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–No te apartes de mi– dijo el padre apoyándose en la espalda de su esposa, se enfrentaban contra Gula y no debían titubear en sus movimientos, las historias que se contaban de los siete pecados se transmitían de generación en generación como los cientos de cazadores eliminados por la mano de los pecados.

Gula no era la excepción, se decía que antes era incontrolable su apetito voraz e insaciable pudo haber consumido al mundo sino hubiera sido por Lujuria, las guerras contaban qué Gula encontró en Lujuria una amiga alguien en quien confiar, otros rumores decían de su amor secreto hacia ella y que Lujuria aprovechaba esto para mandar sobre la voluntad de Gula, sea cual sea su motivo ambos iban de la mano el no hacía nada si Lujuria no se lo ordenaba.

Fue en ese instante donde recorrió un pequeño rayo helado en sus cuerpos, si las historias eran ciertas, Lujuria debería estar cerca.

–¡Cuidado! – grito la madre esquivando un árbol que era lanzado hacia ellos. 

–Ella debe estar cerca, debemos idear una forma de salir de aquí, estamos a unos metros de casa–susurro el padre regresando a las espaldas de su esposa. 

–Pero como, no podemos acabar con ellos y Sarita esta inconsciente al igual que Raquel–

El padre paso la yema de su dedo en el filo de la hoja, una gota de sangre se formaba en la herida, bajo la voz pronunciando una plegaria mientras dibujaba algunas runas en sus brazos, al cabo de unos segundos varias venas se engrosaban y el tono muscular se agrandaba, sus brazos se tornaban más fuertes se podía ver como sus músculos se tensaban y se relajaban hasta detenerse en una musculatura muy fuerte.

–No te muevas– le dijo a su esposa, mientras conjuraba otra plegaria dibujando unas runas distintas en las piernas, luego la cintura hasta llegar a los brazos.

El cuerpo de ella tomo una musculatura más suave pero firme.

–debemos darles tiempo para que escapen– le dijo a su esposa mientras ambos se colocaban a espaldas del otro.