciendo de la nada a su espalda
Gula tomo a Raquel por la pierna levantándola un metro del suelo sosteniéndola boca abajo.
–Suéltame– grito Raquel –¡asqueroso monstro suéltame!–
–No soy un monstro, soy Gula – respondió sin entender porque lo habían confundido
–¡Suéltala! – grito Sara
Raquel se balanceaba en el aire, sujeta por su pierna, no encontraba donde aferrarse, el tubo que tenía en sus manos había caído cuando trato de soltar a Sara, ahora estaba a merced de ese monstro llamado Gula.
–Mátala, acaba con esa estúpida chica– dijo Daniel apoyando los brazos en el piso en un intento por levantarse, confundido por lo que había pasado, mareado por el golpe –¡acaba con ella ya! – apunto a Raquel.
Daniel se sujetaba la cabeza un hilo rojo fluía por su frente que empezaba a engrosarse, el golpe había sido muy fuerte pero no lo suficiente, tanteaba el piso buscando la jeringuilla para clavarla en el pecho de Sara si fuera necesario.
–Pero tengo hambre– se quejó Gula
–Cómetela entonces– sonrió Daniel –cómetela y mata a todo aquel que vuelva a interrumpirme–
Gula sonrió, fijando su mirada en Raquel que pataleaba en el intento de soltarse de su mano.
–No lo hagas por favor, hare todo lo que me pidas pero déjala– rogo Sara
Gula levantaba a Raquel a una altura lo suficiente para que su cabeza quedara bajo la de ella. Raquel vio como aquel hombretón se relamía la boca.
–¡Suéltame! – grito Raquel lanzando sus puños por el aire tratando de golpearlo.
Raquel pataleo, no quería morir. Sara se quedó en shock, ya no lloraba no se movía apenas respiraba, su mirada se fijaba en Raquel que sería engullida por gula inevitablemente.
Gula elevó lentamente a Raquel dirigiéndola a su boca qué se abría abierto de par en par, la engulliría de un solo bocado.
Raquel pataleo, pero ninguno de sus golpes surtió efecto aquel monstro era más fuerte que ella y nada podía evitar su cruel destino, cada segundo se volvía eterno sintió que su mundo se detenía, miro a todos lados buscando de donde aferrarse para escapar de las mandíbulas de Gula, pero no había nada ni nadie qué pudiera salvarla.